El Informe Baker, paradójicamente, confirma esa realidad. Al contrario de lo que cientos de millones de personas esperaban, todo hace creer que la mayor fragilidad de la Administración Bush agravará las contradicciones en un sistema de poder en crisis profunda, porque el partido Demócrata no tiene una alternativa propositiva que sea susceptible de frenar el desastre en desarrollo en Iraq y Afganistán, y de poner término al caos existente en Palestina, sometida a la barbarie israelita.

El Informe Baker-Hamilton tuvo el mérito de hacer público lo que era obvio. Su impacto hace pensar en un tumor que, al reventar, infecta la atmósfera.

Bush reconoció finalmente que su estrategia irracional, de matices neo fascistas, fracasó. Afirmó que va a estudiar con su gente las propuestas contenidas en el documento firmado por el ex secretario de Estado de su país, y alterar la estrategia que condujo al desastre, ahora inocultable.

No esclareció, sin embargo, que esas propuestas -más allá de ser una confesión del fracaso sugeren la adopción de medidas que pretenden atenuar sus efectos- no son susceptibles de evitar una derrota humillante a los Estados Unidos. El Presidente continúa prometiendo la victoria, ahora con otra estrategia.

El contenido del Informe es pobre.

Como remedio a una situación insustentable, presenta sugerencias que nada resuelven y recomienda decisiones inaplicables. El objetivo principal es evitar una catástrofe peor que la de Vietnam (ver artículo de Brian Becker y Mara Verheyder Hilliard en odiario.info, 18.12.2006).

El grupo de trabajo Baker sugiere una retirada en fases hasta 2008. No innova: al final, propone repetir lo que, aconsejado por Kissinger, Nixon hizo en Vietnam.

Baker-Hamilton ven una medicina salvadora en la iraquización de la guerra.

Según el Informe, la retirada de las tropas americanas de las áreas donde la insurrección es más fuerte y su concentración en Bagdad contribuiría a mejorar la situación. Su misión principal sería formar unidades de combate del nuevo ejército de Iraq. A ellas, sí, cabría la tarea de enfrentar a sus compatriotas que participan en la lucha armada contra la ocupación americana.

Baker-Hamilton mienten conscientemente. Ciertamente no olvidaron el fracaso de la vietnamización de la guerra.

Cuando Giap atacó en 1974, las fuerzas armadas del gobierno fantoche de Saigón no opusieron prácticamente resistencia. El ejército de Vietnam del Sur se derrumbó como castillo de naipes.

No pretendo llevar más lejos la analogía, porque el fracaso en el caso de Iraq será previsiblemente mucho mayor.

En primer lugar, la situación es tan grave y compleja, que, por ahora, no se prevé la repatriación de una sola unidad de combate estadounidense. Por el contrario, Bush enviará a la caldera iraquí a 20 000 soldados más, o sea, el máximo posible, porque no hay más unidades de combate disponibles.

En el Pentágono los estrategas no se entienden. Unos defienden el envío de un porta-aviones más al Golfo, otros consideran un error reforzar la tropa de ocupación con 20 000 hombres.

Significativamente, los grandes periódicos y las cadenas de televisión dedican tiempo y espacio a los rumores del Congreso y de la Casa Blanca, pero se han abstenido de comentar las consecuencias de la retirada, ya programada, de tropas de países aliados.

Los italianos y los coreanos elaboran el calendario de la retirada. Otros tratan de imitarlos.

En cuanto a los ingleses, en Washington aumenta el temor de una próxima y «negativa» decisión de Londres. El pueblo británico exige el regreso de sus soldados. El Jefe del Estado Mayor del Ejército y otros altos oficiales defienden también el fin del involucramiento británico en una guerra que, en su opinión, fue un error y está perdida.

La Chattam House, en un informe divulgado hace dias , afirma que en los próximos años Gran Bretaña continuará sufriendo las consecuencias de la desastrosa política de Blair al colocar al país a remolque de los Estados Unidos.

El Primer Ministro, consumado equilibrista, ha sido ambiguo al abordar el asunto. En Bagdad, inesperadamente, sugirió al gobierno títere, en vísperas de Navidad, que fije un calendario para la retirada de las tropas americanas. Esta vez no habló de las británicas.

Su consulado está presto a terminar . Pese a todo, Blair no ignora que la retirada de los ingleses tendrá, en el plano militar y en el psicológico, consecuencias gravísimas según los propios estrategas del Pentágono.

Los británicos todavía mantienen en Iraq unos 8000 hombres. Pero siguen siendo responsables de la provincia de Basora, un área estratégica fundamental que controla el delta de Chat El Arab, la única salida del país al Golfo. Allí la resistencia ha encontrado en sus luchas dificultades mayores que en Bagdad y en las provincias del Norte y de la frontera con Siria.

El ejército británico profesionalmente es uno de los mejores del mundo, y tiene una experiencia en el combate a la guerrilla urbana muy superior a la de las tropas de ocupación de los Estados Unidos. El nivel de disciplina es elevado, contrariamente a lo que tiene lugar en la mayoría de las unidades terrestres americanas donde la atmósfera de desmoralización aumenta.

Las fuerzas armadas de los Estados Unidos tienen una capacidad de destrucción casi ilimitada, pero en el combate terrestre y en la guerra de emboscadas el US Army ha demostrado una incapacidad transparente. La sustitución de los ingleses por americanos puede provocar el caos en una provincia que es, de cierta manera, el pulmón de Iraq.

Bush, no consigue ocultar su desorientación. Después del encuentro con el Grupo de Trabajo que elaboró el Informe Baker, anunció una declaración inmediata sobre la nueva estrategia que adoptaría. Pero luego se arrepintió y pospuso la promesa para inicios de año.

Sus consejeros están conscientes de que la situación existente es mucho peor que aquella que precedió la derrota y la fuga en Vietnam. En el Sudeste asiático la agresión norteamericana se produjo durante la guerra fría y fue inseparable de la estrategia de confrontación con la URSS y la disputa de la hegemonía en el Extremo Oriente. Fue una guerra librada en una región en que los intereses económicos de los Estados Unidos eran muy secundarios.

En el Medio Oriente y Asia Central el panorama y las motivaciones son diferentes. Por el Estrecho de Ormuz, puerta del Golfo, sale gran parte del petróleo importado actualmente por los Estados Unidos, que hoy solo produce el 40% de lo que consume. En la región existen las mayores reservas de petróleo y gas de la Tierra.

La derrota militar en Iraq –porque el fin de la ocupación será visto en realidad como una enorme derrota americana, no solo ante los pueblos del mundo islámico sino también ante los propios aliados de Washington- tendrá implicaciones amplias, profundas y diversificadas que, transcendiendo los problemas de la región, agravarán la crisis estructural del capitalismo.

Es ingenuo admitir que una simple revisión de la estrategia irracional que hundió a los Estados Unidos en el pantano iraquí pueda abrir la puerta a una solución tolerable para ellos, no importa cuan humillante esta sea.

La idea de que Irán y Siria puedan entenderse con Washington para «estabilizar » la situación en Iraq, facilitando una salida airosa del ejército de ocupación, es absurda.

El desprestigio resultante de la derrota de los Estados Unidos producirá en la región un efecto contaminante. Alcanzará inclusive a los aliados del Golfo. En Arabia Saudita la oposición a la presencia militar norteamericana va en aumento.

Las relaciones con Egipto y Jordania también se afectarán. Y en Paquistán y Turquía las fuerzas que combaten la alianza con Washington intensifican su oposición.

Las repúblicas ex soviéticas de Asia Central también se distanciarán de los Estados Unidos. Eso ya ocurrió en los casos de Uzbequistán y Casakistán. Y en Kirguiztán, -sede de la mayor base militar americana en la región- el sentimiento antiamericano aumenta.

Las transnacionales del petróleo, que hasta la revolución iraní que derrocó al Shá Rehza Palevi encaraban el Medio Oriente como un feudo, tienen motivos para estar alarmadas.

Una consecuencia de la catástrofe americana en Iraq, de la que los media no hablan, es el costo de la misma para Israel. El aislamiento del Estado sionista se ampliará. En todas las agresiones cometidas contra los pueblos de Palestina y del Líbano, Tel Aviv contó siempre con la complicidad absoluta de su gran aliado. El apoyo va a persistir, pero las modalidades de la ayuda van a reflejar el desastre iraquí. Israel no puede contar con otra guerra «preventiva».

El fracaso de los Estados Unidos en Iraq señala el fin de una era.

La naturaleza de los cambios posteriores a la retirada norteamericana es, por ahora, imprevisible. Empero, se sabe que en el futuro próximo allí nada será igual.

La primera lección de la inevitabilidad del fin de la ocupación militar de Iraq (hasta ahora sin data) es la de la alta improbabilidad de que los Estados Unidos repitan en los próximos años un ataque a cualquier país asiático que incluya la intervención de fuerzas terrestres. La política de las «guerras preventivas» tuvo su funeral en las tierras de la milenaria Mesopotamia.

En los cofres del Pentágono se acumulan todavía planes ambiciosos que prevén la invasión de Irán. Pero el actual jefe del Departamento de Defensa, el ex-director da CIA, Robert Gates, y sus generales y almirantes,saben que ese sueño se vino abajo.

Para atenuar el efecto de choque producido por la toma de conciencia de la catástrofe iraquí, el sistema mediático, sobre todo los grandes diarios, intentan persuadir a la opinión pública de que en Afganistán la situación permanece bajo el control de la OTAN y tiende a mejorar. ´

Mienten. El presidente Hamid Karzai (ex funcionario de una transnacional petrolífera) es una marioneta colocada en Kabul por Bush. El levantamiento de las tribus de la frontera con Paquistán presenta un panorama caótico, pero en la lucha contra los ocupantes extranjeros participan miles de combatientes que no son talibanes.

En Portugal, en una pirueta típica de epígonos del poder, los analistas del Partido Socialista y los del del Partido Social Democrata (en realidad sus direcciones son de derecha) saludaron inicialmengte la agresión a Iraq como acto civilizatorio y la imaginaria «democratización» del país como victoria sobre el «terrorismo»— han dado ahora un giro de 180 grados y cambian el discurso. Ante la derrota, responsabilizan a Bush por ella, y califican de irresponsable la estrategia que antes identificaban como servicio a la humanidad.

Un general ®, que se exhibe en la TV y la prensa como especialista en estrategia militar, sobrepasa los límites del ridículo al contraponer al desastre americano en Iraq la necesidad de fortalecer en Afganistán las fuerzas de la OTAN que allí han asumido «la defensa del Occidente civilizado e democrático».

El general no percibe que en las montañas del Hindu Kush y en el valle del Hilmand se libra otra guerra perdida en la cual son los afganos quienes luchan por la libertad.

La desastrosa evolución de las larguísimas guerras asiáticas anunciadas después de los acontecimientos del 11 de septiembre produjo efectos opuestos a los entonces previstos por Bush y los estrategas del Pentágono.

La cruzada contra el terrorismo funcionó como estimulo a la expansión del terrorismo En e l plan interno iniciativas presidenciales han suprimido derechos y libertades garantizadas por la Constitución. El racismo se difundió por el pais ; el Congreso ,cediendo a presiones de la Casa Blanca, legalizó practicamente la tortura; empresas gigantescas , involucradas en fraudes financieras entraron en quiebra.

Solamente la guerra de Iraq ya consumió mas de 600 000 millones de dólares; actualmente devora 2000 millones por semana.

Afganistán es otra pesadilla para el contribuyente norte americano.
La situación financiera del pais empeora . La propaganda oficial se esfuerza por presentar el crecimiento del PIB como prueba de una economia saludable. Pero el argumento es capcioso. El déficit comercial ultrapasa todos los meses 60 mil millones de dolares. La deuda externa, la mayor del mundo aumenta .La deuda publica ,colosal, no para de crecer.

Los EE UU son hoy una nación parasita que consume mucho mas de lo que produce.

La fragilidad del dólar como moneda de referencia internacional es transparente .Iran ya informó que decidió optar por el euro en sus transacciones comerciales, renunciando al dólar. Otros paises petroleros prepáranse para imitarlo.

Si China y Japón cambiasen por euros sus reservas en dolares los EE UU irian a la insolvencia. Es obvio que no tomarán esa iniciativa porque ella provocaria un caos financiero mundial generalizado que los arrastaria. Pero la simple colocacion de la hipotesis ilumina da dimensión de la crisis estadounidense.

La situación existente a medio plazo es insostenible en la opinión de Joseph Stiglitz , Premio Nobel de Economia y ex - director del Banco Mundial.

Los analistas que atribuyen las dificultades financieras de los EE UU exclusivamente a la politica aventurera de Bush ocultan ra lealidad.La irracionalidad de la estratégia bushiana ,al llamar la atención para los crimines del imperialismo ,dificulta la percepcion de la gravedad y complejidad de la crisis del sistema capitalista.Trabajos sobre el tema de cuentistas politicos de prestigio internacional –István Meszaros, Samir Amin y Georges Labica son ejemplos expresivos – confirman que el capitalismo entró en una crisis estructural que lo llevará a su desaparecimiento.

Las guerras de agresión iniciadas bajo pretexto de combate al terrorismo- guerras que implantaron la barbárie y el caos en zonas del Medio Oriente y de Asia Central en donde se concentran grandes reservas de hidrocarburos son inseparables del desespero generado por el temor de la agonia del capitalismo.

El fin del sistema no tiene –repito- data en el calendário. Y seria un error
subestimar el enorme poder del imperialismo .

Pero el sueño bushiano de dominación universal y perpetua sobre la humanidad por el capitalismo tendra un desenlace de pesadilla.

Traducción de Marla Muñoz, ODIARIO.INFO