Mientras Cuba y Venezuela fortalecen su integración con la reciente firma de dieciseis nuevos acuerdos en las más diversas ramas de la actividad económica y de servicios, en Washington el gobierno de George W. Bush extrema su ojeriza contra dos naciones cuyos procesos revolucionarios considera "expresión inequívoca del mal".
Para la Casa Blanca tiene que constituir un dolor de cabeza que ambos pueblos latinoamericanos marchen por derroteros diferentes a los dictados desde la Oficina Oval, y se conviertan de esa manera en una alternativa cierta para quienes aún viven bajo el nocivo peso del neoliberalismo y la represión.
De ahí que los personeros oficiales norteamericanos insistan en concentrar sus ataques sobre Caracas y La Habana, y en ese tinglado se inscriben las recientes declaraciones de dos personajes del mundo del espionaje, el general Michael Hayden, director de la CIA, y John Negroponte, torturador y conspirador nato, director de inteligencia nacional. Durante un encuentro con una comisión senatorial especializada, ambos revelaron que el presidente George W. Bush ordenó "incrementar la atención sobre Cuba y Venezuela", considerados como "amenazas a la seguridad de los Estados Unidos".
Por su parte Negroponte recordó que su oficina nombró a un funcionario para "atender" precisamente a ambas naciones y que en el Departamento de Estado existe un "coordinador oficial" para ocuparse del retorno de Cuba a la "democracia".
El promotor de la violencia en Centroamérica durante la década de los ochenta y los noventa de la pasada centuria, añadió en su informe que con respecto a La Habana existe un "altísimo compromiso" de la Casa Blanca para provocar allí un cambio de régimen.
Por si fuera poco, la abogada e investigadora estadounidense Eva Goldimer, alertó públicamente por esos días que la administración de George W. Bush ha dedicado no menos de 26 millones de dólares para financiar a los sectores de oposición dentro de Venezuela, causantes de paros sectoriales, manifestaciones violentas, campañas mediáticas y hasta de un golpe de estado fascista contra el presidente legítimo Hugo Chávez.
Nada, que para el guerrerista en la Oficina Oval los sonados fracasos en Asia Central no bastan, y al parecer insiste en poner a prueba la resistencia de dos procesos revolucionarios cada vez más unidos y firmes en sus posiciones liberadoras y antiimperialistas.
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