¿Puede ser coincidencia que la enorme mayoría de miedos de comunicación, escritos, hablados y radiofónicos, pongan de relieve el tema de la torpeza mayúscula de Mazzetti, la eliminación de los eslabones más débiles de la cadena de mando y ¡por completo! obliteren todo lo referido a los topos sagrados que hay en Defensa y en la Cancillería y ni se refieran o pongan en tela de juicio las actuaciones lamentables de Javier Pérez de Cuéllar, Allan Wagner, Niño Diego García Sayán y de subalternos proditores como Fabián Novak Talavera? ¡En política no hay coincidencias! ¿Quiénes conducen estos miedos?: rábanos caviares. ¡Y encima apátridas!

La gerontofilia en Perú no es un fenómeno raro. Basta con ser viejo para concitar homenajes, reseñas, menciones, todas elogiosas y acríticas porque declinan tocar los temas esenciales del drama nacional para poner de relieve supuestos notables en las trayectorias del personaje de ocasión. Si el aludido, es muy mayor, entonces, no hay pecado posible ni traición aviesa que merezca la condena categórica y el mote unívoco: ¡miserable!

Si hay algo que mata a los peruanos, mucho más que el hambre o las broncas económicas, es su vocación perenne de Tartufo criollo que no repara en los medios sino en los fines. La hipocresía que bien demuestra a través de su personaje Moliere, es una parte componente de la personalidad peruana. Entonces, fingimos que no hubo traiciones, pusilanimidades, comportamientos aviesos, claudicaciones aberrantes, porque basta que alguien tenga cabellos níveos, forme parte del cogollo permisivo y adulador de las pandillas de turno, para tener televisión, diarios y radios que se encargan de limpiar todas las porquerías ambientes en el pasado más que sucio.

En Defensa hay un topo y traidor como Fabián Novak Talavera en el viceministerio. Lo protegen los miedos y ¡lo que es vergonzoso! el responsable de la cartera, Allan Wagner Tizón, protagonista de entreguismos patéticos en el pasado muy reciente con respecto a Chile. Pero a nadie pareciera preocupar semejante barbaridad contra la seguridad del propio Estado. En Cancillería guardan silencio, en el gobierno se hacen los bobos, aunque hay que entender que ello no comporta mucho esfuerzo a sus integrantes. Como los monitos célebres: no ven, no oyen, no hablan.

La complicidad rábano caviar es evidentísima como culposa. Tengo un gran respeto por los marxistas de diversa etiqueta. Ellos pelean por lo que consideran es una ideología vigente y se les ve en múltiples dinámicas desde una perspectiva sincera. Por quienes tengo un enorme desprecio es por los que se retratan como revolucionarios, a condición de tener dólares imperialistas en el bolsillo vía proyectos múltiples, siempre y cuando sean ellos los protagonistas y nadie más y sólo a condición que los cogollos conserven la pitanza y el buen vivir. Es la nomenclatura chola, de muy miope intelectualidad y epidérmica concepción inmediatista del trabajo social. No salen de talleres, foros, plantones, todo bien avituallado por moneda extranjera y practican un abominable espíritu de cuerpo que asemeja las endogamias de las viejas oligarquías: son primos, hermanos, socios, referidos, amantes, los del círculo privilegiado. Si se trata de resguardar al señor Pérez de Cuéllar, ilustre herramienta que Estados Unidos usó a su antojo en Naciones Unidas, pues le otorgan un aura de viejo sabio que no tiene, pero que se la fabrica fácilmente. ¡Total, no es posible olvidarse de la complicidad del veterano que hoy no se acuerda de las traiciones que firmó! La gerontofilia, el culto a los viejos, cohonesta todo.

Nada mata más el espíritu de un pueblo que su acriticismo. Su incapacidad de leer más allá de titulares engañosos o “artículos de opinión” mañosos y abstrusos y que son hechos para confundir y barnizar lo que son despropósitos mondos y lirondos. Es vergonzoso lo que ha ocurrido en Perú los últimos quince días: una víctima propiciatoria, Mazzetti, y un sacrificio de ella para echar toneladas de cemento a lo que debiera ser la gran polémica nacional contra los traidores de vieja y nueva estirpe. Mientra que Perú no se sacuda de estas neumáticas de silencio cómplice, persistirá aherrojado a modelos entreguistas, claudicantes, históricamente malos.

En esa malhadada maniobra la rabanería caviar ha demostrado su capacidad apátrida. Antes, es curioso, recordarlo, el diario de la antipatria, cuando la guerra con Chile, había dicho: ¡Primero los chilenos que Piérola! Y sus descendientes, repiten lo mismo, sólo que con dólares, viajes al por mayor, diplomas de por medio y una mediocridad descastada similar o peor.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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