Tal comparación está entre las conclusiones de dos científicos de la Universidad de Minnesota, para quienes "ampararse en los biocombustibles debe exacerbar el hambre mundial".

Los economistas Ford Runge y Benjamil Senauer se suman a un debate de gran actualidad, que se disparó con el plan del presidente George W. Bush de potenciar la utilización de biocombustibles para recortar la dependencia de Estados Unidos del petróleo y sustentar aquella sociedad de consumo y derroche.

Según estos académicos, si los precios de los alimentos básicos subieran por las demandas de biocombustibles, el número de personas con inseguridad alimentaria crecería en más de 16 millones por cada porcentaje de aumento real en los alimentos.

Bajo esta óptica, el presidente cubano Fidel Castro tituló "La internacionalización del genocidio", el segundo artículo de su cosecha sobre un asunto que tiene a Estados Unidos y Brasil como socios estratégicos en un plan cuyo alcance puede tener repercusiones planetarias.

Luego de su reciente visita a Brasil, y antes de recibir al presidente Lula da Silva en Camp David, Bush se reunió en la Casa Blanca con los directivos de los principales consorcios estadounidenses fabricantes de automóviles, para relanzar la tecnología del uso combinado de combustibles fósiles y biológicos.

En los propios Estados Unidos tales propósitos ya tienen efectos indeseados, como lo señaló el diario The New York Times en un editorial que preconiza la ruptura del balance agrícola de la Unión, ante el desmedido interés de los agricultores por el maíz en su afán de obtener ganancias rápidas. El Times reveló que este año los agricultores norteamericanos sembrarán de maíz 36,6 millones de hectáreas, es decir, 4,8 millones más que el año pasado, la mayor área destinada a ese cultivo desde 1944. Entretanto, las tierras destinadas a la soya disminuirán en más del 10 por ciento y lo mismo ocurrirá con el trigo y el algodón, agrega el diario.

El peligro apunta no solo a la producción de cereales para las necesidades internas y la exportación. También reconoce el riesgo de que tierras sujetas a un programa federal de protección del medio ambiente sean explotadas para estos fines.

Se trata de unos 15 millones de hectáreas que fueron reintegradas a la naturaleza por ser muy montañosas, húmedas, o reservas de flora y fauna, que son conservadas con fondos aportados por los contribuyentes.

La producción de etanol a partir del maíz reemplazará una pequeña fracción del petróleo que utilizamos y si eso se realiza al precio de una nueva locura en busca de tierras cultivables, será mayor la pérdida en conservación que la ganancia en independencia energética, afirma el influyente diario neoyorquino.

Sumado a la discusión, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, alertó que países centroamericanos pudieran estar otra vez condenados al monocultivo de imponerse en la región la estrategia energética de Bush.

Ortega denunció que las consecuencias inmediatas, además de ecológicas, derivarán en el aumento de los precios de las tierras, fertilizantes, maquinarias agrícolas, así como de los alimentos básicos.

Las entregas de soya, avena, maíz y trigo, para entrega en mayo, ya escalaron sus precios en el mercado internacional, lo que puede iniciar una espiral alcista comparable a la del petróleo, y sujeta además a los vaivenes de la especulación, siempre en detrimento de los países más pobres y necesitados.

Basta imaginar las consecuencias para decenas y decenas de naciones del Tercer Mundo que, como indicó el líder cubano, "no producen hidrocarburos y no pueden producir maíz y otros granos, ni semillas oleaginosas, porque el agua no les alcanza ni para cubrir sus necesidades más elementales."

La vía del presidente Bush para la "independencia energética" de EE.UU., en resumen, puede resultar una ruta suicida para el planeta, con implicaciones en la alimentación de millones de seres humanos, con secuelas adicionales al cambio climático en curso, que bajo la óptica de la Casa Blanca lucen menos importantes que llenar los tanques de las limusinas de Washington y Nueva York.

Agencia Cubana de Noticias