Esa variante de guerra irregular persiguió el doble propósito de sembrar el terror entre las familias campesinas y frenar de ese modo su creciente apoyo a la Revolución, y contar a su vez, con una fuerza militar interna para sumarla a una futura invasión.

Bosch llegó a estar varias semanas alzado en El Escambray, hasta que decidió era más útil -y cómodo, así como menos peligroso- marchar a Estados Unidos y desde allí continuar su guerra sucia.

Aunque ya desde el primer año del proceso revolucionario aparecieron bandas armadas mercenarias en diversas serranías del país, fue a partir del año 60 cuando el bandidismo se convirtió en uno de los principales instrumentos de subversión utilizados contra Cuba por el gobierno norteamericano.

Lo anterior ha sido corroborado mediante documentación desclasificada y publicada en Washington, mediante la cual queda probado que la CIA estimuló, organizó, dirigió, abasteció y apoyó de manera directa tal variante terrorista.

Durante casi seis años actuaron a todo lo largo del territorio nacional un total de 299 bandas armadas que agruparon a tres mil 995 alzados.

Estos grupos, que en determinado momento operaron en todas las provincias, asesinaron a alfabetizadores, maestros voluntarios y familias completas; incendiaron poblados, destruyeron y saquearon decenas de escuelas, tiendas del pueblo, cooperativas, plantaciones cañeras y otros bienes. Su acción violenta costó a la Isla más de mil millones de pesos, sin contar los cuantiosos gastos ocasionados por las operaciones militares.

En la lucha librada por el pueblo contra esos forajidos se registraron 549 víctimas mortales y más de tres mil heridos, entre combatientes caídos en las operaciones y civiles asesinados.

Particular prioridad concedió la Casa Blanca a la promoción del bandidismo después de la aplastante derrota sufrida en abril de 1961 por sus enviados en las arenas de Playa Girón (Bahía de Cochinos ). Este nuevo esfuerzo imperial formó parte de la Operación Mangosta, nombre conocido del denominado " Proyecto Cuba ", ordenado por el presidente Kennedy y consistente en un replanteamiento completo de la guerra encubierta contra la Antilla Mayor.

En un documento fechado el 14 de marzo de 1962, quedan establecidas las premisas de la referida operación, entre ellas: "Al emprender el objetivo de provocar el derrocamiento del gobierno en cuestión (el de Cuba), Estados Unidos hará un uso máximo de los recursos nativos, tanto internos como externos...

En la medida en que se desarrollen dichos recursos nativos, serán utilizados para preparar y justificar esa intervención, y después para facilitarla y apoyarla."

La Operación Mangosta fue discontinuada oficialmente en enero de 1963, tres meses después de la llamada Crisis de los Misiles. En sus 14 meses de vigencia se registraron cinco mil 780 acciones terroristas contra la Isla, de ellas 716 sabotajes de envergadura contra objetivos económicos.

No obstante, en los años siguientes continuaron a igual ritmo las infiltraciones de grupos terroristas, incursiones aéreas, ataques de embarcaciones piratas y atentados contra comercios, fábricas, almacenes, plantaciones agrícolas y otros objetivos sociales.

La participación directa de Estados Unidos en el apoyo a las bandas mercenarias no solo quedó probado en decenas de documentos, también en las declaraciones formuladas por los oficiales de la CIA Austin Frank Young, Peter John Lambton y Richard Allen Pecoraro, capturados en diferentes momentos en territorio cubano, cuando cumplían la misión de supervisar la situación de las bandas que operaban en las montañas.

Ahora, con el binomio Bosch-Posada libre en las calles de Miami, y el creciente clamor internacional a favor de que paguen por sus crímenes, resulta oportuno recordar el bandidismo como la variante terrorista más sangrienta practicada contra Cuba, y aparezca también en la voluminosa cuenta criminal de ambos sujetos protegidos de los Bush.

Agencia Cubana de Noticias