Tu libro tiene un subtítulo muy provocativo: “El golpe de Estado permanente”. ¿Quieres explicarnos por qué ese subtítulo?

Quería poner el énfasis en el hecho de que el Banco Mundial ha apoyado durante toda su historia a muchos regímenes dictatoriales aliados de Estados Unidos o de las potencias imperialistas que con Estados Unidos participan en la dirección del Banco Mundial, del FMI... Hablo de Inglaterra, Francia, Alemania, Japón y algunas potencias imperialistas menores.

Quería subrayar que el Banco Mundial ha apoyado a regímenes dictatoriales o ha participado en la desestabilización de regímenes democráticos. Por citar algún ejemplo ahora, explico en el libro cómo el Banco Mundial contribuyó a desestabilizar el régimen de Joao Goulart, en Brasil, a inicios de los sesenta; cómo suspendió los préstamos al régimen de Salvador Allende en Chile también a inicios de los setenta; cómo suspendió la ayuda al régimen sandinista en los años ochenta.

El Banco Mundial, que parece ser un instrumento bastante ineficaz para el desarrollo según la opinión mayoritaria de los comentaristas, en realidad es un instrumento de la política exterior de Estados Unidos y una institución que interviene directamente en la vida política de los países miembros del Banco Mundial.

Hablo de la vida política de los países del llamado Tercer Mundo, porque el Banco Mundial no interviene en la vida económica y política de Estados Unidos, de Bélgica o de España... Esa es la idea de “golpe de Estado permanente”. Y se puede añadir una idea más: a través del chantaje de la deuda exterior, el Banco Mundial interviene en las decisiones ordinarias de los gobiernos de los países endeudados.

Para seguir con los ejemplos, cuando, en 2005, el actual presidente de Ecuador, Rafael Correa, era ministro de Finanzas, estableció una política que consistía en utilizar la mayor parte de los ingresos del petróleo para gastos sociales; el Banco Mundial exigió terminar con esa política, el ministro se negó a hacerlo y bajo la presión de sus colegas tuvo que dimitir. Fue una intervención exterior del Banco Mundial, en este caso conjuntamente con el Fondo Monetario Internacional, que logró la renuncia de un ministro.

Vamos a decirlo de una manera suave: ¿crees que la indiferencia del Banco Mundial en cuanto al respeto de los Derechos Humanos y la democracia sigue existiendo hoy, que no es una historia del pasado sino del presente y quizá del futuro?

Sí, esa indiferencia, en la práctica, sigue existiendo. Hay, sin embargo, un cambio muy importante a nivel de discurso.

Ahora el Banco Mundial integra la cuestión de los Derechos Humanos en su discurso, incluso de manera muy viva, en su política de comunicación pública o en su política para recuperar, cooptar, organizaciones de la llamada sociedad civil (ONGs, etc. Aunque en realidad el Banco Mundial gasta sólo una parte mínima de su dinero en apoyar proyectos de ONGs en el sector de las mujeres, de la salud, de la educación).

Supuestamente busca promover la implementación de los Derechos Humanos. Pero, en conjunto, sigue con una política macroeconómica que implica el no respeto de los Derechos Humanos tal y como son definidos en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 o en varios pactos y tratados internacionales, como el Tratado sobre los Derechos económico-sociales y culturales del año 1966.

La política macroeconómica del Banco Mundial significa más privatizaciones en los países en desarrollo, y privatización quiere decir por una parte que empresas estratégicas de los países endeudados son compradas por las transnacionales del Norte, y por otra parte implica privatizar la salud, la educación y otro tipo de servicios fundamentales como correos, telecomunicaciones, distribución de agua... Eso, de manera evidente, como indica la experiencia, es totalmente contradictorio con la implementación de los Derechos Humanos a nivel planetario.

¿Y en cuanto a la democracia, crees que el Banco Mundial sigue apoyando o va apoyar en el futuro a regímenes dictatoriales en los que no se respeten las libertades políticas?

El Banco Mundial apoya dictaduras, eso está claro. Pakistán, por ejemplo, que es un “cliente” según las terminología del Banco Mundial, un “cliente mayor”, es una dictadura militar, y ciertamente un aliado estratégico de Estados Unidos en la región. Podríamos tomar también el caso de Turquía, que no es una dictadura militar pero donde hay una clara ausencia de respeto de los Derechos Humanos y de los derechos políticos, por ejemplo de los kurdos. Turquía es un país que siempre ha sido “cliente” del Banco Mundial.

O en África, el Chad, un país sometido a la dictadura militar de Idriss Déby; el Banco Mundial está allí porque hay petróleo y las empresas transnacionales norteamericanas tienen importantes intereses en esa región. Es evidente que el Banco Mundial está ahí auxiliando la política de inversión de esas transnacionales del petróleo.

La actuación futura del Banco dependerá de la estrategia de Estados Unidos. Algunos analistas piensan que, al menos en una parte de Asia, la estrategia de Estados Unidos vuelve a ser de apoyo directo a dictaduras.

Un segundo subtítulo del libro, “La agenda oculta del Consenso de Washington”, da a entender que existió desde el principio, desde la constitución del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional una mala voluntad oculta, una intencionalidad de constituirse en un elemento de dominación.

Al hablar del Consenso de Washington lo hago de las políticas aplicadas de manera generalizada desde los años 1989 y 1990, cuando nació ese concepto. ¿Qué quiero decir con ese subtítulo? Pues subrayar que la parte escondida de esas políticas contempla una visión de alcance planetario para reconquistar todas las economías, inscribiéndolas en el sistema capitalista, y establece una coherencia en el tipo de recetas que se imponen con tal propósito.

Yo explico en mi libro, por ejemplo, que el tipo de política aplicada dentro del marco del ajuste estructural impuesto por el Banco Mundial y el FMI ya había nacido en los años sesenta, pero con el Consenso de Washington lo prioritario en las medidas de reforma son las privatizaciones, y en los años noventa y hasta el 2000 se produce una gran ola de reconquista por parte de las grandes transnacionales, que adquieren el control de los recursos naturales de los llamados países en desarrollo, y también el de sus ejes estratégicos tanto a nivel industrial como a nivel de servicios. Este sesgo es relativamente nuevo y forma parte de toda una estrategia coherente con la intención que he señalado.

¿Más allá del tema de las privatizaciones y de la voluntad de apropiación de los recursos de los países en vías de desarrollo, podrías especificar cuáles son las líneas maestras de los Planes de Ajuste Estructural?

Sí, claro. Hay dos niveles en el Ajuste Estructural.

Por una parte se imponen medidas de choque; en general, las medidas de choque consisten en devaluar de manera brutal la moneda de un país en desarrollo y aumentar de manera brutal la tasa de interés interna. Por ejemplo, la moneda de los países del África francófona -países que tienen una moneda común, CFA- fue devaluada en un 50% en enero de 1994. La moneda de Brasil, el real, fue devaluada en un 44% en el año 1999.

Todas estas brutales devaluaciones tienen como objetivo teórico aumentar la competitividad en el mercado mundial de los países endeudados, para aumentar sus ingresos por exportación y así asegurar el pago de la deuda externa.

La elevación de la tasa de interés interna supuestamente sirve para atraer capital exterior, pero en realidad desemboca en una recesión general, porque el consumo baja como consecuencia de dos cosas: por la devaluación, que aumenta los precios internos porque muchas mercancías son importadas, y porque la gente no tiene ya acceso a los préstamos porque la tasa de interés interna ha aumentado.

Los pequeños-medianos productores, incluso en ocasiones hasta los grandes productores nacionales, no pueden aumentar la inversión porque la tasa de interés interna es demasiado elevada. Todo eso provoca una cadena de quiebras, tal y como hemos visto en el sureste de Asia en 1997-1998, quiebras de bancos y quiebras de empresas industriales y de servicios.

Estas son en general las medidas de choque, que desembocan en un desastre: recesión y aumento del desempleo. Por ejemplo, volviendo al sureste asiático, tras seis meses de aplicación de las políticas del FMI y del Banco Mundial, de finales del 97 a inicios del 98, 23 millones de personas se quedaron sin empleo.

¿Y después de las medidas de choque?

Las medidas estructurales tienen como eje principal la apertura de la economía de los países en vías de desarrollo. Eso implica suprimir o suavizar sus barreras aduaneras y permitir las importaciones sin aplicarles impuestos, lo que pone en competencia a los productores locales con los productores del mercado mundial; en general ese proceso termina con la quiebra de muchos productores locales. También se suprimen las barreras al movimiento de capitales.

La posibilidad de sacar del país esos capitales, extranjeros o nacionales, tiene como objetivo aumentar las inversiones extranjeras, pero en realidad lo que hace es entregar el país a la voluntad del capital internacional, que puede entrar y salir cuando quiere, incluso organizando ataques especulativos contra el propio país que lo acoge (eso se hizo contra México en 1994-1995; contra los países asiáticos, como acabo de mencionar; contra Brasil, Argentina, Turquía, hace poco contra Tailandia). Y además permite a los capitalistas del sur legalizar la fuga de capitales.

Ahora ya no se puede hablar de fuga de capitales, es algo totalmente legal; pueden colocar libremente sus capitales en los mercados financieros del Norte. Aunque ya lo he citado, un aspecto especialmente negativo consiste en la privatización de empresas estratégicas, tanto si son empresas que operan sobre recursos naturales como si pertenecen al sector servicios. Hay una gran presión para privatizar la distribución del agua, la producción y distribución de electricidad, el correo, las telecomunicaciones...

Todo tiene que ser privatizado... esa es la política del Banco Mundial y del FMI. Ello implica también la exigencia a los pobres del pago por servicios básicos, como la educación y la salud. Hace veinte años, en África, el acceso a los servicios básicos de la salud, a los medicamentos básicos era casi gratuito. La nueva política consiste en exigir el pago de esos servicios de salud. Las familias tienen que pagar al maestro de primaria en la pequeña escuela de la aldea. Este es un elemento fundamental de la política estructural.

¿Y en cuanto a la política fiscal?

A nivel de impuestos las medidas empujan a suprimir los impuestos progresivos y aumentar de manera tremenda los impuestos indirectos, como el IVA. En África del oeste hay una tasa única de IVA del 19%, incluso sobre el servicio de agua o de luz.

Estas políticas aumentan de manera estructural la subordinación de las economías del Sur a los capitales del Norte, pero son favorables a las clases capitalistas locales del Sur, que aumentan su carácter rentista. Como consecuencia, aumenta la desigualdad dentro de los países del Sur y se excluye a una parte todavía mayor de la población respecto a servicios básicos.

¿Quiere eso decir que los planes del BM y del FMI, en vez de lograr que disminuya la pobreza, en realidad hacen que aumente?

Efectivamente, podemos afirmar que hay un aumento de la pobreza en los países del Sur a pesar de las afirmaciones contrarias del Banco Mundial.

¿Cuál es el impacto de las políticas del Banco Mundial (y del FMI, claro, pues no podemos dejar de lado a esta institución), en las posibilidades de autoabastecimiento alimentario de los países del sur?

Esto es muy importante. La política del Banco Mundial, desde su inicio a finales de los años cuarenta, y en relación a su supuesta voluntad de desarrollar los países del Sur, estaba orientada a aumentar sus exportaciones, tanto de materias primas como de productos agrícolas. ¿Qué implica esto por ejemplo para África?

África, hasta inicios de los sesenta era autosuficiente en producciónde cereales para alimentar a la población, pero ahora África es importadora neta de cereales.

Bajo las recomendaciones del Banco Mundial y de otros organismos internacionales, África aumentó su producción de productos agrícolas de exportación, tipo café, té, cacao, algodón, etc., y disminuyó su producción de cereales con el argumento de que los cereales se producen mejor en regiones del Norte con clima templado, y que los países del Sur podrían intercambiar de manera ventajosa para ellos sus productos tropicales contra los productos del Norte, sobre todo cereales.

La consecuencia es que regiones enteras del Sur redujeron su soberanía alimentaria, es decir, no son capaces de alimentar a su población, sino que dependen de las importaciones de cereales y de sus exportaciones de productos tropicales.

Frente a este panorama, ¿existen alternativas?

Por supuesto. La necesidad de plantear alternativas ha sido afirmada en las luchas de masas... ya en los años ochenta hubo un levantamiento contra planes que defendía el Banco Mundial: en 1984 en la República Dominicana; el 27 de febrero de 1989 con el levantamiento en Caracas contra el FMI.

Ha habido numerosas protestas populares contra las políticas impuestas por el Banco Mundial y el FMI.

De ahí que, en particular en América Latina, se han elegido democráticamente gobiernos que han puesto en práctica políticas independientes del Banco Mundial y del FMI, políticas que están más allá de la lógica capitalista neoliberal. Me refiero a la elección de Chávez en 1998 y a su reelección reciente, a la de Lula, de Tabaré Vázquez en Uruguay, de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina, podemos tammbién incluir a Ortega en Nicaragua...

Ahora, en casi la mayoría de los gobiernos de América Latina se expresa a nivel retórico un rechazo de las políticas defendidas por el Banco Mundial. A nivel real yo diría que los países que de verdad implementan políticas que se distancian de manera radical del FMI y del Banco Mundial son Venezuela, Bolivia y, quizá Ecuador, es pronto para saberlo. Porque del lado de Brasil, Uruguay, Chile o Argentina, la ruptura con la política del FMI y el Banco Mundial es muy liviana, en realidad ni siquiera puede hablarse de ruptura. Eso es muy claro en el caso de Lula y Tabaré Vázquez. Lula mantiene una tasa de interés super alta, no hay ningún control sobre movimientos de capital, el Banco Central continúa totalmente autónomo del gobierno y del poder legislativo, y se pone en práctica una política asistencial dentro del marco de las políticas recomendadas por el Banco Mundial. En cambio, en Venezuela y Bolivia hay un elemento central de ruptura con la política del Banco Mundial y del FMI, que son las renacionalizaciones o desprivatizaciones. Renacionalización de los recursos naturales por parte de Bolivia, y en Venezuela la renacionalización de CANTV a nivel de telecomunicaciones y anuncio de la renacionalización del sector de la electricidad, además de la toma del control de las empresas públicas que se produjo en el 2002-2003.

Es un inicio de ruptura con el marco general de la política del Banco Mundial. Vamos a ver lo que ocurre con la deuda, porque Venezuela sigue pagando su deuda externa y transfiere hacia sus acreedores una cantidad muy importante de recursos. Vamos a ver si en el futuro también a este nivel Venezuela, Bolivia y Ecuador van a tomar medidas hacia una política más coherente con su orientación.

Chávez, Evo Morales, Kirchner y Rafael Correa se declararon a favor de la creación de un Banco común del Sur y se anunció oficialmente la creación de tal Banco, después de una reunión entre Kirchner y Chávez. ¿Qué papel debería desempeñar este banco?

Los países del Sur están en condiciones de salir del Banco Mundial y del FMI y de reunirse en un Banco del Sur multilateral para apoyar proyectos dentro del marco del socialismo del siglo XXI. Es decir, proyectos que no tienen nada que ver con el desarrollo capitalista de sus economías sino con el desarrollo del sector público, y también a nivel de cooperativas, comunidades indígenas... Esa es una posibilidad, aunque hay otra, que es tener un Banco público del Sur que potencie un supuesto desarrollo capitalista nacional del Sur, y eso no constituye una alternativa.

Lo que se precisa es un Banco del Sur situado dentro del marco de una ruptura, es decir, una verdadera alternativa. La coyuntura económica y política actual favorece este tipo de alternativa. Las condiciones de América Latina son mucho más favorables que durante la década perdida de la crisis de la deuda en los años ochenta. Hay posibilidades económicas y hay una voluntad política de la mayoría de los pueblos de América Latina para una ruptura radical con el sistema capitalista. El problema central es la cuestión de la voluntad política. De manera evidente, Lula y Tabaré Vázquez no tienen esa voluntad política, mientras que Chávez, Morales y Kirchner, y probablemente Correa, se inclinan hacia la ruptura.

En cualquier caso, y dado el elevado déficit estadounidense y su repercusión sobre el dólar, que seguirá bajando, se necesita un frente de países del Sur que puedan situar sus reservas en un Banco propio y no tenerlas invertidas en bonos del tesoro de Estados Unidos. Un banco del ALBA, capaz financiar proyectos comunes en infraestructuras, en la industrialización, en la transformación de las exportaciones, atento al desarrollo del mercado interno. Un Banco así sería un instrumento muy importante para el proyecto de desarrollo del socialismo del siglo XXI.

Una última cuestión. Tu libro no trata exclusivamente de aspectos económicos relacionados con las políticas del Banco Mudial, sino que aborda también cuestiones de naturaleza política. No es un libro técnico, a pesar de la cantidad de datos económicos que contiene.

Ciertamente está escrito desde un punto de vista político.

La parte económica ha sido casi siempre muy importante en mi trabajo, aunque nunca he dejado de tener en cuenta los factores políticos y geoestratégicos; pero en el caso de este libro sobre el Banco Mundial se trata sobre todo de política y de geoestrategia.

El Banco Mundial no es una institución con fines principalmente económicos, sino un instrumento de la política exterior de las grandes potencias, encabezadas por Estados Unidos. Este libro está basado en un trabajo de investigación hecho a partir de una amplia documentación del propio Banco Mundial.

Leí más de 15.000 páginas de documentos, así que el lector puede encontrar en el libro argumentos y hechos poco conocidos pero cuyas fuentes se encuentran en la propia documentación del Banco...

Estudiando de manera muy crítica esos documentos he podido sacar a la luz cosas que nunca habían sido escritas, por ejemplo que el Banco Mundial, a inicios de los sesenta, obligó a los países africanos que habían alcanzado la independencia a asumir la deuda contraída por Gran Bretaña, Francia y Bélgica para explotar los recursos naturales de los países colonizados, lo que constituye una deuda odiosa que no debía haber sido pagada.

También muestro la importancia del impacto de la revolución cubana en 1959-60 sobre la política de Estados Unidos y del Banco Mundial en América Latina al producirse la victoria de la revolución. Hay documentos que revelan cómo en el seno del Banco Mundial se tomaba en cuenta, y muy en serio, el peligro del contagio revolucionario en América Latina.

El libro demuestra fehacientemente, por ejemplo, que en sus primeros 17 años de existencia, el Banco Mundial no concedió ni un solo préstamo para escuelas o para el abastecimiento de agua y tratamiento de residuos. O revela el doble discurso del Banco Mundial comparando las declaraciones oficiales de la institución con sus memorándums internos.

En fin, creo que no es exagerado decir que este libro ofrece muchos análisis novedosos que no hace falta citar en este momento, pero que el lector puede descubrir por sí mismo.

Por MIGUEL RIERA
 Revista El Viejo Topo, Barcelona, España.