Upally ¡Calla, no denuncies!, esta ha sido la consigna de menos de una decena de familias propietarias de los grandes medios de comunicación en el Ecuador, vinculadas además a los partidos políticos tradicionales, a las empresas transnacionales y a la banca privada, que, escudadas en la manoseada “libertad de expresión”, monopolizan la información. Para ello, desde la radio, prensa y TV erigen como conductores y hacedores de la “opinión pública” a vacas sagradas como Jorge Ortiz, Carlos Vera, Diego Oquendo, Jorge Rivadeneira, César Montúfar, etc.

Afortunadamente, los ecuatorianos hemos empezado a identificarlos como defensores de los intereses de grupos económicos como los hermanos Isaías, prófugos de la justicia por la quiebra del Filanbanco; hemos empezado a cuestionar su tan cacareada imparcialidad y objetividad pues, si nos percatamos de quienes -en una suerte de carrusel- son entrevistados en los noticieros de la TV, en los espacios radiales y en las primeras planas de los periódicos nos percataremos de que no pasan de medio centenar y que muchos de ellos son coidearios y actores políticos de la vieja partidocracia que pugna por mantener el sistema.

En una hojeada a periódicos como El Comercio (el cual sólo recomiendo leer cuando se necesiten ver los anuncios clasificados), Hoy, El Universo, revistas como Vistazo y Vanguardia volveremos a encontrar a estos supuestos “orientadores de opinión”, cultores del rating cuya credibilidad está en entredicho pues han confundido la libertad de expresión con libertad de empresa al hacer una ecuación perversa entre el ejercicio periodístico y el libre mercado.

Un rápido zaping por los canales de la TV ecuatoriana nos revelará una ausencia total de producción nacional de calidad; encontramos programas como “Vamos con todo” de Telesistema, “Noche a noche con Marian” de Canal 1 o “Simplemente Mariela” de TC Televisión que los entendidos denominan prensa rosa; películas y series enlatadas de procedencia estadounidense que incitan a la delincuencia, al sexo y la violencia, telenovelas mexicanas y venezolanas recicladas, noticieros sensacionalistas y de crónica roja como “El noticiero” de TC Televisión, espacios deportivos dedicados íntegramente al fútbol como si fuera el único deporte que se practica en nuestro país, en detrimento de programas infantiles educativos en los que el Chavo del Ocho resulta ser ya un dinosaurio.

Un paseo por el dial de la radio no será más alentador, pues a más de los espacios deportivos dedicados a los equipos del Astillero (Barcelona y Emelec) o la LDU de Quito, nos encontraremos con programaciones musicales con saluditos incluidos en las que poco o nada se difunde nuestra música ecuatoriana; programas de charlatanes rosacruces, prédicas de pastores evangélicos que hablan en portuñol ofreciendo el reino de Dios, programas de “cachos” en los que se denigra a las mujeres, a indígenas, afroecuatorianos, minorías sexuales, etc.

Una mirada al Extra, el periódico de mayor tiraje en el Ecuador, cultor del sensacionalismo, el morbo y la sangre, nos hará concluir -parafraseando a Marx- que los grandes medios de comunicación se han convertido en el opio de los ecuatorianos.

¿Cómo romper el monopolio de la información?

La Asamblea Nacional Constituyente con plenos poderes es una oportunidad para que todos los ecuatorianos tengamos acceso no sólo a la radio, prensa y TV sino también al internet, para ello es menester democratizar la información confiscando las frecuencias y devolviéndolas a manos del soberano, de los indígenas, estudiantes, obreros y campesinos.

Es necesario también convencernos de que el acceso a la información es un derecho humano y por lo tanto debemos exigir una información profesional y de calidad que busque sobre todo educar al pueblo a más de entretener y divertir, para lo cual es fundamental reactivar la Radio Nacional del Ecuador, crear una TV estatal e impulsar las iniciativas de los comunicadores populares y alternativos a fin de producir programas sobre historia, arte, cultura, literatura, turismo, medio ambiente, agricultura etc.

Sugiero crear un fondo especial desde el Ministerio de Economía para que sea la Secretaría de Información quien destine estos fondos para hacer realidad estos proyectos, además de formar veedurías ciudadanas para desechar la basura informativa y hacer efectivos nuestros derechos en la Tribuna de Consumidor.

Es de prever que el poder económico detrás de las cámaras de TV, micrófonos y laptops de estas vacas sagradas trate de secuestrar aún más la libertad de expresión; en contraparte encontrarán un pueblo movilizado, que, al igual que a la partidocracia y a los banqueros corruptos, los repudia.

Será tarea del pueblo ecuatoriano cavar la fosa de estos cadáveres periodísticos negándose a ser parte de su audiencia. Sólo así nunca más nos volverán a decir Upally, calla no denuncies.