Ataviado con su camisa rojiverde, con las siglas del Partido Suciedad Patriótica (PSP) en la pechera, Lucio Gutiérrez se presentó en una plazoleta de España con el objetivo de promocionar a los candidatos representantes de los inmigrantes por la lista tres.

Centenares de compatriotas disipaban su fin de semana jugando ecuavoley, indorfútbol y una partida de cuarenta. Manuel Chuji, inmigrante oriundo del Tena, advirtió sobre la presencia del dictócrata en voz baja.

 Adivinen, adivinen quién acaba de llegar...
 Cuente, cuente Manolito, interrogaron a coro un grupo de ecuatorianas que habían sacado a pasear a los guaguas.
 ¡Quién más ha de ser!: El traidor del Lucio Gutiérrez.

La novedad se corrió de boca en boca. Una reducida comitiva de partidarios gritaban a voz en cuello: “Esta vez, vota otra vez por la tres”. El coronelillo se extrañó al ver que nadie respondía a su saludo: “Tal vez es porque no se acuerdan de mí” se dijo en su vanidad y se encaminó al ladito de la cancha de fútbol.

De repente, centenares de compatriotas lo rodearon como moscas, como pulgas, como piojos, haciendo un cerco militar. ¡Ajá, me han reconocido! Pensó en su vanidad.

Manuel Chuji se acordó de sus tiempos de guerrero, el olor de la selva amazónica volvió a hinchar sus pulmones y sintió tensarse sus sienes.

 ¿Qué haces aquí ladrón, sinvergüenza, perro de Bush y testaferro de los ricos? ¿Acaso no nos acordamos que por tus canalladas tuvimos que irnos del Ecuador? Aura ¿otra vez nos vas a mentir? Lárgate hijo de... ¿Acaso no sabemos de tus negociados, que traicionaste hasta a tu mujer con tu secretaria y que te abriste de patas a los gringos?

De repente alguien lanzó una botella, llovieron palos y piedras mientras se escuchaba: “¡Viva el Presidente Correa! ¡Viva la Asamblea Nacional Constituyente!” Y hasta pidieron a la policía española que lo apresaran por ladrón.

 No sabía que aquí en España también ha habido infiltrados del MPD, le comentó a un fulano simpatizante. ¡Forajidos migrantillos!, atinó a gritar con desprecio e impotencia Manuel Chuji le increpó: ¿No contento con joder nuestro país tienes la cara de palo de venir a jodernos aquí? Agradece que estamos en España, de lo contrario te daríamos tu merecido. ¡Coño conchetumadre!” ¡Lárgate a la casa del palo horizontal donde se asegura la vela del barco, y no vuelvas nunca más!

¡Con el dictócrata ni cagando!, gritaban iracundos los ecuatorianos, y Lucio Gutiérrez tomó las de Villadiego en medio de sonoras pifias.