El alto grado de marginación en las zonas indígenas tradicionales contrasta con la prosperidad en las modernas zonas agrícolas que atraen inversión, agua y tecnología; el origen de este desequilibrio es la globalización que integra sólo a algunos territorios y no al país en conjunto.

Esa desigualdad pone el dedo sobre la incipiente democracia mexicana que, promovida por el consenso de Washington, no da resultados sociales y por lo tanto no debe continuar, sostiene Adolfo Sánchez Almanza, especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México en pobreza.

Desde los municipios surgen focos rojos para el gobierno como el avance de la pobreza en México, que aqueja a 49 millones de mexicanos. “Reconocer oficialmente que la mitad de la población está en pobreza es algo grave, no sólo desde el punto de vista de la ética, la moral y la equidad, sino desde el económico”, enfatiza el académico.

El modelo económico neoliberal, que favorece la inequidad y la falta de fiscalización de los recursos pertenecientes al Ramo 33. La expresión más completa de la política neoliberal mexicana es la pérdida del 70 por ciento de la capacidad adquisitiva del salario mínimo de 1975 a la fecha, que impide a una familia reproducirse como establece la Constitución.

La falta de transparencia en los recursos que aporta la Federación al Ramo 33 del presupuesto nacional, destinado a crear infraestructura en los municipios, permite a menudo que su liberación sea lenta o sea manipulada por el gobierno federal y los gobiernos estatales no puedan hacerla llegar oportunamente a los más necesitados; además de que los congresos locales no tienen la oportunidad de intervenir, porque los municipios son soberanos y eso da como resultado el desvío de recursos públicos.

En este complejo panorama de causas y efectos de la pobreza e inequidad, las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, apuntan a Veracruz como el estado con mayor marginación entre 1970 y 2006. Fue en esa década cuando la riquísima entidad costera entró en una fase de recesión económica y sus actividades productivas tradicionales (agricultura, ganadería, floricultura, silvicultura y recursos forestales) enfrentaron una grave crisis.

Así, en 35 años, Veracruz avanzó 10 posiciones en el índice de marginación y como ejemplo están las zonas rurales de Tantoyuca y Papantla. Este último municipio, que en 1970 ocupaba el lugar 2 mil 114 en el índice nacional de marginación, ahora está peor, con el sitio 2 mil 440.

El tradicional núcleo de marginación se ha concentrado en los estados de Chiapas, principalmente en los municipios de Chilón, Ocosingo, Las Margaritas, Oxchuc, Chenaló y San Juan Tantuc, y en Guerrero, los municipios de Metlatónoc y Chilapa de Álvarez. Le siguen Oaxaca y Veracruz, todos con zonas muy atrasadas con la constante de que son regiones indígenas de difícil acceso, alejadas de las vías de comunicación, muchas en zonas de selva, sierra o desierto.

En contraste, los municipios de Puebla y Monterrey o las nuevas zonas agrícolas de Sinaloa y Sonora han tenido un auge económico y productivo en los últimos años porque generan empleo y atraen inversiones.

Los antecedentes del desequilibrio actual se remontan al abandono de la política de desarrollo regional en México desde hace años. Así lo evidencia el estudio Regiones Medias de México, que realizan académicos del Instituto de Investigaciones Económicas y que examina la trayectoria histórica de las 154 regiones del país –bajo el esquema que elaboró el doctor Ángel Bassols– y su grado de competitividad, a lo largo de casi medio siglo.

Sánchez Almanza atribuye la explicación de la pobreza en México a la subordinación histórica del país al exterior, a la industrialización tardía y a la existencia de una “élite en el poder que ha sido rapaz y carente de inteligencia para distribuir la riqueza”.

México ocupó hace años el lugar 11 en recursos naturales, aunque en desarrollo humano ocupa el sitio 54. Eso significa que la riqueza se acapara en pocas manos o se transfiere al exterior; precisamente esa inequidad explica la actual situación de pobreza a nivel nacional y, en particular, de los municipios.

“Nadie quiere ser pobre y esto tiene que ver con esa estructura de distribución y de falta de oportunidades”, explica el académico.

“Un país como México, con ese grado de pobreza o de desigualdad –superior al de Guinea Ecuatorial en África, con un coeficiente de desigualdad del 46 por ciento– se observa que la economía del país seguirá en rezago mientras persista ese patrón de distribución”, observa.

La pérdida del poder adquisitivo en las últimas décadas se asocia a fenómenos como el desempleo, el empleo precario y la informalidad, que en lo social derivan en rezagos como enfermedades de la pobreza: chagas, tuberculosis y lepra, injustificables en un país con el potencial de México y en pleno siglo XXI.

Otro foco rojo de alerta desde los municipios pobres del país apunta a revisar las políticas neoliberales que desmantelaron los avances democráticos. Para Sánchez Almanza aún persisten los efectos de la disciplina que impusieron a México y otros países latinoamericanos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional durante las décadas de 1980 y 1990.

Nueva legislación

Homero Meneses, secretario técnico de la Comisión de Desarrollo Regional del Senado de la República, informa que para abatir el rezago, la marginación y pobreza en los municipios, existe ya una iniciativa de Ley de Desarrollo Regional que impulsaron las tres principales fracciones legislativas y que espera el desahogo de la agenda legislativa para su aprobación.

Meneses explica que ahora la iniciativa está bajo análisis de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, en virtud de que sólo funciona la Comisión Especial Sur-Sureste, de alcance regional, pues no existe una comisión homóloga a la del Senado. “Sería importante que en el futuro esa Comisión se transforme en una que tenga carácter nacional, homóloga a la del Senado”, destaca.

Mientras tanto, la iniciativa esperará a que la Comisión de Hacienda resuelva con prontitud su agenda pendiente –entre cuyos temas destaca la discusión del Presupuesto de 2008– para que resuelva el apremiante asunto del desarrollo regional.

“Si no se atiende el rezago social, vendrán riesgos de fractura en el territorio. Si no atendemos las expresiones de inconformidad por el rezago van a aumentar los riesgos de ingobernabilidad general”, advierte el especialista Sánchez Almanza al recordar el surgimiento de las explosiones sociales en Chiapas, Guerrero y Oaxaca.

Fuente: Revista Contralínea
Publicado: Mayo 2a quincena de 2007

Atomizar la pobreza

De los 2 mil 452 municipios que hay en México, casi la tercera parte podría lograr su propio desarrollo. Sin embargo, las dos terceras partes de los municipios restantes están en condiciones de desventaja, por lo que son apremiantes políticas de fortalecimiento municipal para impulsar decisiones intergubernamentales Federación-Estados-Municipios, que reduzcan las desigualdades.

En los últimos gobiernos ha proliferado la tendencia a crear nuevos municipios. Si bien se comportan de manera desigual, se observa que los núcleos de población tradicional no crecen tanto como los nuevos asentamientos que buscan independizarse de la cabecera municipal tradicional.

Así ocurrió en San Juan Cancún, Quintana Roo; San Juan Cancuc, Chiapas –creado para mantener el control de la zona bajo un criterio militar–, y Cochoapa el Grande, Guerrero, que surgió tras escindirse de Metlatónoc, el municipio más marginado de México. Le siguen en esa política los nuevos municipios de Acatepec, que salió de Azapotitlán y posteriormente, Marquelia. De esta forma se diluyen las cifras oficiales de pobreza y marginación.

Sin embargo, un caso notable de éxito en la división municipal es Tlaxcala. Al intentar recuperar su organización comunitaria tradicional: hoy es el estado con más municipios nuevos desde 1995. Contribuyó a su favor la tradición histórica y de esa manera en esa entidad se han evitado conflictos intermunicipales.