Seymour Hersh entrevistó por primera vez al general encargado de la investigación del abuso en la prisión bajo mando estadounidense en Irak, quien le reveló que aún no se han dado a conocer las peores imágenes de la tortura en Abu Ghraib, que los altos mandos estaban enterados de esa situación unos cinco meses antes de que el secretario de Defensa en ese entonces, Donald Rumsfeld, testificara ante el Congreso que apenas se había enterado, y que el general fue aislado y finalmente obligado a retirarse del servicio activo por el informe que rindió sobre el asunto.

Hersh, en una nota publicada en The New Yorker, reporta que a mediados de enero de 2004 el comando militar ya sabía de la existencia de más de 100 imágenes de abuso y tortura en Abu Ghraib, y tenían por lo menos descripciones del contenido de esas imágenes. Sin embargo, en mayo al testificar ante el Congreso, Rumsfeld y oficiales del alto mando expresaron que no habían visto las imágenes hasta la noche anterior de su presentación ante los legisladores.

Una semana antes, Hersh en The New Yorker y CBS News habían difundido algunas de las descripciones e imágenes del abuso, obligando a la Casa Blanca a responder que era un caso de actividades ilegales de un pequeño grupo de soldados, que Estados Unidos no torturaba y que fue el propio ejército el que descubrió e investigó el abuso.

El general Antonio Taguba, encargado de la investigación oficial (con severos límites), informó a Hersh que existían correos electrónicos con descripciones de lo ocurrido que se enviaban entre los generales encargados de la guerra, y en el propio Comando Central, así como en altas esferas del Pentágono, incluso en la misma oficina del secretario de Defensadesde enero. Pero al reunirse por primera vez con Rumsfeld y su entonces segundo, Paul Wolfowitz, e integrantes del Estado Mayor, el día antes de la presentación ante el Congreso, todos indicaron que no habían visto los detalles ni las imágenes de los abusos.

Taguba informó que algunas de las peores imágenes aún no han sido difundidas, como una en la que un policía militar estadounidense sodomiza a una prisionera iraquí. Taguba inició su investigación en enero de 2004, y entregó su informe en marzo, en la que concluyó, entre otras cosas, que "numerosos actos de abuso criminal sádico, flagrante y desenfrenado fueron infligidos a varios detenidos", y que esto fue "un abuso sistémico e ilegal". Pero a pesar de haber entregado más de una docena de copias del informe a altos oficiales en marzo, los hombres del presidente Bush pretendieron jamás haberlo visto hasta mediados de mayo.

Todo indica, señala Hersh, que hubo algún tipo de encubrimiento al más alto nivel del gobierno de Bush -incluido el propio presidente-, sobre quién, cuándo y cuánto se sabía de los abusos. El hecho de que después de presentar su informe, a Taguba se le ordenó ocupar un puesto marginal dentro de la burocracia y que finalmente fue obligado a renunciar en enero de este año, demuestran que su labor no fue bienvenida.

Hoy el editorial del periódico USA Today opina que "los comentarios de Taguba son un recordatorio de que el escándalo aún carece de una investigación a fondo que podría explicar cómo los abusos no sólo ocurrieron en Abu Ghraib, sino también en Afganistán y en la Bahía de Guantánamo, Cuba, si es que no eran culpables personas de mayor rango".

Hersh cuestiona la posibilidad de que Rumsfeld y su jefe, el presidente George W. Bush, no estaban enterados de lo que sucedió. Eso implica que sí sabían y de algo manera permitieron la tortura. El artículo de Hersh provocó una respuesta de la Casa Blanca que reiteró la línea oficial de que el presidente se había enterado del caso por la televisión y ordenó investigar a fondo el asunto.

Pero a estas alturas la credibilidad del presidente y personas como Rumsfeld y Wolfowitz es casi nula. El retiro en desgracia de Rumsfeld, ahora de Wolfowitz de su puesto como presidente del Banco Mundial, y la condena -si no hay un indulto presidencial- de Lewis Libby, el brazo derecho del vicepresidente Dick Cheney, son en gran medida costos políticos de esta guerra, así como la derrota del Partido Republicano en las pasadas elecciones legislativas.

También hay otro tipo de costos en esta aventura bélica. Además de los más de 3 mil soldados muertos, más de 22 mil heridos, también se calcula que una cuarta parte de los militares que regresan de Irak padecen problemas mentales, reportó el Washington Post. El Pentágono busca contratar a cientos de siquiatras y sicólogos adicionales para tratar a estos pacientes.

Los veteranos de esas dos zonas de guerra que buscaron ayuda para enfrentar el llamado "estrés postraumático" se elevan a 45 mil en lo que expertos dicen es sólo el inicio de una ola de veteranos que regresarán con problemas mentales, añade el Post. El propio ejército descubrió que 20 por ciento de sus soldados en Irak padecen problemas sicológicos de ansiedad, depresión y estrés agudo.

Los costos económicos de la guerra aquí en casa también tienen varias dimensiones. En los términos más amplios, se puede registrar que el egreso público de fondos ya supera los 500 mil millones de dólares. Un informe reciente del Instituto de Investigaciones de Paz Internacional de Estocolmo calculó que el costo total de la guerra en Irak, si se incluyen los costos desde el inicio y futuros proyectados hasta 2016, llegará a 2.3 trillones de dólares.

La aventura bélica de Bush es cada vez más cara para los estadunidenses.

# Nota publicada en el portal Rebelión.org (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=52509)