La ciudadanía del llano derrotó a todos los políticos de vieja laya que son los que “jodieron al país” según feliz expresión de Ruptura 25.

Pero la derecha y su inmovilismo ideológico-político está intacto y prepotente, malhumorado e insultador para gritar pestes y lanzar sapos y culebras en contra de los cambios decididos por el pueblo y contra el llamado Socialismo del Siglo XXI que, ni siquiera los «intelectuales orgánicos»” de la derecha, son capaces de entender y peor percibir en sus hondas inquietudes y propuestas sociales y económicas.

¿Se puede construir un país con grandes y poderosos enemigos internos?

Unos patalean contra el Presidente Correa y su Gobierno porque dijo, de manera tajante, que no firmará ningún Tratado de Libre Comercio, perjudicial para el pueblo y violatorio de la soberanía nacional.

Otros peroran porque el gobierno anterior expulsó a la Oxy por violar e irrespetar el convenio firmado y burlarse de la dignidad del país, y porque Correa declaró que no aceptará el arbitraje de la CIADI por cuanto el problema con la Oxy no es asunto de su competencia.

Las derechas odian a quien se atreva a desobedecer o cuestionar al imperio protector de sus privilegios de clase.

Los de más allá deploran -hasta las lágrimas- que el Presidente Correa haya sido enfático en expresar que no se renovará el convenio que cede la Base de Manta a Estados Unidos, porque esa decisión puede provocar resentimientos en los amos gringos.

Critican con pasión y furia que el Gobierno haya decidido integrar la UNASUR, el Banco del Sur y que se haya declarado Bolivariano y Alfarista.

Pero, lo más horrendo y antipatria está en las actitudes del prefecto y los alcaldes socialcristianos del Guayas.

Quieren una consulta popular a su medida y real antojo, como si la Asamblea Nacional Constituyente no fuera con ellos, como si Guayaquil y Guayas fuesen un Estado ajeno al Ecuador.

Los planes separatistas, autonomistas, federalistas, son viejos proyectos de la más rancia oligarquía que sólo deben merecer rechazo total, tanto como el inmovilismo ideológico.