“Se ha prendido la hierba en todo el continente / las fronteras se besan y se ponen ardientes…”
 Silvio Rodríguez

Definir qué es una frontera ha devenido en una tarea bastante difícil en la modernidad.

La noción de frontera viene dada por la visión que de ella tenga quien pretende establecer un concepto adaptado y adaptable a lo que de él se espere. Sin embargo en cualquiera de sus acepciones la frontera debe considerar dos nociones: la linealidad y la zonalidad.

La primera dice relación con la necesidad del Estado de establecer un espacio de control soberano por lo cual esta noción tiene una connotación de carácter jurídico. La zonalidad, por su parte es un término que tiene que ver con una visión económica y social y con el ámbito en el cual se interrelacionan personas que desarrollan actividades de intercambio en materia económica, cultural, comercial y humana. En este proceso se van construyendo vínculos e intereses comunes que tienen un valor que va más allá de la ciudadanía de quienes habitan o transitan por estos territorios.

Podríamos entonces adoptar un concepto moderno de frontera para lo cual «es pertinente destacar su contenido sociológico y económico, y expresar que constituye la concreción de una intensa relación y hasta una interdependencia en las diversas manifestaciones de la vida en sociedad, promovida y ejecutada por poblaciones asentadas a uno y otro lado del límite entre dos países».

Por otro lado debemos considerar que la frontera es una realidad compleja, en la cual tienen presencia una multiplicidad de actores, que establecen relaciones dinámicas de variada índole, y que por lo tanto para determinar su espacio se debe considerar entre otros elementos su transitoriedad, la cotidianeidad de sus acciones, y la heterogeneidad de situaciones que en ella se constatan, por lo cual concluimos en que es un concepto en permanente evolución en el espacio y en el tiempo.

En el contexto internacional actual que se desarrolla en un proceso dual de integración y fragmentación, una de sus características más acentuadas es la interdependencia entre países y bloques económicos, las fronteras asumen una renovada importancia y prioridad, para cualquier país y bloque de
integración, por lo menos en las siguientes tres dimensiones:

 superación de los desequilibrios regionales del desarrollo,

 afianzamiento de los procesos de cooperación e integración económica y

 articulación con el contexto internacional.

En una concepción de las fronteras que reconoce como componente esencial de su definición la vigencia de una dinámica relación entre grupos humanos próximos geográficamente pero pertenecientes a dos Estados, existen distintas nociones para introducir una verdadera agenda de trabajo para las fronteras:

 el desarrollo fronterizo,

 la cooperación fronteriza y

 la integración fronteriza.

Estos deberían ser los parámetros sobre los cuales se instale un funcionamiento positivo de la frontera.

Así es en Europa, no en América.

Con anterioridad expresé que uno de los fenómenos que cobran mayor presencia en la actualidad es la integración. Ello debería permitir avanzar hacia la desaparición o cuando menos la atenuación de las fronteras, sin embargo una condición para que esto se produzca es que se debe dar entre actores similares desde el punto de vista político, económico y social.

La integración europea que ya ha logrado implantar una ciudadanía, una moneda y fronteras comunes para todos sus ciudadanos se produjo gracias al esfuerzo económico de los más desarrollados en pro de superar las diferencias con los países económicamente más atrasados. Se han establecido pautas e indicadores que permiten a un país ingresar a la Unión Europea.

En esta medida la existencia de fronteras dice relación casi exclusivamente a un referente histórico para aquellos países que ya forman parte de la macro-soberanía europea.

En América no es así.

El proceso de integración más amplio que se pretende construir es el ALCA que además de tener sólo componentes de carácter económico se da entre actores asimétricos, sin que haya pautas para superar el profundo abismo entre las dos naciones desarrolladas del norte y el resto del continente en el cual decenas de millones de ciudadanos se debaten en la pobreza y la marginación. En este contexto el concepto de frontera cobra otro sentido, porque no se ve como un punto de encuentro entre iguales sino como punto de desencuentro entre diferentes.

El imperio siempre ha apostado a la guerra y la desintegración entre nuestros pueblos. Ha incentivado y promovido el conflicto para mantenernos desunidos y débiles. Muchos enfrentamientos fraticidas entre países de América Latina han tenido su origen en supuestos problemas por fronteras que hemos heredado de la Colonia.

Sólo la integración superará definitivamente estas hipótesis de guerra que aún persisten para los ejércitos de los países de nuestra región.

La integración europea permitió a Austria tener acceso nuevamente a Trieste en el Mar Adriático demanda ancestral jamás resuelta, la integración evitará en el futuro el eterno conflicto de Estrasburgo que cambió de soberanía muchas veces a través de la historia. Simbólicamente la Unión Europea ha instalado su parlamento en esa ciudad francesa.

Sólo la integración le dará acceso al mar a Bolivia, permitirá a Nicaragua y Costa Rica la navegación sin contratiempos por el Río San Juan, borrará la posibilidad de repetir la guerra hondureño-salvadoreña, la llamada «Guerra del Fútbol» y los enfrentamientos entre peruanos y ecuatorianos en la selva amazónica, se olvidarán los conflictos colombo-venezolanos y los chileno-argentinos, se archivará la reclamación de Venezuela sobre el Esequibo y la de Guatemala sobre Belice.

Esto permitirá a los ejércitos latinoamericanos y caribeños eliminar estas hipótesis de guerra contra los vecinos y podrán actuar de manera conjunta para la defensa de las fronteras externas, porque la integración no le devolverá a Cuba la soberanía sobre la Base de Guantánamo, ni sacará a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos de todas las bases que tiene en nuestro territorio.

Y sólo será posible cuando estemos unidos e integrados, lo cual evitará la necesidad de la presencia de bases militares extranjeras en todo el territorio de América Latina y el Caribe.

La agenda de seguridad que Estados Unidos le ha impuesto al mundo después del 11 de septiembre de 2001 una temática que prioriza la lucha contra el terrorismo, para sumarla al combate al narcotráfico y a la migración, entendida ésta como un fenómeno pernicioso.

Así, las fronteras se han «criminalizado» y la agenda de seguridad ha cubierto como un paraguas a todo el resto de interacciones que se produce en ellas, mermando, limitando y excluyendo otros temas que como dijimos al comienzo forman parte de la cotidianeidad de la vida de las comunidades fronterizas.

La migración es un fenómeno mundial, ocurre en Asia, ocurre en Europa y en América. Será el tema más trascendental de las relaciones internacionales del Siglo XXI y cuando éste finalice el mundo será diferente, habrá ocurrido la transformación civilizatoria más importante en los últimos 2500 años.

Las fronteras no existirán, al menos como ahora, Europa será un continente de negros y de musulmanes y Estados Unidos tendrá un número superior hispano parlantes respecto de los que hablan inglés, el catolicismo será su religión y los descendientes mestizos de Latinoamérica serán la mayoría.

Suponer que este proceso se va a detener cerrando las fronteras y construyendo muros es querer tapar el sol con un dedo.