Las manos ágiles de Lucía bordan en un manto blanco cenefas de colores. Confecciona, como lo ha hecho desde niña, la réplica de un traje mazahua que ella dejó de usar hace 20 años. No hay tiempo que perder, espera terminar pronto sus muñecas para venderlas en el comercio informal y así poder llevar de comer a su familia.

Artesana, inmigrante y pobre es la condición, desde hace dos décadas, de Lucía Mondragón, cuando vino a la ciudad de México en busca de una mejor situación de vida. Salió de San Antonio Pueblo Nuevo, estado de México, con apenas 15 años cumplidos y una hija en brazos.

Al igual que sus hermanas, pensó que su oficio la sacaría de su precaria economía. Llegó al mercado de La Merced, donde cientos de mujeres, oriundas de Michoacán y del estado de México, habían instalado el taller Flor de Mazahua. Ahí bordaban y comercializaban trajes típicos, blusas, manteles, carpetas. También vestían muñecas para que los turistas se llevaran un “recuerdito” del país.

Lucía ha tenido que combinar su trabajo tradicional con el aseo doméstico. No sabe hacer otra cosa y apenas empezó la primaria. “La vida aquí es difícil, si no tienes trabajo no comes. Poco a poco se ha ido la gente; ya no quieren dedicarse a esto porque las ventas se cayeron. De las 300 que éramos en el taller, quedamos 18. Todas, madres solteras”, dice.

La Sociedad Cooperativa de Producción Artesanal Flor de Mazahua inició en 1988 con un taller improvisado en una vieja casa de la colonia Viaducto Piedad, al sur de la ciudad. Ahí cortan, bordan, rellenan, pegan y visten muñecas que representan diversas regiones del país; elaboran accesorios decorativos y ropa.

La mujer indígena y sus compañeras pasan más de ocho horas sentadas frente a una máquina de coser o en el zurcido a mano para producir diez muñecas diarias.

Durante el tiempo que llevan de radicar en la ciudad, las mujeres de Flor de Mazahua no han sido recibido ningun apoyo del gobierno federal, a través del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart)

El Fonart –que depende de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol)–, entre sus lineamientos contempla: procurar un mayor ingreso a los artesanos del país, adquirir y comercializar productos, fomentar el sentido artístico de las artesanías mexicanas, conceder créditos y proporcionar asistencia técnica y administrativa que se requiera.

Ante el incumplimiento de los ordenamientos, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) dictamina en la revisión y fiscalización de la Cuenta Pública 2005, que el Fonart no es “eficiente” para brindar apoyo a los artesanos, pues sus registros contables no tienen la garantía de ser fidedignos y por lo tanto no son confiables.

Además, del monto erogado por más de 79 millones de pesos, la ASF detecta un subejercicio del 7.9 por ciento, es decir, 6 millones 241 mil pesos que no fueron asignados de acuerdo con las reglas de operación a los trabajadores de este sector.

La auditoría de desempeño que elaboró la ASF señala que el presupuesto destinados a los artesanos “es poco significativo”, ya que en el 2005 representó sólo el cuatro por ciento del gasto ejercido por la Sedesol.

En su presupuesto, el Fonart erogó más dinero en el pago de “servicios personales” que al objetivo de la institución. Añade que el ahorro registrado en 2005, por 494 mil pesos en esa partida, de un total de 21 millones 911 mil pesos, es “significativo”, pero todavía representa el 27.3 por ciento del gasto total.

El máximo órgano de fiscalización del país precisa que la partida de “servicios personales recibe el 44.3 por ciento del total de los subsidios y transferencias corrientes del gobierno federal, y respecto del total de apoyos otorgados a los artesanos se canaliza sólo un peso con veintisiete centavos al objetivo institucional”.

Fonart, un elefante blanco

El legislador José Alfonso Suárez, secretario de la Comisión de Cultura la Cámara de Diputados, dice que es “alarmante” que un fondo creado para apoyar y garantizar la permanencia del patrimonio cultural de este país se haya convertido en un “elefante blanco” durante el sexenio de Vicente Fox.

“Que la propia ASF tenga que evaluar su ineficiencia es escandaloso, pero lo peor es el subejercicio de más de 6 millones de pesos. Vemos un desapego total a los programas que supuestamente se tenían como meta en el sexenio de Fox: ayudar a los municipios de más alta marginalidad”, critica el legislador perredista.

Marcelo Reyes López, oriundo de San Pedro Buenavista, Oaxaca, se dedica desde hace 38 años a elaborar piezas de barro y forma parte de la segunda generación de artesanos que llegaron al Mercado de Artesanías de la Ciudadela, en el Distrito Federal.

“Hace 10 años exportábamos 60 por ciento de nuestra producción a España, Francia, Italia. Luego vinieron los chinos, inundaron el mercado con piezas baratas y todo se empezó a desplomar. Es una lástima porque aquí vienen a dejar sus piezas 95 artesanos de diversas partes del país.

“Hemos hecho el intento de buscar a todos los que trabajan el barro, desde México hasta Honduras, pueblo por pueblo. Queríamos que esto no se perdiera. Hace 25 años todavía contamos 35 mil trabajadores, hoy sólo quedan 700. Es una desgracia porque se está perdiendo la identidad cultural”, reprocha.

Comerciante de uno de los principales centros de venta y atractivo turístico en la capital de país, Marcelo Reyes dice que hace muchos años trató de acercarse al Fonart en busca de apoyo para sus proveedores, pero su intento fue infructuoso, porque en esa tienda “ya tienen a sus artesanos exclusivos”, dice.

“El gobierno nos pone trabas. En Fonart dicen que ya tienen concesiones. Les explicas que todas las piezas son originales de los estados y no les importa. Quiero que la gente que nos dedicamos a esto vivamos dignamente, y que las artesanías no se pierdan, pero no hay una dependencia que nos apoye a comercializarlas”, reclama.

Abandono

En el informe de la cuenta pública 2005, la Auditoría Superior de la Fedración señala que el Fonart no ha cumplido con la aplicación de sus reglas de operación para ayudar a las poblaciones marginadas, pues de los 326 municipios sólo el 49 por ciento corresponden a la clasificación que elabora el Consejo Nacional de Población.

La Auditoria comprobó que, de más de 300 jurisdicciones susceptibles de recibir financiamiento, no se otorgaron créditos en el 75 por ciento, es decir en 246. “Lo cual revela que, por un lado, se asignan recursos a municipios que están fuera de la cobertura establecida y, por otro, se excluyen tres cuartas partes de los que debieran ser beneficiados”.

El máximo órgano de fiscalización constata que de los 326 distritos sujetos al Programa de Adquisiciones, en 184 regiones “no se compraron bienes a los artesanos, lo que muestra que la mayor parte de las adquisiciones se realiza en municipios que están fuera del universo de atención y se excluyen otros que debieran ser beneficiados”.

La ASF solicita al Órgano Interno de Control del Fonart resuelva y finque responsabilidades administrativas sancionatorias, derivadas de las omisiones de los servidores públicos que durante su gestión no dirigieron los apoyos a las zonas de alta y muy alta marginación.

Discriminación institucional

En el pueblo de San Pablo Oztotepec, de la Delegación Milpa Alta, los “ceramiqueros” no tienen mejor fortuna. Las puertas del Fonart también se han cerrado para ellos, pues de “esa artesanía ya tenemos mucha”, cuenta Graciela Juárez que fue la respuesta que dio una servidora pública cuando intentó llevar sus piezas de cerámica a la tienda.

“Las autoridades no han querido ver que también necesitamos apoyo y promoción para vender nuestro trabajo. Creen que porque vivimos en la capital las circunstancias son distintas. No somos indígenas pero pertenecemos al campo, a un lugar muy pobre en el Distrito Federal”, dice.

Graciela empezó a trabajar desde niña “en lo que saliera para ayudar a mi mamá”, cuenta mientras la gente pasa, levanta y observa la cerámica de Milpa Alta colocada en un puesto ambulante sobre el Paseo de la Reforma.

“Dejamos de trabajar el campo para dedicarnos de tiempo completo a la cerámica. Necesitamos una fuente de empleo y hacer esto nos ayuda; aún así no nos alcanza”, enfatiza.

Un cliente la interrumpe para preguntar el precio de una cruz pintada a mano. Ella contesta que son 30 pesos, él la vuelve a colocar en su lugar y Graciela apremia con un “llévesela en 25, joven, es lo menos”.

Tajante en la evaluación del desempeño, la ASF dictamina que el Fonart “no ha cumplido cabalmente con sus objetivos específicos o atribuciones, ya que no contó con evidencia firme de que potenció las acciones de producción y comercialización de artesanías tradicionales, ni influyó en la creación de autoempleo y mejoramiento de los ingresos de los artesanos.

“Tampoco demostró haber fomentado la coordinación de los tres niveles de gobierno para apoyar la producción, comercialización y desarrollo artístico y cultural de las artesanías populares”, agrega.

Puntualiza que la operación del órgano de la Sedesol ha dejado de ser funcional para el país, a partir de que no hay una situación financiera sana, los apoyos otorgados a los artesanos son inferiores a los gastos administrativos, y la compra y entrega de créditos no están en ubicados en universo de atención.

La entidad fiscalizadora determina que el Fonart no cuenta con “información desagregada, clara y precisa, que permita evaluar los apoyos otorgados en materia de asesorías y capacitación, e identificar a los beneficiarios”.

Ante las irregularidades detectadas, la ASF recomienda al Ejecutivo Federal la disolución.

Se solicitó una entrevista con Rafaela Luft Dávalos, directora general del Fonart, pero no hubo respuesta.

Fecha de publicación: Julio 2a quincena de 2007

Fonart, una empresa en crisis

Armando Alcántara, antropólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, critica que las autoridades que han estado al frente del Fonart en los últimos dos sexenios hayan querido ver al organismo como una “empresa” más del sistema económico del país.

Fue durante las administraciones de Rosa María Rojas y de Leonardo Santos Coy que Fonart se fue a la debacle, dice el experto en artesanía.

“Rosa María Rojas no conocía ni tenía idea de cuál era la función de un artesano y hasta confundió las técnicas de manufactura. Con Leonardo Santos Coy no mejora nada, ya que nada tenía que ver con las artesanías porque se dedicaba a vender tequila al extranjero”, agrega.

Para el antropólogo, “lo más grave que ocurre con la artesanía en México es que no hay un balance de qué es lo que se está perdiendo, qué no se apoya, qué artesanos están perdiendo su materia prima. No hay un estudio de mercado, además de estar negado el apoyo institucional”.

El especialista critica que las autoridades mexicanas no se han dado cuenta de que la artesanía “es objeto de identidad y forma parte de la cultura. Mientras más dejan a este sector, se van perdiendo textiles e indumentaria, por ejemplo, porque su elaboración es de mucho tiempo, dinero y no reditúa en beneficio económico para los artesanos. Ellos, a veces, no tienen más remedio que dedicarse a otras cosas o salir del país como indocumentados.

“También se están acabando los artículos que dependen de la tierra, los bancos de barro ya están sobrexplotados. A eso hay que sumarle que ahora hay discriminación de Fonart y no compra estos objetos porque tienen plomo, cuando toda la vida se ha hecho cerámica así. Esto es porque ahora ‘los gringos’ no les compran. Ellos marcan el rubro, el estándar, la idea y la forma de vivir”, concluye.