En Afganistán “los paracaidistas estadounidenses se valen de lo que consideran una nueva arma de enorme importancia en las operaciones de contrainsurgencia en las zonas aisladas de este país: una antropóloga civil llamada Tracy”.

Así lo informa en su nota el corresponsal de guerra , David Rohde. Editada por “The New York Times”.

Tracy, quien mantiene su identidad oculta, forma parte del primer “Equipo Terrestre Humano”, un programa experimental del Pentágono, que también funciona en Irak, y que asigna a los antropólogos y otros especialistas en ciencias sociales a las divisiones de combate el rol de “estudiar el comportamiento histórico de cada pueblo, de cada ciudad, de cada integrante de una comunidad”, para tener una perspectiva “humana (sic), desde el punto e vista de las ciencias sociales, que hagan disminuir el número de combates (de muertos en combate)”.

Se podría decir que en la historia de la humanidad las guerras no sólo se realizaron en base a la variedad de armas que el devenir del conocimiento tecnológico puso sobre la tierra, y que siempre la planificación, el estudio del enemigo y la incorporación de la sorpresa (Caballo de Troya) fueron parte clave en la definición de batallas y ocupación de territorios.

Sin embargo, en las últimas dos décadas, y especialmente en las nuevas estrategias del Pentágono, la sumatoria del poder del conocimiento e incluso el de las industrias culturales, fueron mascaron de proa en la punta de cada cañón, en los estragos que causó y causa cada bomba que cae desde de miles de metros de altura. En las poblaciones civiles.

Basta recordar el acuerdo firmado hace cuatro años por el Ejército de los Estados Unidos y Hollywood, donde la maquinaria del espectáculo “armaba” la ficción de los campos de batallas para el entrenamiento de soldados, y a cambio el Pentágono suministraba miles de soldados, que volvían de la guerra de Irak, como “extras” para películas bélicas. Una joyita.

Volviendo a los antropólogos y los cientistas sociales, en la nota de Rodhe se informa que, de manera coincidente, los comandantes norteamericanos e incluso Tom Gregg, principal funcionario de la ONU en Afganistán afirman que “los militares están atravesando un cambio enorme, que implica el reconocimiento de que no van a tener éxito por medios militares”.

La “INDUSTRIA DE MATAR” y la “INDUSTRIA DE ENTRETENER” van de la mano.

El ingreso de las tropas de EE.UU a Bagdad fue acompañada, en vivo y en directo, por 30 corresponsales-soldados de la CNN; en tanto, documentalistas de Hollywood filmaban “su” película y periodistas de la nueva camada guerrerista ocupaban sus puestos en los principales medios audiovisuales de Irak, previo arrasamiento de las instalaciones y comunicadores iraquíes que resistían la invasión.

Se estima que más de 1.000 periodistas fueron asesinados, torturados y desaparecidos en Irak y Afganistán.

Los paladines de la “libertad de expresión” siguen con un silencio complaciente y parte de una estrategia global de guerra mediática. La misma que se desató cuando el gobierno democrático de Venezuela no le renovó (correspondía legalmente) la licencia al multimedia RCTV.

En apenas 24 horas las principales cadenas de TV del planeta hablaban del “tirano” Chávez y su “ataque” a la libertad.

¿Cuántos sociólogos, caricaturistas, periodistas-soldados-loros, psicólogos y ahora antropólogos se estarán preparando para profundizar sus tareas en el patio trasero del imperio, para socavar, debilitar o directamente sacarse de encima a un presidente-gobierno-pueblo que decidió no dejarse oscultar por la máquina de matar que el imperio montó en aras de conservar su “Aqmerican Way of life” (modelo de vida americano) ?.

Respuesta: los que sean necesarios.

PD: todo aquel que se monte en la comodidad del silencio ante la magnitud del problema, ya no será sólo un simple cobarde, pasará a ser cómplice de un puñado de asesinos de la humanidad.

¿Periodismo con Ética Social o Periodismo cómplice?.