Antes uno viajaba para conocer y apreciar otros países y culturas. Hoy, igual adónde uno vaya, las mismas fealdades : los paisajes loteados y zurcados por calles, restos de antiguas edificaciones armónicas en medio de construcciones uniformes desprovistas de carácter ; destrucción del medio ambiente, colinas de basura y un seudo arte uniforme que, por su carácter, se asemeja cada vez más a la basura, un tráfico creciente que no deja lugares libres, negociantes sin escrúpulos, habitantes desarraigados de otros países que, sin tener una relación con el lugar, tratan de sobrevivir por todos los medios sean legales o no. Una derrota del derecho, de la vida pacífica en común, de la familia, y, al mismo tiempo, cada vez más temor y violencia. Hoy, en Alemania, también se registran actividades de la mafia y en casi todos los vecindarios, etnias que se combaten entre sí.
Las propias tradiciones, culturas e historias nacionales van siendo anuladas metódicamente para dar lugar a un estilo de vida fuertemente globalizado que se autodenomina multicultura, atribuyéndose el contenido positivo del concepto cultura.

Uniformidad por medio de la colonización

Por detrás de ésto existe un fundamentalismo, nacido ya en el siglo XV, originado por adelantos técnicos en la navegación : por un lado el compás, el astrolabio y el reloj permitieron la orientación exacta ; por otro lado, la navegación a vela con tres mástiles y popa, que reemplazó a los remos, hizo posible el navegar de bolina contra el viento.
Por primera vez, se pudieron abandonar las aguas cercanas a la costa ; se cruzaban los mares navegando y se llegaba no sólo a otros continentes, sino que se internaba en ellos y se los saqueaba. Pero no se trataba solamente de despojar de las materias primas a los habitantes de las tierras recién descubiertas, sino también de irrumpir en su cultura, o bien obligándolos a adoptar el propio modo de vida o simplemente aniquilándolos.
Ya antes de comenzar el primer viaje de Cristóbal Colón (el 3 de agosto de 1492, en el que descubrió la isla Guanahani en las Bahamas el 12 de octubre de 1492), los monarcas españoles (Isabel de Castilla y Fernando de Aragón) se autodeclararon soberanos de los océanos (por el Contrato de Santa Fe con Colón del 17 de mayo de 1942) y se aseguraron para sí, textualmente : « […] nueve décimos de las mercancías, sea lo que fuere : perlas, piedras preciosas, oro, plata, especies y otras cosas que se encuentren, se cambien, se compren o se tomen en posesión […] dentro del Almirantazgo (los lugares descubiertos).
Colón podía quedarse con un décimo. El 4 de mayo del siguiente año, en 1943, el Papa Alejandro VI. se les unió con su « Bulle Inter ceterae » para tener la seguridad, textualmente : « […] que la fe católica y la religión cristiana […] sean glorificadas y expandidas por todos los lugares, que se procure la salvación de las almas, que los pueblos bárbaros sean subyugados y convertidos a la fe cristiana […] que las tierras y las islas mencionadas y sus habitantes [sean] sometidos y, con ayuda de la divina bondad, convertidos a la fe católica […] ». Como consecuencia, la población indígena y sus múltiples culturas fueron aniquiladas brutalmente, como hoy sucede en Iraq y Afganistán y amenaza al país vecino Irán.

El libre comercio, el nuevo rostro del colonialismo

En aquel entonces comenzó el colonialismo global, el apoderarse de las reservas naturales y de los habitantes de otros continentes. Hoy ha cambiado sólo su rostro y sus argumentos. En 1604, el holandés Hugo Grotius formuló, por primera vez, en un informe jurídico para la Compañia Holandesa de India Oriental, la « Libertad de los mares » (mare liberum), según el cual, todas las naciones tienen el derecho a utilizarlos para su comercio marino. Pero cuando todo les pertenece a todos, entonces sólo al más brutal entre los poderosos. Las consecuencias fueron un gran número de guerras por la dominación de los mares y hoy son guerras por las reservas naturales. De la libertad de los mares resultó entre tanto la libertad del mercado – a costa de nuestra libertad, de la libertad de las personas. Hoy en día, para poder ser saqueados, los seres humanos no deben ser sometidos a la fe católica sino a la fe en el mercado libre : el contenido de su fe podría estar caracterizado por los diez dogmas siguientes :
1) Si la economía está bien, los seres humanos también están bien.
2) La economía marcha bien cuando crece (quiere decir su producto nacional bruto).
3) En la división internacional del trabajo, la comparación de precios trae, sobre todo, crecimiento económico : cada país debe producir sólo lo que pueda lograr con menos gastos que todos los demás, y el resto negociarlo.
4) Además, el comercio debe ser totalmente libre con bajos gastos de transporte : ésto deberá estar garantizado por los cuatro « Principios de libertad » del comercio de productos, servicios, capital y establecimiento.
5) La política debe velar sólo por « Seguridad y órden », suficientes impuestos bajos y estándares de producción, altos fomentos y sobre todo por una adecuada política de defensa interna y externa para la obtención de reservas naturales a bajo precio.
6) Salarios, protección del medio ambiente, educación, lugares de trabajo y un sistema social deben ser viables.
7) Es de interés general que cada persona se preocupe pura y exclusivamente por sus propios intereses.
8) Para que el trabajo sea a bajo precio y tanto demanda como producto nacional se mantengan altos, la oferta de mano de obra y la densidad de la población deben ser amplias.
9) Los pobres están mejor cuando los ricos devienen más ricos, así pueden crear más fuentes de trabajo.
10) La bendición viene de la libre regulación del mercado, a través de la competencia sin trabas entre oferta y demanda.

Efectos del libre comercio en los países ricos : consumo uniformado a costa de otros

Este mercado global se apodera cada vez más de la vida cotidiana y reemplaza las propias culturas regionales y nacionales, por un consumismo uniforme. Cinco de las consecuencias para los países ricos serían :
1) La dependencia de un consumo estándar que viene de centros de aprovisionamiento no muy lejanos : la cultura cede paso a un consumo que uniforma la vida, ya que los productos baratos, importados en masa, desplazan a los nacionales y conducen a la uniformidad de las ofertas, tanto de productos materiales como culturales. Ni siquiera la producción nacional puede orientarse hacia los intereses de su propio público, sino que está obligada a orientarse a los intereses del mercado mundial, para poder ser rentable. Cooperación y compromiso con la comunidad desaparecen. Al mismo tiempo, cada uno se aísla y cuenta sólo consigo mismo. No hay nada que se obtenga sin dinero.
2) Un trabajo dependiente e indigno para poder permitirse ese consumo : los trabajadores eficientes son explotados en su juventud para ser despedidos cuando sus fuerzas hayan disminuído con el correr de los años. Los menos diligentes, o en inferioridad de condiciones, o aquellos que no quieren dejarse explotar como pobres immigrantes, se les niega el acceso al trabajo en forma humillante.
3) La clase media desaparece, y la sociedad queda dividida en pobres y ricos, entre los cuales hay cada vez más desconfianza y agresión. Una clara imágen son los ghetos para los ricos que se asemejan a fortalezas, y, para los pobres, a basurales.
4) Los espacios libres fuera del trabajo y del consumo, desaparecen : se tiene cada vez menos tiempo, fuerza, dinero o lugares de recreo para reunirse, escuchar, reflexionar, leer, experimentar, regenerarse, sin necesidad de consumir. Cada vez hay menos posibilidades de realizar una vida en comunidad.
5) Por el robo de las reservas naturales en otros países, se paga un alto precio : sobre todo, la culpabilidad por la miseria en los países pobres, así como también por las acciones militares, la immigración, la criminalidad importada, el terror y la limitación de los propios derechos a la libertad, por la supuesta lucha contra el terrorismo.

Los efectos del libre mercado en los países pobres : miseria y resistencia

Por otro lado, el libre comercio trae a los países pobres, en su mayoría agrarios :
1) Poderes políticos corruptos y sobornables que cooperan con los países ricos, en contra de sus propios pobres conciudadanos : ésto genera odio y resistencia, lo que los ricos consideran como parte del enemigo común : el terror. Al mismo tiempo, dirigentes políticos son presionados de distintas maneras si no cooperan suficientemente.
2) Escasez, miseria y desesperanza en la población civil, libre de culpa, también a causa de la lucha contra un terror que ha sido provocado y que al combatirlo, a su vez, se lo acrecienta.
3) Pobreza a raíz de la falta de reservas naturales porque éstas tienen que ser exportadas : por ejemplo, Brasil tiene que exportar productos agrarios en gran escala y a su vez dejar que sus habitantes se mueran de hambre. Plantas brasileñas se derrochan en fábricas para animales en Europa o en biocarburantes para vehículos demasiado pesados y veloces.
Austria se propone lograr hasta el año 2020, que un 20% de los carburantes sean biológicos, sin preguntarse de dónde vendrán, qué consecuencias tiene su importación y cómo se puede reducir el consumo.
4) El crecimiento de la población es frecuentemente más rápido que el de la economía y con la pobreza aumentan las cuotas de nacimientos
5) Productos importados baratos producidos en masa de los países ricos se consiguen a mejor precio que los productos nacionales y aumentan el desempleo. Sólo con salarios mínimos y las más bajas condiciones de trabajo, pueden exportarse producciones propias con ganancia a los países ricos.
El espiral neoliberal, que produce cada vez más riqueza y pobreza, agotamiento de las reservas naturales, y crecimiento de la violencia, pierde cada vez más su control y peligra de agotarse a sí mismo, por derrumbes totales, como guerras mundiales o grandes catástrofes naturales.

De la libertad de mercado niveladora hacia una libertad humana diferenciada

Por eso es necesario un cambio rápido y decidido de la libertad de mercado hacia una libertad de los seres humanos, la cual termina dónde comienza la libertad del otro. Sólo con la libertad de poder realizar su propia cultura, sin determinación y placer forzado desde fuera, pueden revivir en los países las diferentes culturas propias, ligadas a sus distintas tradiciones. Ésto presupone, por lo menos, cinco libertades :
1) La libertad de fijar los propios estándares y normas para los productos y los servicios en el país. O sea, no sólo regular la producción, sino también el consumo interno de acuerdo a criterios propios. Productos regionales especiales necesitan nuevas oportunidades frente a los artículos de importación, producidos o transportados bajo condiciones humillantes o dañosas para el medio ambiente.
2) La libertad de reducir el consumo de reservas naturales entre los habitantes, de acuerdo a la cantidad disponible en el propio país. No puede ser, que para el bienestar propio se consuman los productos naturales de otros países y se les robe a los habitantes de éstos, la posibilidad de consumir sus propios productos para su bienestar. Se trata de no prestar apoyo al desnivel injusto del bienestar entre los países ricos y los pobres. Una consecuencia positiva de ésto sería el ser independiente de las luchas globales por las reservas naturales y el no tener la obligación de acoger inmigrantes económicos de los países pobres.
3) La libertad de precios justos : hacer que los productos nocivos para el medio ambiente, así como los servicios poco sociales sean más caros y los que resultan de un trabajo más intensivo y mayores conocimientos, más baratos, sin modificar el nivel general de precios. Productos agrarios que son transportados miles de kilómetros en avión, deben ser, en proporción, más caros que los productos alimenticios nacionales compatibles con el medio ambiente. Para la producción y el transporte de un kilo de esas importaciones, son necesarios también varios kilos de combustible. _ Con un transporte relativamente costoso pero justificable, los países, a nivel nacional y regional, podrían abastecerse a sí mismos. Poblaciones pequeñas volverían a tener sus propios negocios, restaurantes, escuelas, correo, artesanía, trayendo ganancias para los habitantes y permitiéndoles desarrollar una cultura propia.
4) La libertad de cada país de decidir por cuenta propia la densidad a su población, y, para ésto, de elegir por sí mismo las condiciones previas necesarias, acordes a la voluntad de la mayoría.
5) Finalmente, va a ser necesario el liberarse de un sistema monetario cada vez más dominante : por ejemplo, con certificados de reservas, que ayudarían a que el consumo de reservas naturales disminuya y permitiría un reparto más justo entre los habitantes. Estos certificados constituirían una moneda propia, no inflacionaria, no acumulativa y ligada a la naturaleza, la más escasa de las reservas. Esta moneda reduciría el efecto del dinero a su función primordial : el intercambio.
Cuanto más se tarde en romper con el fundamentalismo nivelador de la libertad de mercado y en orientarse hacia una libertad humana, que dé existencia a una cultura múltiple, este cambio va a resultar cada vez más difícil hasta hacerse imposible, ya que la lucha por sobrevivir, en todos lados igual, desplaza a todo lo demás. •

Source
Horizons et débats (Suisse)

Conferencia dada en el congreso XV « Mut zur Ethik » con el tema « Pueblos y culturas : respetar el uno al otro, ayudarse mutuamente y aprender el uno del otro » del 31 de agosto al 2 de septiembre 2007 en Feldkirch, Austria