Coicoyán de las Flores, Oaxaca. Marcos López sostiene, en vilo, el cuerpo escuálido de su hija Margarita, mientras pasa el “ataque”. La niña, de apenas ocho años, padece crisis convulsivas desde diciembre pasado y aún no ha sido atendida por algún médico, pues su padre no tiene recursos suficientes para llevarla a la clínica más cercana.

En este lugar, enclavado en la sierra oaxaqueña, el hombre mixteco se dedica a limpiar la milpa, trabajo que no reditúa en ahorros que le permitan viajar al distrito de Juxtlahuaca –ubicado a unas cuatro horas de camino de la cabecera municipal–, para que su hija sea atendida. Cuando es contratado por un particular, gana menos de 50 pesos al día.

La familia de Marcos López habita en el municipio más pobre del país, según revela el Índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Duermen y comen en una choza de madera. Su patrimonio se reduce a una parcela, dos camastros de madera, utensilios de cocina y un poco de ropa.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2006, presentada en julio de este año, hubo un incremento promedio del 10 por ciento en el gasto corriente por domicilio, durante el periodo 2004-2006. No obstante, las cifras oficiales no se reflejan en las condiciones de vida de los más pobres.

La ENIGH –elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI)– cuantifica y caracteriza todos los ingresos que reciben los hogares, y señala que en el año pasado la entrada económica trimestral promedio fue de 34 mil 127 pesos, mientras que en 2004 llegó a los 30 mil 992 pesos.

Para llevar a cabo el análisis, el INEGI organizó a los domicilios según su ingreso en 10 bloques llamados deciles; los primeros cinco corresponden a los de menores recursos. Según la institución, en los lugares I y II (los más pobres) se incrementaron los ingresos en un 28.1 por ciento durante 2006, mientras que hace tres años se registró un aumento del 23.8 por ciento.

Además, la institución federal muestra que, en las familias que se encuentran en el rango de más bajo nivel adquisitivo, el ingreso trimestral es de 3 mil 320 pesos. En el segundo escaño, las cifras crecen a 7 mil 174 pesos. Contrario a esto, los deciles más altos (los más ricos) tienen un ingreso de 43 mil 796 pesos, en el nivel IX, mientras que el X alcanza los 99 mil 215 pesos.

Mario Alberto López Hernández y Alejandro Tuirán Gutiérrez, este último consultor de organismos externos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el PNUD, realizaron el Análisis de la distribución del ingreso y gasto corriente monetario en México, 2000-2006, donde aseguran que no ha habido un incremento real en el bienestar de los mexicanos que se encuentran en los niveles más bajos de la economía nacional.

El documento compara los resultados de la ENIGH 2005 y la 2006, y señala que existe un “ligero descenso” de 1.8 por ciento en la desigualdad del ingreso monetario, por cada uno de los hogares en México, que pasa en el coeficiente de Gini (metodología utilizada para la medición del ingreso) de 0.519 a 0.509. Sin embargo, aclara el análisis, esta reducción podría ser un error de muestreo de la encuesta, lo que significaría que la concentración del ingreso monetario quedó igual, de un año a otro.

La desigualdad

Alejandro Tuirán, maestro en población y desarrollo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), asegura que los datos que arroja el comparativo todavía no se acercan al coeficiente de Gini de 0.495 que se tenía en 1984, cuando no existía la apertura externa de la economía, las empresas nacionales y la banca no se habían privatizado ni existía una reducción del déficit público y un control de la inflación.

El consultor enfatiza que la desigualdad del ingreso que hay en México “es un problema estructural y a largo plazo, por lo que no se verán reducciones considerables si no se aplican políticas públicas de repartición de la riqueza en materia de empleos, mejoramiento de la calidad educativa, una reforma fiscal que no permita la concentración de la riqueza en pocas manos y el control de la inflación”.

En México, dice, hay una diferencia “abismal” entre las personas que se encuentran en los niveles de pobreza del sur de África y las que, ahora, pueden encabezar las listas de los hombres más ricos del mundo. “Entre 2005 y 2006 se observa que el 10 por ciento de los hogares más ricos tenía ingresos monetarios 33.7 veces más que el 10 por ciento de los más pobres”.

Araceli Damián, profesora-investigadora sobre temas de la pobreza de el Colegio de México, coincide con Tuirán Gutiérrez y agrega que las cifras presentadas por la administración de Felipe Calderón son “espectaculares”.

Los resultados que arroja la ENIGH, dice la investigadora, “son inexplicables porque el crecimiento del producto interno bruto per cápita es insuficiente para explicar este aumento tan impresionante del ingreso. Observamos que el ingreso monetario de los más pobres aumenta en más del 20 ciento, lo que parece espectacular porque la economía crece muy poco en relación con las necesidades básicas de la gente pobre”.

Indica que “el problema que tiene la ENIGH es que reporta una disminución de la desigualdad del ingreso cuando está creciendo el consumo suntuario, los más ricos compran propiedades en Estados Unidos y carros lujo”.

Gasto Monetario de los hogares

El análisis de la distribución del ingreso elaborado por Alejandro Tuirán arroja resultados esclarecedores. Según la información basada en cifras de la ENIGH 2006, el 10 por ciento de los hogares que pertenecen al decil I destinan 4 de cada 10 pesos al rubro de alimentos y bebidas. Las familias que pertenecen al decil X gastan 3.7 veces más. A esto, Alejandro Tuirán agrega que, el año pasado, el 10 por ciento de los hogares con más recursos gastaron 21 mil 591 millones de pesos. Los hogares más pobres, en cambio, erogaron 5 mil 906 millones de pesos.

Las cifras, enfatiza, “demuestran que una reforma fiscal que incluya el Impuesto al Valor Agregado en alimentos, bebidas y medicinas tendría un mayor impacto en los más pobres, por la proporción de su gasto, a diferencia de las unidades domésticas mas ricas, que dirigen un menor porcentaje a los alimentos y bebidas, aunque erogan más en términos absolutos”.

Entre los productos que consume la población y en los que se observan a detalle las desigualdades están la carne y los lácteos. En cuanto a la carne, el decil X eroga 4.4 veces más que el decil I, dice el análisis de la distribución del ingreso.

“Otro producto que demuestra las disparidades del gasto es la leche y sus derivados, pues el 10 por ciento de los hogares con más ingresos gastan 5.3 veces más en lácteos que los que menos tienen. Es de resaltar que los hogares más pobres no tienen un hábito de consumo de la leche y es por eso que destinan una proporción menor de su gasto a este producto”, dice el informe.

Tuirán Gutiérrez y Mario Alberto López Hernández indican que, respecto a los alimentos y bebidas consumidas fuera de casa, el decil X gasta 18.5 veces más que el decil I, es decir que en 2006 se erogaron por este concepto 14 mil 503 millones de pesos contra 783 millones, respectivamente.

En relación con el vestido y calzado, los más ricos gastas 18.3 por ciento más que los hogares más pobres. El 10 por ciento de los hogares ubicados en el decil I y X representan un gasto de 11 mil 823 millones de pesos contra 644 millones de pesos, respectivamente.

Los cuidados médicos es otro rubro en el que los hogares más ricos gastan 12.5 veces más que los más pobres. Según los expertos, las familias que integran el decil X erogaron 8 mil 667 millones de pesos, contrario a los 694 millones de pesos que ocupó el decil I para su atención.

Opuesto a los gastos anteriores, en el pago de transporte público la población que se encuentra en los rangos más bajos de ingreso gasta cinco veces más, es decir que ocupa el 6.6 por ciento de su ingreso a diferencia del 1.2 que emplean los más ricos.

La educación es otra de las necesidades de la población donde se notan grandes desigualdades. Según el análisis, el 10 por ciento de los hogares más ricos gastan 44.1 veces más que los que menos ingresos tienen. Durante el 2006, la inversión aproximada del decil más alto en este servicio fue de 42 mil 691 millones de pesos contra 864 millones que erogaron los del decil más bajo.

Ante este panorama, Tuirán Gutiérrez advierte que la concentración de la riqueza en un mínimo de hogares trae graves problemas sociales, causa enormes deterioros en la formación del ahorro nacional, el desarrollo del capital humano, la estabilidad económica y la potenciación del capital social.

Panorama legislativo

Víctor Varela, secretario la Comisión de Desarrollo Social en la Cámara de Diputados, dice que las cifras presentadas por la ENIGH 2006 son “simuladas”, pues se basan en indicadores que no cumplen con la Ley de Desarrollo Social.

El diputado perredista acusa que el gobierno federal usa “discrecionalmente” los criterios con los que se miden los niveles de ingreso de los hogares, pues no coinciden con la realidad.

“No creemos que la gente perciba que ha aumentado su nivel económico ni sus oportunidades de empleo. Por el contrario, las familias han sobrevivido con más de tres mil pesos trimestrales en muchos años, con ingresos que oscilan entre 48 y 53 pesos diarios. Es increíble, cuando tenemos a uno de los hombres más ricos del mundo, Carlos Slim. Estos resultados sólo revelan el fracaso de la política económica que nos viene mal gobernando”.

Héctor Hugo Olivares, presidente de la Comisión de Desarrollo Social, precisa que en este sexenio “lo primero que hay que atender es la terrible desigualdad que vive el país. Hay 50 millones de personas en condiciones de pobreza, gente que vive con menos de dos dólares diarios”.

Además, agrega el diputado priista, “nadie puede negar la exclusión en la que viven 12 millones de indígenas, segregados incluso de los programas que presumen tener un efecto de mitigación a la marginación, como el Oportunidades”.

Lo único que puede cambiar las condiciones de pobreza, rezago y marginación, advierte el legislador, es la universalidad de los programas, la creación de empleos bien remunerados y un modelo educativo que dé paso a la capacidad del ser humano para insertarse en un sistema equitativo. De lo contrario, “cuando hay hambre y terribles desigualdades, el país está en riesgo de los estallidos sociales”, concluye. (ER)