El ser humano y el medio ambiente forman una unidad inseparable que solo acabará cuando uno de los dos, o ambos, por alguna circunstancia fatal, desaparezcan.
El hombre y la naturaleza, la mujer y la naturaleza, constituyen la realidad más verdadera de la existencia conciente que ha sucedido a lo largo de los tiempos en nuestro planeta. Por ello, la importancia que tiene el medio ambiente en el desarrollo humano.

A pesar de esto, la Tierra soporta el problema del cambio climático general, debido a la acción de los gases de Efecto Invernadero. Sabemos que el planeta ha cambiado notablemente; los millones de toneladas de esos gases nocivos que en la actualidad se encuentran en la atmósfera terrestre, perdurarán por muchos años (aun sí los países se pusieran de acuerdo para no emitir más gases contaminantes, los que hoy rodean la atmósfera persistirán por cuarenta o cincuenta años más), produciendo varias alteraciones climáticas, que ya las estamos sintiendo.

Nuestro país no queda al margen de este fenómeno. Si bien ocupa una posición geográfica privilegiada (la región central del planeta), ya a comenzado ha experimentar los síntomas del calentamiento global atmosférico. Tal como sucede en todo el mundo, en el nuestro territorio se presentan más intensas las sequías y también las lluvias torrenciales que inundan los campos y ciudades, provocando enormes problemas en sus habitantes.

En estos tiempos, la expresión común de los campesinos ecuatorianos es: “ahora no sabemos cuando es invierno y cuando es verano, porque llueve y hace sol cuando la naturaleza quiere”. Esta incertidumbre climática ha perjudicado la producción general y la actividad económica: sufren en la costa ecuatoriana los campesinos sembradores de arroz y otros productos alimenticios de ciclo corto por las tremendas inundaciones invernales de cada año, y también los ganaderos por las sequías mortales del verano; así como los agricultores de la Sierra con las frecuentes heladas que antes solo ocurrían en septiembre y en la actualidad acontecen casi todos los días.

Por razón natural, las diferentes comunidades que habitan en los campos del Ecuador, esperan tener por lo menos unas condiciones ambientales aceptables, aunque no sean óptimas, para seguir realizando sus actividades básicas de supervivencia. Pero con el panorama a futuro, ¿qué podemos esperar para el desarrollo humano ecuatoriano, con una naturaleza con tendencia a las grandes inundaciones y a las sequías extremas? Por esto es necesario tomar medidas urgentes y hacer algo efectivo antes de que sea demasiado tarde y no haya posibilidades para detener el proceso irreversible de deterioro de la naturaleza ecuatoriana.

En la actualidad hay la propuesta gubernamental, que me parece acertada, y que consiste en mantener bajo tierra el petróleo que existe en el Parque Nacional Yasuní. Esto es beneficioso para la conservación de la gran selva amazónica, que brinda oxígeno puro al planeta, y también para salvaguardar a nuestros pueblos aborígenes no contactados que viven en dicha región. Por ello no debemos permitir que se ponga una sola pala o un solo tractor encima de los terrenos selváticos que constituyen la Reserva Ecológica del Yasuní. Si por cualquier circunstancia aquello llega a ocurrir, tendremos que protestar de inmediato todos los ecuatorianos patriotas para evitar el destrozo de uno de los mayores sistemas de biosfera del planeta.

Para la Asamblea Nacional Constituyente me permito sugerir la aplicación de una legislación que no entregue ni un milímetro más de nuestra amazonía a favor de las empresas transnacionales y su explotación irracional en busca de recursos naturales.