Organismos celebérrimos y de intachable vocación democrática como Reporteros Sin Fronteras (RSF), Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Asociación de Entidades Periodísticas (ADEPA), Federación Internacional de Periodistas (FIP) y hasta la Organización de los Estados Americanos (OEA), por citar sólo algunos, caerán justicieros sobre el lomo rapaz del dictadorzuelo.

Los canales de televisión no hablarán de otra cosa, los columnistas vibrarán enardecidos, las entidades de ejecutivos periodísticos enarbolarán sus códigos éticos plurales y democráticos, habrá paneles y seminarios en todas las universidades privadas, los inversores huirán por las señales negativas y las organizaciones empresarias gastarán fortunas en solicitadas contra el atropello.

No habrá periodista profesional, independiente, comprometido con la democracia y los valores de la libertad de expresión de prensa y de empresa que desde los medios nacionales no deje de increpar con dureza al dictadorzuelo y le recuerde que los votos de las mayorías no son lo único que cuenta para ser calificado de democrático.

La prensa internacional, como muchos llaman a las empresas periodísticas del exterior, mantendrá durante semanas el tema en su portada como acción sacrificadamente militante y nada corporativa para impedir el ataque contra la libertad básica de toda sociedad democrática.

El mundo se abalanzará agresivo contra la ciudad de Buenos Aires, en definitiva, cuando el 10 de diciembre asuma el nuevo jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, e inmediatamente cumpla su promesa de cerrar la emisora pública de televisión, Ciudad Abierta.

Así lo aseguró el pasado lunes 5 en una conferencia de prensa sin que los lectores del diario conservador La Nación, por ejemplo, pudieran saberlo porque un poder tan oculto como poderoso ejerció censura sobre los directivos del matutino que sin dudas (¿quién lo duda?) querían llevar la denuncia como tema principal de la tapa.

Ayer, a la mañana siguiente, una mano negra silenció arteramente la boca de los conductores y columnistas de Radio Mitre, quienes entrevistaron a Macri pero apenas pudieron mencionar el tema sin increparlo airadamente como era su intención (¿quién lo duda?) ante tamaño ataque contra la democracia, la libertad de expresión, de prensa y de empresa.

El poder implacable de la corrupción dictatorial de una clase política cartelizada, terrorista y hasta seguramente cómplice de Irán, Cuba, Bolivia y Venezuela, impidió a los grandes medios censurar al censor, los obligó a callar, les controló la edición, les levantó páginas, los quitó del aire y hasta plagió sus voces para mutar en elogios los gritos libertarios.

Sólo así puede comprenderse el silencio, el atronador silencio que hubo ante el anuncio del cierre del canal Ciudad Abierta formulado por Macri esta semana, y que no es otra cosa que una confirmación de lo que ya había amenazado durante la campaña electoral.

Sólo así se puede ser bien pensado al mirar el silencio de la pléyade de paradigmas de la libertad que blandieron su espada apocalíptica cuando el Gobierno de Venezuela desistió de renovar automáticamente la licencia de la empresa radio Caracas Televisión (RCTV) para hacer uso de una señal del Estado, pero mantuvo el canal en el aire.

En Buenos Aires, por el contrario, lo que se anunció fue el cierre del canal de televisión público pero con mentirosos argumentos de caja y de baja audiencia.

Ciudad Abierta no es una maravilla, ni de lo mejor, pero es una expresión alternativa de la Ciudad que debe permanecer, y en todo caso puede mejorarse con autonomía y proyecto comunicacional, si es que lo hubiera.

Tras el cierre sólo habrá que esperar la reacción, la durísima reacción las llamadas fuerzas de la democracia.

Pero si mantienen el silencio volverán por enésima vez a dejar en claro quiénes son, a qué intereses responden y qué significa para ellos la palabra libertad.

(*) Periodista.

Nota Nota publicada en el portal Buenos Aires Sos