Como respuesta a las críticas, los organizadores del foro de Davos
intentaron algunos cambios: permitieron abandonar el uso de corbatas,
ampliaron los temas abordados, discutiendo cuestiones como el SIDA o el
“matrimonio y el sexo”, y organizaron talleres en grupos más pequeños.
El apogeo de esos cambios ocurrió en 2005, cuando el foro de la elite
empresarial y política fue tomado por asalto por las estrellas de la
música como Bono y Lionel Richie, y artistas como Angelina Jolie,
Richard Gere y Sharon Stone. De esta manera el Foro Económico Mundial
cayó en la banalización de apelar a fórmulas mágicas y mediáticas para
terminar con la pobreza en el sur.

Muchos recordarán cuando Stone tuvo una repentina revelación en Davos,
al sostener que Africa necesitaba ayuda en forma inmediata. De pie en
una de las sesiones del foro, se puso a recolectar en ese mismo momento
un millón de dólares entre los empresarios que la rodeaban. Por supuesto
que todos apoyaron su pedido y prometieron abrir sus billeteras, pero
pocos lo hicieron. Tomó casi un año hacer cumplir aquellas promesas,
Stone no regresó a Davos, y ese millón de dólares no solucionó los
problemas de Africa.

En cambio, el cantante de U2, Bono, asiste regularmente a Davos para
presentar distintas recetas de solución a los dramas globales. Su apoyo
conceptual está en las ideas del economista Jeffrey Sachs, quien afirma
que la solución transita esencialmente por un aumento masivo la ayuda
externa hacia los países en desarrollo. Sachs publicó en 2005 su libro
“El fin de la pobreza – cómo conseguirlo en nuestro tiempo”, prologado
por el propio Bono.

Recordemos que Sachs tuvo un célebre papel como asesor económico en
Bolivia y en países de Europa del Este, incluyendo Rusia, aplicando
terapias de shock, las que terminaron en profundas crisis económicas.
Sus recetas para acabar con la pobreza se editaron casi al mismo tiempo
del foro de Davos 2005, cuando Bono lanzó su campaña enfocada en Africa,
junto a Tony Blair y Bill Gates.

Las posturas de Sachs descansan en una visión reduccionista de la
pobreza, muy dependiente del ingreso monetario, fuertemente condicionada
por la geografía, y carente de una historia previa que explica la
dinámica por la cual unos países se volvieron ricos a costa de la
pobreza de otras naciones. Por lo tanto, la receta de Sachs es mantener
las relaciones globales actuales pero aumentando la ayuda externa. No se
cuestiona la esencia de la globalización, no se pretende reformar el
comercio global ni los flujos de capital, y no se apunta a otros estilos
de desarrollo.

Son propuestas muy simplistas, pero que se vuelven difíciles de criticar
por la presencia de Bono y otros actores, los que revisten esas posturas
mercantiles de un glamour contestatario y “cool”. Es que, sin duda, Bono
es simpático, y nadie quiere cuestionar a un rockero simpático. Pero por
ahora la “Bono política” no es suficiente. Son recetas simples que no
atacan las raíces de los problemas que generan la pobreza aunque alivian
las conciencias de algunos de sus responsables. Es una estrategia que
resulta muy cómoda a los empresarios que se reúnen en Davos. Cumple con
muchos propósitos, tales como darle un rostro humano al foro y
entretener a la prensa en seguir a las estrellas del rock en lugar de
cuestionar a los CEOs de las corporaciones. Es una postura basada en el
espectáculo; no en vano estos intentos de Bono fueron tema central en un
número de la revista Vanity Fair.

También brinda un canal para las donaciones corporativas con lo cual se
justifica una estrategia de acción contra la pobreza basada en la
caridad. Poco se discute sobre las relaciones de producción y la
equidad, sino que se debate sobre el monto de la donación; el énfasis no
está en cómo revertir los procesos que originan las desigualdades
globales, sino en la competencia de quién será el empresario que alcance
la mayor donación. Las posturas del dúo Sachs-Bono se vuelven
funcionales a la globalización actual; no ponen en riesgo su estructura
y dinámica.

En el campo académico, si bien hay algunas críticas serias a las
posturas tipo Sachs-Bono (tanto por derecha como por izquierda), siguen
siendo muy pocas. Es que también entre los académicos se observa el
embrujo de la banalización. Por ejemplo, el destacado economista,
Kenneth Rogoff, docente en la Universidad de Harvard, celebra en las
páginas de la revista Times, que Bono llegó al Foro de Davos 2006 con
una “idea excelente”: una tarjeta de crédito American Express Roja,
“donde el 1% de las compras debían ir a un Fondo Global para combatir el
SIDA, tuberculosis y malaria”. Roggoff agrega: “alguien me mostró un
ejemplo de la tarjeta y lucía muy bien (cool)”, para enseguida señalar
que “las fiestas y cenas en Davos fueron notablemente más ligeras y
relajadas”, donde la consultora McKinsey logró contar con “la mejor
música, como casi siempre ocurre, y me dijeron que la gente se quedó
bailando hasta las 3 de la mañana”, mientras que en el cocktail de
Google “se servía vino y champagne”.

Este es el resultado de la “Bono-banalización” de las temáticas
globales: asumir que la pobreza se solucionará desde el uso de una
tarjeta de crédito mientras se disfruta de una fiesta en Davos. Como
evidentemente eso es inefectivo, la presencia de los actores y músicos,
parece más cercana a un plan para responder a las críticas y reacciones
ciudadanas — un “plan B” tal como advierte George Caffentzis, que
permite acallar las protestas populares para mantener la columna
vertebral de la economía global. Se mezcla a Bono con Bill Gates, Angela
Merkel con Lula da Silva, y así se viste a la globalización con nuevas
prendas.

El verdadero papel de Davos está en promover los mercados globales y
liberalizar el comercio internacional. Sus raíces son evidentes en este
año, ya que se retoman los temas clásicos, y se enfocará el “poder de la
innovación colaborativa” a partir de cinco pilares: empresarial,
economía y finanzas, geopolítica, ciencia y tecnología, y valores y
sociedad. Para precisar aún más esa perspectiva es conveniente anotar
que los coordinadores del encuentro 2008 son el ex-premier británico
Tony Blair, los presidentes de Pepsico, Chevron, de los bancos J.P.
Morgan e ICICI de la India, el presidente de la empresa China Mobile
Communications, y Henry Kissinger.

El Foro de Davos no incide en la raíz de los problemas globales, y por
el contrario reproduce las condiciones que generan la desigualdad y la
pobreza. Decir que el hambre es un problema, y además un drama a escala
global no es suficiente. Intentar resolver esto con una tarjeta de
crédito es ridículo. Es necesario dar los pasos hacia soluciones
concretas, muchas de las cuales serán dolorosas para los países
industrializados, y en ese esfuerzo no hay nada para festejar y hay
mucho para cambiar.

Fuente: ALAI AMLATINA, 22/01/2008.