La tragedia del 79
Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima

48 - Después de Miraflores, La Breña

Después de esa batalla, hemos visto lo que aconteció en forma inmediata en Lima, pero también desde ese momento, la guerra tomó un triple curso, si bien de desarrollo simultáneo, sus realizaciones y proyecciones, en oportunidades parecieran no tener vinculación entre sí, además se desarrolla con empleo de recursos diferentes. En el primero, son las armas, fue la prosecución de combates para expulsar al enemigo. El segundo, utilizó la política, surgiendo el increíble y doloroso cuadro de la guerra civil, llena de ambiciones y desaciertos, en los cuales Piérola, Montero e Iglesias son las figuras de la vergüenza y, en oposición a ellos, quedaron García Calderón y Cáceres como defensores del país, y, el tercero, utilizó la diplomacia, el engaño o la presión para conseguir la paz. Por esas circunstancias se deben analizar las tres situaciones en forma separada pese a que formaron un todo superpuesto.

El primer episodio, corresponde a la serie de operaciones militares conocidas con el nombre de La Breña, cuando la figura excepcional del coronel y después general Andrés Avelino Cáceres, emergió como el gran paladín de la defensa del país. Vino arrastrando el peso de casi dos años de guerra con participación activa y constante. Surgió como héroe de Tarapacá y renovó dicha actitud en Tacna y después Miraflores, de donde se retiró herido. No tuvo descanso y, cual ser providencial, se dirigió a organizar la renovación del ejército y continuar batallando. Para él no cupieron armisticios ni tratados de paz que no significaren la retirada total del enemigo respetando la integridad nacional. En su mente no hubieron intermedios al conocer que podría lograr su propósito. Conoce la materia prima de que está hecho el peruano, que no se rendirá jamás, máxime que pueden encontrarse muchos oficiales con experiencia y conocimientos que seguirán haciendo la guerra.

A los cuarenta y ocho años de edad se sintió en capacidad plena de culminar su propósito. En lo político, obedecerá a quien gobierne. En lo militar, pasará a ser el jefe; en este último terreno dejará de supeditarse a decisiones ajenas que son las que llevaron al país a la ruina.

Tres meses después, al dirigirse en tren hasta Chicla, por la quebrada del Rímac, fue meditando sobre las acciones que deberá adoptar para volver nuevamente a la reconquista del territorio perdido. En esa forma se inició un nuevo episodio en el cual Cáceres resultó indomable. Perdió una y varias batallas, pero continuó en la brega. No le dieron cuartel y lo persiguieron sin descanso, pero supo eludir las trampas e incluso amagos de asesinarlo, porque los chilenos conocieron que él fue la resistencia mayor que encontraron y convertido en el más serio obstáculo a sus designios de ambición territorial, al cual no pueden engañar ni doblegar diplomáticamente, debiendo hacerlo por las armas y, no pudieron lograrlo.

Así como el Huáscar es Grau y, el Morro Bolognesi, La Breña es Cáceres. Sin él, muy poca resistencia se hubiera organizado y los chilenos hubieran dictado sus condiciones con extrema dureza, mayor de la que impusieron, ya que en el guerrero de los Andes encontraron la expresión de una constante y creciente resistencia, que progresivamente el Perú se fue aglutinando a su rededor y, la resistencia se fue incrementando en un conflicto de continuo desgaste que Chile no podía mantener indefinidamente, en el cual su juventud iba sucumbiendo y desapareciendo y donde sus actos de venganza, por salvajes e irracionales que fueran, no detuvieron al contrincante, pues el ejército invasor era muy pequeño para dominar, ahogar y degollar a los dos millones y medio de peruanos. Y lo que Prado primero y Piérola después rehusaron o no pudieron lograr, movilizar los recursos del sentimiento de peruanidad, no porque no existiera, sino que no lo tomaron en cuenta. Cáceres sí supo hacerlo, al conocer cómo llegar al sentimiento de unos u otros y, por primera vez en el conflicto, el Perú profundo se movilizó, no por mandatos, bandos o que sus patrones así lo indicaron, sino que les nació hacerlo para defender el terruño y también las escarpadas de los Andes que constituían su paisaje; en esa forma quedó mezclada la sangre de todos los peruanos en un solo sentimiento: expulsar al invasor. Desgraciadamente en cada etapa de la historia y en el acontecer humano, siempre hay cobardes y traidores y, en el Perú, también se presentaron, impidiendo que Cáceres lograra su objetivo, interponiéndose en sus designios, al preferir pactar con el enemigo. Esa fue una vez más la desgracia nacional. Rencillas y egoísmos menudos primaron en algunos sobre los intereses de los más. La ambición de poder cegó a las personas, por eso prefirieron claudicar a permitir que el ejército nacional encabezado, por Cáceres y secundado por patriotas natos, de absoluta entereza como Recavarren o Leoncio Prado y una legión de hombres como ellos, obtuvieran el triunfo que merecían las armas peruanas. Porque La Breña no la dirigió un dictador de zarzuela, sino un patriota que había ganado el grado de general en el servicio y el combate. Por eso la situación fue diferente, lo cual da una connotación tan sui géneris a La Breña; es única, diferente, así como la composición y espíritu de la tropa, que sin importarles el número o calidad de armamentos del contrincante, se lanzaron a la batalla sin arredrarse. Fueron calificados en peyorativo, como indios y montoneros, pero impusieron respeto y también temor, hasta llevar a los chilenos a buscar desesperadamente un arreglo de acuerdo a sus planteamientos, que en mala hora lo encontraron en el llamado "Grito de Montán", ya que, pese a sus excesos, crímenes y latrocinios, cometidos cada vez con mayor salvajismo y sadismo, no pudieron doblegar el espíritu de la lucha que en forma continua y creciente se les enfrentó y extendió por el país bajo la inspiración y orientación de Cáceres, que fue el guerrero del destino condenado a luchar siempre sin encontrar la victoria, pero ese triunfo que las armas le negaron, lo recogió en el corazón de sus compatriotas y nimbo de la historia, pasando su nombre a conformar la triada de héroes que nos legó la infausta guerra.