Todas esas culpas fueron enumeradas recientemente en un informe anual pronunciado ante el senado estadounidense por el director de Inteligencia Nacional de EEUU, Michael McConnell.

Como era de esperar, el riesgo de Rusia desde el punto de vista militar quedó consignado en ese informe. Pero esa amenaza fue formulada en frases muy generales, incluso casi con cierta perplejidad, sobre todo si se compara la permanente ostentación del poderío militar de EEUU y la postura de expectativa que adoptó Rusia en años anteriores.

"La maquinaria militar rusa comenzó salir del prolongado período de empeoramiento que comenzó en los tiempos cuando se derrumbó la Unión Soviética", resaltó el informe de McConnell.

En cambio, "el zar de la inteligencia", como se denomina en EEUU al jefe de la mayor entidad secreta estadounidense, "el creciente poderío económico de Moscú" es un asunto que merece "preocupación".

En general, hay que resaltar que el informe en ningún momento citó la expresión de que Rusia supone "un peligro para EEUU".

Si se examina con atención, el discurso de McConnell no fue escalofriante ni sensacionalista, y mucho menos presentó nuevos elementos de reproche con respecto a Moscú.

En cierta medida fue favorable porque el informe elaborado por esa entidad el año pasado en lo referente a Rusia fue mucho más crítico y severo.

Probablemente por eso, en relación a dicho informe, el Kremlin resaltó que su contenido "no merece dramatizarse", a pesar de que generó "ciertos interrogantes".

Al fin y al cabo, no es la primera vez que los estadounidenses acusan a Rusia de intentar controlar los suministros y el transporte de hidrocarburos desde Europa hasta el sudeste asiático".

Y también de que Moscú, "de forma agresiva procura controlar el corredor energéticos entre Oriente y Occidente".

También es difícil interpretar como un ataque las palabras de McConnell cuando dijo que, "existe preocupación si Rusia, China y la OPEP utilizan los mecanismos financieros con fines políticos".

Como también el llamamiento a dedicar más atención, "al aumento de las inversiones rusas en el exterior", sobre todo, las inversiones en Europa, especialmente en el sector energético.

Al fin de cuentas, McConnell no propuso nada nuevo en relación a la política que siempre ha promovido EEUU.

Porque ningún país del mundo cuenta con las dependencias que tiene el Departamento de Estado, el Pentágono, y el resto de las instituciones estadounidenses hasta el ministerio de Agricultura para promocionar en el exterior todo lo que produce EEUU.

El trabajo de esas dependencias y sus funcionarios es ayudar la expansión de todo lo que tenga la etiqueta "made in USA", como productos, servicios, créditos, instrumentos financieros, cultura, forma de vida, automóviles, Coca-Cola y hasta lavadoras.

En cualquier país, desde el más poderoso al más insignificante los embajadores y diplomáticos estadounidenses no experimentarán ninguna turbación si les corresponde intimidar o hasta ponerle una zancadilla a los competidores extranjeros que estorban al comercio o los negocios estadounidenses.

El único aspecto destacable del informe de McConnell fue el hecho de que Rusia fue mencionada junto a Irán, Irak, Pyongyang, Pekín e incluso Al Qaeda, el enemigo número uno de EEUU, lo que entre otras cosas no quiere decir que entre esos países y organizaciones el funcionario estadounidense trazó un signo de igualdad.

Semejantes exageraciones o distorsiones en informes de ese tipo obedecen más a la regla que a la casualidad, al fin de cuentas, se trata del informe de inteligencia, y como afirmó un célebre pensador británico, "allí donde comienza el secreto también puede aparecer el engaño".

Otro aspecto notable del informe es que se produce el año de los comicios presidenciales en Rusia y EEUU.

Cabe reconocer que el almirante en retiro McConnell tuvo de que realizar una labor muy difícil porque su organización, surgida tras los trágicos sucesos en septiembre de 2001, le correspondió coordinar las actividades de todas las entidades de inteligencia estadounidenses, desde la CIA, FBI, la Agencia de Seguridad Nacional, los servicios de espionaje del Pentágono, las Fuerza Aérea, la Flota hasta los servicios especiales de la guardia costera, el ministerio de energía y otras entidades.

Con toda justicia, McConnell cumplió una titánica labor porque logró establecer un denominador común en las valoraciones de todas esas entidades que en varios aspectos compiten la una con las otras y tienen agudas diferencias.

La mayor parte del trabajo realizado por McConnell tuvo un carácter político porque su informe no tuvo nada en común con los asuntos de Estado secretos o confidenciales.

Ese tipo de informes no son otra cosa que instrumentos de política exterior presentados con la etiqueta de "secretos recién revelados".

En realidad, todas esas tesis de "inquietud" y "alarma" no son revelaciones compartidas entre las entidades secretas, sino una advertencia directa sobre que es lo que quiere ver EEUU, que es lo que rechaza, y también todo aquello que no piensa tolerar.

Una información muy útil y valiosa para el resto de los países porque puede servir de orientación.

Fuente: Ria Novosti, 15/ 02/ 2008.