La tragedia del 79
Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima

57 - La Breña, 1882

Chile conoció que cualquiera que fuere su designio, para con el Perú, no podría materializarlo mientras Cáceres continuara luchando, por eso, el lo de enero de 1882, a un año de haberse apoderado de Lima, Lynch, personalmente inició la segunda campaña contra el Brujo de los Andes, al frente de una columna de tres mil hombres, y estando libre la ruta de Canta, por la traición y deserción del coronel Vento. Tomó esa ruta para llegar al pueblo y de ahí, atravesar el contrafuerte andino por Llallaqui y caer sobre Chicla, cortando la retirada a Cáceres en caso se encontrara aún en Chosica.

El día 5 salió de Lima una segunda columna de dos mil soldados al mando del coronel Gana y dirigieron por la quebrada del Rímac, apreciándose el movimiento de pinzas proyectado contra el ejército de La Breña, el cual, por información recibida de la salida chilena, se replegó oportunamente, pues su situación no le permitía enfrentarse al enemigo, al haber cambiado totalmente la situación, por las deserciones y el tifus, en los últimos tres meses. Retirada que terminó con la tragedia de Julcamarca, seguido por la batalla fratricida de Acuchimay.

Los chilenos de Gana siguieron a distancia el retiro de Cáceres, pareciendo que dicho coronel, no tenía apremio en darle alcance y, de acuerdo a lo programado en el estado mayor, se encontró con las fuerzas de Lynch en Chicla. donde se fusionaron los dos contingentes, formándose una columna de tres mil hombres a los cuales se les dotó del mayor poderío militar y, a órdenes de Gana, el 19 de enero partió en busca del ejército breñero, llegando a la Oroya el 23, a órdenes de Canto, mientras Lynch, con el resto del contingente, regresó a Lima.

El ejército del centro, después de la derrota de Panizo, en la ciudad de Ayacucho se dedicó a su reorganización. Por la escasez de armas y vestuario, sólo pudo contar con un efectivo de 1500 hombres y cuatro piezas de artillería. Cáceres se encontró con la situación que no sólo debía atender a los aspectos militares, sino, que al desaparecer el gobierno del dictador, debió igualmente atender los aspectos administrativos de una tercera parte del país, para lo cual creó y organizó tres secretarías.

Cáceres se enteró que el coronel Suárez, de guarnición en Apurímac, había avanzado hasta el puente de Pampas, dando la impresión que lo hacía para incorporarle sus tropas, por lo cual, se le envió, desde Izcuchaca, una invitación con ese fin, siendo declinada por Suárez, quien manifestó que estaba en ese lugar por órdenes de Montero, respuesta que desconcertó de inicio, viéndose poco después la finalidad de esa situación. Cáceres ha conjeturado que Suárez estuvo en Pampas, para impedirle cruzar el puente en caso que fuera derrotado por Canto y éste lo persiguiera. Nuevamente surgió el increíble y bochornoso cuadro de dos coroneles que triunfaron en Tarapacá y, por celos o ambiciones, en este caso del contralmirante Lizardo Montero, quien temeroso que el gran luchador le hiciera sombra con su actividad y carisma, le arrebatara el gobierno, ya que el mismo Cáceres lo había reconocido como presidente del Perú, en ausencia del titular García Calderón, sino, que la simpatía popular se volcase a su favor y exigiera a Montero que dejara la vida apacible que desde la batalla del Alto de la Alianza y Miraflores, llevó y, actuara como soldado y gobernante en defensa de la patria. Ese temor u otro oculto, motivaron a Montero a que nuevamente se produjera una división en las fuerzas peruanas para enfrentar al común enemigo, y en lugar de ello, resultaron en bandos opuestos, resintiéndose la defensa nacional.

Nuevamente Cáceres se encontró solo, sin apoyo de sus mismos compañeros de armas, quienes, como en el caso de Montero, jamás se enfrentaron directamente a los chilenos, desde que Lima cayó.