Las paredes, la distancia y el tiempo se redujeron a cero. Parecía irreal. Nunca había tenido lugar un diálogo parecido entre jefes de Estado y de gobierno, que en casi su totalidad representaban países saqueados durante siglos por el coloniaje y el imperialismo. Ningún hecho podía ser más didáctico.

El sábado 10 de noviembre de 2007 pasará a la historia de nuestra América como el día de la verdad.

El Waterloo ideológico ocurrió cuando el rey de España le preguntó a Hugo Chávez de forma abrupta: “¿Por qué no te callas?” En ese instante todos los corazones de América Latina vibraron. El pueblo venezolano, que debe responder sí o no el próximo 2 de diciembre, se estremeció al vivir de nuevo los días gloriosos de Bolívar. Las traiciones y los golpes bajos que recibe diariamente nuestro entrañable hermano, no harán cambiar ese sentimiento de su pueblo bolivariano.

Al llegar Chávez al aeropuerto de Caracas, procedente de Chile, y escuchar directamente de su boca los planes de mezclarse con las multitudes, como lo ha hecho tantas veces, comprendí con absoluta claridad que, dadas las circunstancias actuales y la victoria ideológica de gran trascendencia obtenida por él, un asesino a sueldo del imperio, un oligarca envilecido por los reflejos que sembró la maquinaria de publicidad imperial, o un perturbado mental, podrían poner fin a su vida. Es imposible apartarse de la impresión de que el imperio y la oligarquía se esmeran por conducir a Chávez a un callejón sin salida poniéndolo fácilmente al alcance de un disparo.

En el caso de Venezuela, la victoria no se debe convertir en terrible revés sino en victoria mucho mayor, para evitar que el imperialismo conduzca al suicidio a nuestra especie. Hay que seguir luchando y corriendo riesgos, pero no jugar todos los días a la ruleta rusa o al cara o cruz de una moneda. Nadie escapa de los cálculos matemáticos.

En tales circunstancias deben usarse preferiblemente los medios modernos de comunicación que transmitieron al mundo en vivo y en directo los debates de la cumbre.

Waterloo ideológico

Tengo muchas reflexiones adelantadas en virtud de promesas. Una de ellas se relaciona con las ideas esenciales del libro de Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, utilizando sus propias palabras. En ese texto se puede percibir con claridad la pretensión imperialista de seguir comprando al mundo y sus recursos naturales y humanos pagando con billetes de papel perfumados.

Otra idea era la de obligar a determinados personajes a confesar la verdad sobre los planes de guerra de la OTAN. Emplazaba directamente al señor José María Aznar y presionaba a líderes norteamericanos para que admitieran abiertamente su responsabilidad en las guerras del imperio. Mostraba pruebas documentadas, algunas inéditas.

Vino la Cumbre Iberoamericana, y allí ardió Troya. El discurso adicional, invertebrado e inoportuno de José Luis Rodríguez Zapatero, su defensa de Aznar, la orden abrupta del Rey de España y la respuesta dignísima del presidente de Venezuela, que por causas técnicas ni siquiera pudo oír con precisión lo que el rey dijo, aportaron pruebas irrebatibles de las conductas y los métodos genocidas del imperio, sus cómplices y las anestesiadas víctimas del Tercer Mundo.

En aquel ambiente tenso brilló la inteligencia y la capacidad dialéctica de Chávez.

Una frase de Aznar sintetiza su alma celestina. Cuando Chávez le preguntó por la suerte que esperaba en el mundo neoliberal a los pueblos pobres como el de Haití, respondió textualmente: “Ésos se jodieron”.

Conozco bien al líder bolivariano: jamás olvida las frases que directamente escucha de sus interlocutores.

La factura petrolera y el desarrollo

Chávez lo dijo con toda claridad en Riad: la factura de petróleo y gas de los países en desarrollo alcanza el millón de millones de dólares.

Propuso a la OPEP, que estuvo a punto de ser disuelta antes de la llegada al poder del gobierno bolivariano –que la presidió y preservó a lo largo de ocho años–, asumir el papel para el cual fue creado el Fondo Monetario Internacional y nunca cumplió.

El dólar está en caída libre, expresó. Nos pagan con papeles. Podemos y debemos garantizar el combustible tanto a los países desarrollados como a los que luchan por desarrollarse y necesitan importarlo. La OPEP puede dar créditos para el desarrollo con largo periodo de gracia y sólo el 1 por ciento de interés anual, de modo que los países pobres paguen con los bienes y servicios que sean capaces de producir. Mencionó la cifra de 5 mil millones de dólares como ayuda al desarrollo que Venezuela presta a los países caribeños que necesitan desesperadamente importar esa esencial materia prima.

Chávez puede añadir un ejemplo ilustrativo que Cuba conoce bien: con lo que cuesta a fines de 2007 importar un barril, en 1960 se podían adquirir 13.52 toneladas de petróleo ligero, incluido transporte, es decir, casi 25 veces más que ahora. En tales condiciones, un país como la República Bolivariana de Venezuela continuaría siendo un suministrador de combustible casi regalado a Estados Unidos. La tierra continuaría hundiéndose en algunas cuencas al faltar el subsuelo petrolero.

Comprendo cuánto tiene que romperse la cabeza sacando cuentas y cuán justos y nobles son sus sentimientos de igualdad y justicia para los pueblos de la que Martí llamó nuestra América, y Bolívar, en la lucha contra el imperio español, calificó de una sola nación.

En aquella época se mantenía todavía el equilibrio. No existía la diabólica idea imperial de convertir los alimentos en combustible ni los cambios climáticos descubiertos y comprobados por las ciencias.

Revista Contralínea

México

Fecha de publicación: Diciembre 1a quincena de 2007