Y quienes llevaron a cabo la mencionada acción (Televisa y Prisa) se quemaron y arderán durante largo tiempo.
Es cierto que han existido asuntos donde la sociedad mexicana reaccionó con valor, entusiasmo y apoyo respecto de las diversas propuestas informativas. Los nacimientos de Proceso (1976), Unomásuno (1977) y La Jornada (1984), por citar tres casos emblemáticos, son muestra palpable que los ciudadanos sintieron lesionados sus derechos a la información y a la libertad de expresión. La gente, junto con un número importante de intelectuales, en dichos casos, apoyó económica y vitalmente la aparición y el desarrollo de las publicaciones. Unomásuno, al desvirtuar su función, vio cómo lentamente quienes lo alentaron dejaron de confiar en sus propuestas.
Pero nunca como ahora, un personaje ha logrado el respaldo que goza Carmen Aristegui. Ni siquiera José Gutiérrez Vivó y su explicación de que se le intentó cambiar su línea independiente en las postrimerías del foxismo y el inicio del felipismo. Tampoco ocurrió con los directivos de canal 40, a pesar de las agresiones sufridas y el agandalle llevado a cabo por Ricardo Salinas Pliego y sus “intelectuales”.
¿A qué se debe esta nueva situación?
Creo, con base en algunos puntos empíricos, a diversas circunstancias. La posición de Carmen al tratar asuntos que otros eludían o abordaban de manera superficial: el asunto de la Ley Televisa –empresa en la que trabajaba la conductora–, la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de ese bochornoso asunto y su independencia al no ir al Senado para alegar que la nueva Ley Electoral es contraria a la libertad de expresión, algo que hicieron la mayoría de sus colegas; los reportajes de Sanjuana Martínez acerca de Nicolás Aguilar y otros curas pederastas, donde Norberto Rivera está involucrado; la indagación del caso de Ernestina Ascencio y los niños violados en Oaxaca, expuesto éste último en voz de las madres de los chamacos; el apoyo al obispo Raúl Vera y la exhibición que en el Ejército mexicano hay violación de los derechos humanos; posibilitar que Andrés Manuel López Obrador expusiera, cada determinado tiempo, sus puntos de vista, no obstante que el “peligro para México” solamente es noticia para burlarse o atacarlo en la mayoría de los medios; el balance que hacía, al darle voz a unos y otros, algo muy cacareado y poco común en los medios audiovisuales; la aceptación de los errores gramaticales, de datos y situaciones que se producían en sus emisiones, lo cual posibilitaba el diálogo abierto y autocrítico con el radioescucha; la inclusión de opiniones de los oyentes, sin que hubiera cortapisa en los comentarios; el manejo amplio de la información que era notorio desde muy temprano, lo que mostraba un esfuerzo por estar enterada de las noticias antes de llegar a la cabina y, para no hacer muy extensa la lista, un grupo de colaboradores, especialmente mujeres, entre los que destaca Edith Gómez, quienes podían hacer abierta, amplia, honestamente su tarea.
Pero además, seguramente todo ello no hubiera sido posible si Aristegui no se hubiera dado cuenta de algo que es parte de la actual discusión: luego de las elecciones de 2006, hay un país dividido, el cual no se ha podido reconciliar ya que no se ha propiciado un mecanismo para sanar heridas: más bien estamos en la negación de entender al otro. Y no se trata únicamente del 2 de julio. Hay, de entonces para acá, una serie de acontecimientos que lejos de pavimentar el camino del orden y la prudencia, amén de reparar errores, ha exacerbado la molestia. Por ejemplo, los discursos presidenciales de que vamos camino al paraíso mientras los problemas crecen.
Dos asuntos más: la negativa de la Suprema Corte a condenar a Mario Marín y vulnerar los derechos, en la práctica, de Lydia Cacho, y las situaciones que viven infinidad de féminas que son agredidas y no obtienen respuesta de la autoridad: las trabajadoras sexuales de Castaños, Ernestina Ascencio, las señoras de Oaxaca y sus hijos, etcétera.
Ante ese panorama, no es un feminismo chato el señalar que hubo una mujer, una voz, una inteligencia que entendió el momento que se vive en el país. Máxime que teníamos un antecedente nefasto, contrario: Marta Sahagún y sus abusos, incluso contra la periodista argentina Olga Wornat, a quien Carmen entrevistó acerca de la actual presidenta de la nación sureña, cuando era aspirante al máximo puesto, Cristina Fernández.
Otro elemento que debemos tomar en cuenta fue el despertar de la población en los comicios presidenciales de julio de 2006. No obstante todo lo que se diga, la presencia de Andrés Manuel no se apaga. El núcleo principal de su movimiento, indudablemente, son ellas, quienes han formado las diferentes agrupaciones que se mueven para difundir, protestar y planear las siguientes batallas contra los que señalan como enemigos del país o conservadores a ultranza.
Esto último se ve muy claro en personajes como Alberto Cárdenas, titular de la Sagarpa, y los gobernadores de Jalisco, Emilio González Márquez, y de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, entre otros. ¡El Yunque en todo su esplendor!
No se olvide la trascendencia que tiene hoy internet. Gabriel Sosa Plata refiere en la versión on line de su leída columna Telecom y medios, de El Universal del 8 de enero, que hubo 1 mil 380 comentarios, la mayoría en contra de la medida tomada por Televisa-Prisa. El número de visitantes fue de 21 mil.
En sitios tan importantes como Yahoo y Wikipedia, y en decenas de blogs, también estuvieron muy activos los cibernautas. El resultado: los consorcios que mal explicaron la salida de la conductora de Hoy por hoy no convencieron con sus falaces argumentos: renegociación del contrato, hay necesidad de replantear los objetivos, se deben crear nuevas reglas del juego en equipo, no se respetaban los cortes comerciales, et al.
Imposible soslayar que en Prisa –la cual tiene el mando en los contenidos de W Radio y que desde hace tiempo quiere romper su asociación con Televisa– ocurrieron varios hechos. La salida de Raúl Rodríguez y la llegada de Javier Mérida. El primero, un individuo más liberal que el segundo. Pero antes, la empresa española ya había relevado de sus funciones a Antonio Navalón, un personaje más de izquierda que tenía interlocución frecuente con López Obrador, y admitido en sus filas a Ignacio Zavala, el cuñado de Felipe Calderón. Nacho, recordemos, fue jefe de prensa de la PGR en la administración de Antonio Lozano, el funcionario que desempolvó a la bruja “la Paca” y sus descubrimientos craneanos en el asunto de Raúl Salinas.
Antes de la cabeza de Carmen Aristegui, rodaron las de Javier Solórzano, Carlos Loret de Mola, Ezra Shabot, Christian Ahumada y Salvador García Soto, entre otros.
Carmen Aristegui inició su formación radiofónica en Radio Educación hace más de 15 años (1990). No sabemos dónde la continuará, pero su futuro no está cancelado.

Revista Contralínea / México

Fecha de publicación: 1a quincena Febrero de 2008