El pasado lunes 28 de enero hubo una cantidad tan grande de contradicciones entre los diversos actores que participan en dicha comedia, digna de una película de El Gordo y el Flaco o las desgracias que vemos en ciertos filmes de Charles Chaplin.

Por principio de cuentas, Felipe Calderón regañó a los jefes de prensa y a los secretarios de múltiples oficinas gubernamentales porque no difundían sus logros, lo cual es totalmente absurdo, ya que al inicio del sexenio se centralizó la difusión de los acontecimientos en Maximiliano Cortázar (exbaterista de Timbiriche), quien daba línea en todos aspectos, por medio de reuniones semanales con los operativos de las dependencias gubernamentales.

La nerviosa posición de Felipe puede explicarse: la sociedad mexicana está pendiente de tres asuntos vitales: la recesión económica que viene, la estrategia contra el narcotráfico y el proceso de privatización de Pemex.

En los dos primeros casos, las opiniones son negativas y esto puede intuirse porque las encuestas siempre optimistas de Los Pinos (en cuanto a su inquilino) no se han dado a conocer. Un sondeo hecho para El Universal, el 4 de febrero pasado, da cuenta de que la caída en la popularidad de Felipe llegó a su punto más bajo: 57 por ciento en noviembre de 2007, y seguramente el descenso continúa. En el caso del petróleo, hay animadversión social por una estrategia que, se considera, no dará fortaleza al país.

En esa misma fecha, Santiago Creel dijo no al debate con Andrés Manuel López Obrador respecto al futuro del oro negro. A pesar de que el exsecretario de Gobernación había asegurado que sí discutiría la posición del partido gobernante con el exjefe del gobierno capitalino, a la mera hora pretextó: la discusión debe ser en el Senado y ante sus pares. Nadie olvida que un día antes el actual líder albiazul, Germán Martínez Cázares, descalificó a quien se le vuelve a motejar de “hombrecito”.

El mencionado Martínez Cázares entró en antinomia. Primero señaló que la iniciativa acerca de la energía se discutiría en el Legislativo en febrero. Más tarde, cuando Felipe dijo que todo se haría con paciencia y delicadeza, Martínez Cázares señaló que lo mejor era ir paso a paso y no entrar en un trote cansado. Si bien insistió que todos aceptarían las propuestas de Calderón, ahora no dijo cuándo se presentará el asunto.

Y es que Felipe apuntó en el multicitado caso: se debe hacer un diagnóstico “objetivo, integral y compartido por la mayoría de los mexicanos” del asunto petrolero (La Jornada, 29 de enero de 2008), cuestión sumamente difícil y complicada, ya que en una nación tan polarizada como la nuestra, la solución se antoja utópica.

Otro de los que negocian es Juan Camilo Mouriño. El hijo de un empresario gasolinero incluso fue a visitar a Ruth Zavaleta, la presidenta de la Cámara de Diputados. De parte de él no se supo absolutamente nada, ya que saliendo por la puerta trasera corrió para no responderle, ni siquiera el saludo, a los reporteros del Congreso. Ella, por su parte, inicialmente negó que hubieran tratado en lo mínimo algo que oliera a gasolina, aunque después en un comunicado de prensa lanzó otra versión y dijo que sí platicaron acerca del aceitoso asunto.

Los senadores del sol azteca, para hacer más enredado todo, señalaron que tres de ellos, actualmente en la Comisión de Energía, se retiraban de la misma pues no contribuirían a ningún documento que esté relacionado con los llamados “veneros del Diablo” (López Velarde, dixit)

Esto no es una huelga legislativa, como querían algunos dirigentes del Frente Amplio Progresista, aunque se le parece, pues sería mal visto que alguien de la llamada izquierda estuviera en un encuentro donde se intentara una acción diferente a la hazaña de 1938, año de la expropiación que nos heredó Lázaro Cárdenas.

En el Partido Revolucionario Institucional hay varias propuestas. Cuando menos tres: la de Beatriz Paredes, que se opone a cualquier modificación acerca de la rectoría estatal; la de Francisco Labastida Ochoa, el aspirante a la presidencia de la República derrotado por el Partido Acción Nacional en 2000, quien da un lapso de dos meses para hacer movimientos en serio, y la de Manlio Fabio Beltrones, el cual ha deslizado que aceptarán inversiones privadas sin reforma constitucional, más bien en leyes secundarias. Siempre y cuando, anota el senador, la Secretaría de Desarrollo Social pase a dirigirse fuera del gobierno federal, la Comisión Federal de Competencia y la Comisión Federal de Telecomunicaciones vayan por el rumbo mencionado. ¡Ah!, pero que estas dos importantes instituciones puedan sancionar a los diferentes monopolios que impiden el desarrollo del país.

Estamos en un mar de declaraciones, trascendidos, rectificaciones y hasta ilusiones ópticas. Pero no hay un planteamiento serio, de fondo que tengamos como referencia. Menos un debate que le ofrezca a los ciudadanos referencias sobre lo que sucederá con la compañía petrolera que ha sido el salvamento para todos, no obstante los robos, excesos, despilfarros y torpezas lo mismo de sindicalistas como de funcionarios públicos y empresarios que se han enriquecido, mientras los productos extraídos del subsuelo son cada año más onerosos para el bolsillo de la gente.

En su libro Un proyecto alternativo de nación, López Obrador, por cierto, decía sí a las inversiones privadas de mexicanos siempre y cuando lo permita la Constitución. No sabemos si era porque en esos momentos había una buena relación con Carlos Slim, uno de los que está listo para entrar a realizar negocios con Pemex, los cuales efectúa hace pocos años en pocos lugares.

En una de sus intervenciones recientes, Andrés Manuel planteaba algunos puntos que deben servir de base para salvar Pemex: reducir costos, edificar tres refinerías, invertir 200 mil millones de pesos más, que se obtendrían de recortar salarios y despilfarros gubernamentales. Tal vez las medidas sean limitadas, pero es el único planteamiento al respecto.

En su artículo: “Pemex: ¿destino manifiesto?” (La Jornada, 29 de enero de 2008) Carlos Montemayor dice: en los últimos ocho años han ingresado a la paraestatal más importante 500 mil millones de dólares. De ser cierto, ¿qué se hizo con ese dinero? Priistas y panistas que han manejado la institución deben responder.

Mientras tanto, nadie quiere aventarse el tiro de ser quien proponga la privatización de Pemex. Y es que la ira social puede ser terrible, sobre todo para las elecciones de 2009 y 2012.

jamelendez@prodigy.net.mx

jamelendez44@gmail.com

Revista Contralínea / México

Fecha de publicación: 2a quincena Febrero de 2008