Presidente George W. Bush y el Papa Benedicto XVI juntos en la recepción en la Casa Blanca (White House), miércoles 16 de avril de 2008.
Foto fuente: White House by Shealah Craighead.
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El Papa Benedicto XVI destronó a Brown, Primer Ministro inglés, quien sustituyó a Blair, al que conocí y con el que hablé unos minutos durante un receso de la Segunda Conferencia de la OMC en Ginebra hace 10 años, después de su discurso, expresándole mi discrepancia a causa de una falsa frase suya sobre el estado social de los niños ingleses.

Por la voz, los argumentos y el tono de Brown en su conferencia de prensa en presencia de Bush, me pareció tan autosuficiente como su antecesor en la dirección del Partido Laborista. La actividad del nuevo Primer Ministro de Gran Bretaña, al coincidir con la visita del Papa, era igual a la del jefe de gobierno de una república bananera.

Benedicto XVI prestó especial atención al 13 de abril, cuando ocurrió hace 65 años la incineración de más de mil prisioneros en el pueblo de Gardelegen, y se convirtió en el día que recuerda el martirologio sufrido por el pueblo judío en la Alemania nazi, una tragedia humana que duró años.

Bush lo recibió en la Base Andrews de la Fuerza Aérea norteamericana, gesto inusual. Benedicto XVI, a lo largo de su actividad como Obispo alemán, fue conservador y alérgico a los cambios en la política social y en las normas internas que rigen su iglesia. La gran prensa de Estados Unidos inicialmente fue implacable, a partir de las indisciplinas contra las normas establecidas para los creyentes, calificando a la Iglesia Católica como religión decadente.

Su visita coincidió también con el 81 aniversario de su nacimiento. Bush, solícito y complaciente, le cantó «Las mañanitas» el propio día 16.

El Papa fue sin duda inteligente. Contraatacó desde el inicio de la visita. A pesar de los 81 años que cumpliría horas más tarde, bajó del avión deslizando apenas sus manos por las barandas de las empinadas escaleras, y en los últimos peldaños ni eso hizo. Es de talla baja y, a ojos vista, pesa la mitad que lo que Bush. Camina ligero. No abandonó un minuto la sonrisa y el brillo de los ojos, y se dedicó de inmediato a cumplir un programa que con 18 años de edad habría agotado a cualquier visitante. Los medios televisivos hicieron zafra.

El Papa visitó universidades, un centro cultural católico edificado expresamente para la ocasión; se reunió con representantes de cientos de escuelas y universidades católicas del enorme país. El jefe del imperio no se atrevería a exigir al Estado del Vaticano "nueva constitución y elecciones libres" como él las concibe para Cuba.

Como líder de una iglesia en medio de la guerra desatada por Estados Unidos contra los musulmanes, su mensaje fue ecuménico y favorable a la paz.

Se reunió con representantes de cultos cuyas iglesias influyen en miles de millones de personas. Los líderes de la religión judía lo recibieron con calor. Desde luego, estos idealizaron el sistema capitalista de Estados Unidos. Uno de los rabinos de Miami afirmó que el 90 por ciento de los judíos de Cuba se trasladaron a aquella ciudad; debió aclarar que no ocurrió así porque los persiguiéramos o les dieran visa en Estados Unidos, sino porque optaron por el derecho a viajar por vía segura que abrió la Revolución y —como muchos cubanos de otros orígenes étnicos— buscaban ventajas materiales que no habían podido alcanzar en la Cuba colonizada.

Aquí permaneció abierta y respetada la sinagoga judía, y sus representantes se reúnen, junto a las demás iglesias, con los líderes del Partido y el Gobierno Revolucionario, incluidos sus niveles más altos.

En Estados Unidos se exaltó mucho la visita del Papa a la sinagoga. Es la tercera vez que tiene lugar una visita papal a esos centros religiosos judíos. La primera fue la de Juan Pablo II a una sinagoga de Polonia; después, la de Benedicto XVI a una en Alemania; y esta, a la de Nueva York, que es a su vez la primera en ese país.

Particular importancia tiene demandar, en nombre del derecho a creer, el derecho a vivir. En su condición de líder religioso de una iglesia poderosa y fuertemente arraigada en muchos pueblos del mundo, Benedicto XVI habló ante la Organización de Naciones Unidas:

"... el deseo de la paz, la búsqueda de la justicia, el respeto de la dignidad de la persona, la cooperación y la asistencia humanitaria, expresan las justas aspiraciones del espíritu humano."

"... los objetivos del desarrollo, la reducción de las desigualdades locales y globales, la protección del entorno, de los recursos y del clima, requieren que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren una disponibilidad para actuar de buena fe, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones más débiles del planeta."

"Nuestro pensamiento se dirige al modo en que a veces se han aplicado los resultados de los descubrimientos de la investigación científica y tecnológica."

"... estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones."

"...la máxima no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti en modo alguno puede variar, por mucha que sea la diversidad de las naciones."

"Mi presencia en esta Asamblea es una muestra de estima por las Naciones Unidas y es considerada como expresión de la esperanza en que la Organización sirva cada vez más como signo de unidad entre los Estados y como instrumento al servicio de toda la familia humana."

Al concluir, exclamó en inglés, francés, español, árabe, chino y ruso: "¡Paz y prosperidad con la ayuda de Dios!"

Aunque no es fácil desentrañar el pensamiento del Vaticano sobre los espinosos temas que se abordan en un mundo donde el Presidente de Estados Unidos y sus aliados ricos y desarrollados han impuesto una guerra sangrienta contra la cultura y la religión de más de mil millones de personas en nombre de la lucha contra el terrorismo, e impera la tortura, el saqueo y la conquista por la fuerza de los hidrocarburos y las materias primas, lo que expresó el Papa es la antítesis de la política de brutalidad y fuerza que aplica el cantor de Las Mañanitas.

En los próximos días, los pueblos de América Latina están a punto de afrontar dos tragedias: la de Paraguay y la de Bolivia. Una de ellas, por las elecciones que tienen lugar hoy domingo 20 de abril, donde un antiguo Obispo católico cuenta con la mayoría abrumadora del pueblo, según encuestas serias, y es seguro el rechazo a un fraude electoral; otra, por la amenaza de desintegración real de su territorio, que conduciría a luchas fratricidas en el sufrido país.

Benedicto XVI regresa hoy a Roma. Los bellos e impresionantes cantos han cesado en los templos. Ahora se continuará escuchando el odioso e incesante estampido de las armas.

Fidel Castro Ruz
20 de abril de 2008
7 y 42 p.m.