Hace ya cien años, nació en Ecuador quien dijera en la presentación de uno de sus libros:
“una historia sin pasión, deja de serlo”. Nos referimos a Alfredo Pareja Diezcanseco, autor de “La hoguera bárbara”, magistral obra literaria que muestra a uno de los personajes más importantes de la historia de nuestro país: don Eloy Alfaro.

En conmemoración de este centenario, la Facultad de Filosofía,Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Central del Ecuador realizó el Tercer Encuentro de Profesores (as) de Lenguaje, Comunicación y Literatura, entre el 8 y el 11 de abril. En este marco se realizó el foro: “Los medios masivos en la pedagogía”, que contó con la participación de panelistas vinculados a la comunicación y a la educación, como: Javier Simancas, experimentado periodista de varios medios nacionales y profesor universitario;Marco Villarroel, ex decano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador; Esmeralda de la Vega, catedrática de esta misma alma mater, en el área de Lenguaje; y Franklin Falconí, editor general del periódico OPCIÓN y docente de la Universidad Técnica de Cotopaxi.

Importante evento que puso en discusión uno de los temas más polémicos de los últimos tiempos: ¿cuál es el nivel de influencia de los medios masivos en la población?, y ¿cómo se puede usarlos para afirmar procesos educativos adecuados, que generen progreso?

‘Los medios no cumplen su función social’


Al iniciar el foro, Simancas hizo una recapitulación de los supuestos roles que deben cumplir los medios masivos, en el sentido de que deben servir a la comunidad a través de información veraz y oportuna, y, por lo mismo, según sostuvo, los medios deben tratar de reflejar “la vida misma”.
Supuestos que, según dijo, no se cumplen a cabalidad, ya que existen intereses económicos y políticos que cruzan la actividad periodística, debido a que los grandes grupos mediáticos del país
tienen vinculación directa con el poder.Hay que esperar de ellos un cambio, dijo.

Los medios ¿educan o no?

Franklin Falconí inició su análisis con esta afirmación: “Muchos de los estudiosos de los problemas de la educación y la comunicación se refieren a estos dos conceptos como complementarios o incluyentes el uno en el otro, a veces hasta como sinónimos, por eso es que se ha tratado de
establecer un nuevo paradigma de estudio, llamado ahora: Educomunicación.

Esto, en el plano teórico, aún está en discusión, sin embargo, para enfrentar adecuadamente el debate sobre estos temas es necesario partir de una realidad: estos dos fenómenos son procesos sociales que surgen o se corresponden a una etapa histórica determinada de la sociedad. Es decir, no se producen en un vacío, no son fenómenos aislados, corresponden a una etapa histórica, es decir,
en la actual etapa el capitalismo. Por ello, si hoy se habla de una educación en crisis, hay que entender esa crisis en este contexto histórico, en el que ha primado una visión de la educación
desde el poder, como un proceso de adaptación del individuo al medio, y no como un proceso para transformarlo”. Y así como ha ocurrido esto con la educación, también ha pasado con la comunicación. Ha sido históricamente utilizada por el poder como un instrumento, como un arma para lograr esa adaptación del individuo al medio, que en el capitalismo se mueve bajo las lógicas del mercado.

Entonces, discrepó con lo que sostuvo Villarroel, en el sentido de que la comunicación se ha desarrollado mucho y la educación no. “Creo que ambas están en el mismo nivel de desarrollo, desde el punto de vista histórico. Es el poder el que usa ese gran desarrollo de los instrumentos de comunicación, para ejercer un mayor dominio sobre las mayorías”.

Falconí sostuvo que los medios “sí educan. Los pueblos no tenemos escapatoria a su influencia. A través de estos instrumentos, el poder enseña a la gente cómo interpretar lo que pasa en el país. Por ejemplo, desde ellos se nos ha enseñado que lo que existe en el Ecuador es una disputa entre la
ciudadanía y la clase política,cuando todos sabemos que lo que realmente pasa en la sociedad es la expresión de la contradicción entre clases opuestas, antagónicas, es decir, entre las clases poseedoras del capital y las poseedoras únicamente de su fuerza de trabajo”.

Sin embargo, aclaró que tanto en la educación como en la comunicación existen procesos de resistencia y de ofensiva por parte de los pueblos, un ejemplo de ello es la propuesta de la “Educación para la emancipación”, en la que la Facultad de Filosofía, junto a otras organizaciones y entidades relacionadas con esta área, ha jugado un rol trascendente. “La existencia de los medios
alternativos se entiende también como parte de esta resistencia y ofensiva en el ámbito de la comunicación. Y por eso exigimos también tener comunicación pública verdadera, medios públicos verdaderos”.

Finalmente, planteó la necesidad de que el sistema educativo vea a la comunicación como parte fundamental del proceso de enseñanza-aprendizaje. “Necesitamos aprender y también enseñar a entender a los medios. Deberíamos iniciar procesos de educomunicación hacia los maestros, en función de que tengan los elementos suficientes para entender cómo se producen los mensajes en los medios. Que se conozcan los diversos lenguajes que se han establecido para los diferentes
medios: TV, radio, prensa escrita, Internet, etc., para poder educar desde una visión emancipadora. Necesitamos niños y jóvenes críticos frente a los medios.Y necesitamos también que esos estudiantes no solo sepan analizar y mirar críticamente esos mensajes, sino que además sepan comunicar. Debemos enseñarles a fundar, a crear medios alternativos, comunitarios. Solo así lograremos que los niños y jóvenes, todos, ejerzamos ese derecho a la comunicación, derecho que no nos lo va a dar nadie, sino que tenemos que tomárnoslo”.

‘Los medios de comunicación crecen, la educación no’


Marco Villarroel, por su parte, centró su análisis sobre un supuesto atraso de los procesos educativos frente al desarrollo de los medios masivos. “En tanto crece la influencia de los medios de comunicación, a través de las nuevas tecnologías, los modelos educativos no crecen, no se desarrollan al mismo ritmo, o están en franca decadencia”, dijo, aunque resaltó el interés de la
Facultad de Filosofía de cambiar esta situación, con el establecimiento de la Maestría en Educomunicación, que pronto propondrá nuevas visiones sobre esta problemática dentro del sistema educativo formal.

Villarroel, además, se refirió a la televisión como “un arma de destrucción pasiva”, que es tal porque los docentes no están preparados para trabajar con ella. “La televisión no está para enseñar, pero el hecho es que los niños aprenden de ella”.

Dijo que la forma en que los maestros entienden a los medios y la utilización que hacen de ellos en el aula y en los procesos de enseñanza aprendizaje en general, reproducen la ideología del medio de comunicación, y reproducen un modelo basado en las competencias tradicionales.

‘El poder impone formas lingüísticas a través de los medios’

Esmeralda de la Vega, docente de la Facultad de Filosofía, con una interesante exposición, dio un giro al debate, al enfocar el tema del papel de los medios en la educación, como generadores de nuevas formas lingüísticas que, en el fondo, van desplazando elementos identitarios propios y
van fundiendo diversas formas locales y extranjeras en una nueva lengua.

“Cualquier variedad o variante de la lengua, entiéndase como variedad a los diferentes niveles: coloquial, vulgar, culto, deliberativo, el dialecto, el sociolecto, etc., transmite significaciones lingüísticas, contenidos conceptuales, pero a la vez significaciones sociales y valores culturales y valores afectivos. Significaciones sociales en el sentido de que nos catalogan de acuerdo a como hablamos. Nos consideran personas cultas o vulgares”, dijo.

Las formas lingüísticas tienen que ver con una expresión de la lucha de clases, debido a que, según explicó Esmeralda de la Vega, “si percibimos que un hablante pertenece a una sociedad tal, y esa sociedad no tiene prestigio en el medio, entonces diremos que esa forma de habla no es correcta o no es bonita. Entonces, lo que yo preguntaría es ¿dónde está el límite de lo vulgar y lo popular?,
¿hasta dónde va lo popular y dónde comienza lo culto? Hay rasgos lingüísticos que se consideran cultos porque se usan en los sectores dominantes”.

“Los que imponen las normas en una sociedad tienen que ver con los grupos ‘prestigiosos’, que son los del poder socioeconómico, los intelectuales, los escritores, los académicos y los periodistas. Si un intelectual o un escritor transgrede la norma entonces es aceptado, si un periodista hasta se inventa palabras, como se puede comprobar en unos recortes de prensa, entonces no hay problema,
pero si una persona del pueblo, común y corriente, transgrede la norma, entonces es un error, es una
falta; se dice: qué feo habla”.

Estas actitudes hacia el habla crean la conciencia lingüística, que tiene que ver con los hechos linguísticos en sí, pero también con el comportamiento sociolinguístico de las personas. Es decir, cómo nos comportamos, qué lengua utilizamos, qué variante utilizamos, en qué contexto, etc. Esta conciencia tiene que ver primero con las formas linguísticas de cada persona, pero también con la variedad del grupo, es decir, cómo habla el grupo al que se pertenece.
También tiene que ver con una idea generacional. También se considera a ciertas formas linguísticas como “arcaísmos”, porque los jóvenes ya no las utilizan. El arcaísmo es la contraposición del neologismo, o expresión nueva.

Lo que hacen ciertos programas con sus formas lingüísticas es estigmatizarlas, diciendo que las usan personas de clase baja. Hasta se peyoriza los apellidos. Se transmiten valores de desprecio a
lo popular, ideas de racismo. Al hacer burla, fortalecen los estereotipos de las clases bajas.

“La conciencia lingüística nos permite discernir sobre lo que se considera adecuado o inadecuado, de acuerdo con la situación social. Esta es la fuente de los cambios lingüísticos, en los que los medios de comunicación juegan un papel importante”.