Este desaparecido de nuevo tipo es amigo entrañable de Washington, fungió como agente de sus servicios secretos, ha practicado el más brutal terrorismo y, por tanto merece, para un gobierno como el de George W. Bush, todas las consideraciones y toda la protección posibles.

De ahí que hace un año el asesino Luís Posada Carriles vive cómodamente en alguna parte de Miami, según ubicación que aducen algunos medios de prensa, y haya sido alejado por la Casa Blanca de los turbulentos trámites judiciales y de sus publicitados alardes frente a la prensa.

No importa que Venezuela, de donde es prófugo por su participación en la voladura de una nave aérea cubana con 73 personas a bordo, todas muertas, reclame insistentemente su extradición. No importan las bombas en los hoteles cubanos que asesinaron a un joven italiano. No importa incluso que los Departamentos norteamericanos de Seguridad Nacional y de Inmigración y Aduanas, en carta conjunta con fecha 26 de marzo de 2006, le declararan enemigo público y le negaran su presencia en los Estados Unidos.

W. Bush se las ingenió para rescatarlo de la cárcel panameña, en la cual expiraba una controvertida condena por intentar destruir con explosivos el paraninfo de la universidad local donde Fidel Castro se reuniría con estudiantes y profesores. Luego organizó su entrada ilegal a los Estados Unidos en la embarcación Santrina, a través de territorio mexicano. Después no tuvo otra alternativa que llevarlo a la cárcel ante las abultadas denuncias públicas. Más tarde lo enjuició como “inmigrante ilegal”, y por último tejió toda una artimaña jurídica para ponerlo en la calle y procurarle un seguro retiro.

Y esa es la situación un año después. El ex ingeniero químico que aprendió con la CIA a matar mezclando elementos explosivos e incendiarios, vive en los Estados Unidos sin complicaciones ni alteraciones, como todo un buen criminal de factura oficial norteamericana.

Y es bueno que el mundo no olvide este sucio episodio. Que los argumentos contra la actuación de Washington no queden solo para la historia, y que la humanidad sepa que W. Bush es un amparador nato de terroristas, porque se identifica plenamente con la violencia, la sangre, la muerte y la destrucción como vehículos para intentar imponer los criterios e intereses de los grupos conservadores a los cuales representa.

Agencia Cubana de Noticias