El 22 de abril, LIBRESA y la Unión de Artistas Populares, UNAPE, realizaron un acto cultural para celebrar los cuarenta y cinco años del aparecimiento del Grupo de Poetas Tzántzicos. En este acto se presentó el libro TZANTZISMO, TIERNO E INSOLENTE, escrito por Susana Freire García, quien se refirió al Tzantzismo en los siguientes términos:

“Es muy difícil para los investigadores hablar de su trabajo, no porque se nieguen a compartir sus experiencias, sino más bien, porque saben cuánto de vida se va en cada palabra, en cada línea. Es por ello que, con absoluta sinceridad, me atrevo a decirles que deseo que sean los lectores los que, de aquí en adelante, comenten acerca de la obra que presento. He investigado durante cuatro años acerca del Tzantzismo, y hoy que puedo compartir este libro con ustedes, sé que el compromiso asumido requiere de una fortaleza y entrega que están por encima de cualquier vanidad o interés personal. De ahí que es preciso admitir que batallé conmigo misma para escribir ese libro, ya que tuve que partir de mi propio desconocimiento sobre el movimiento tzántzico, para luego empezar a redescubrirlo. Pasé del deslumbramiento a la reflexión mesurada; de la incertidumbre a la certeza; de la soledad a la presencia poética. Solo así pude escribirlo con la mayor libertad posible, ya que al abordar el tema del Tzantzismo, lo primero que se me vino a la mente es la misma inquietud que motivó a los poetas Tzántzicos a cuestionar el orden establecido a la manera de Sartre: “No nos convertimos en lo que somos, sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros”. Entonces llegué a la conclusión de que era urgente cuestionarme primero a mí misma, para luego, empezar a investigar el tema. El Tzantzismo: tierno e insolente, comenzó reduciendo mi propia cabeza, ya que me enfrentó a mis vacíos y contradicciones. Fue en ese punto cuando nació el libro, porque si no reconocía mis falencias, corría el riesgo de producir una obra que se quedaría en la emoción y el discurso y eso es algo que no representa aporte alguno. Lo que me propuse y a la vez propuse a los integrantes del movimiento tzántzico, a través de conversaciones y entrevistas, es brindar una renovada visión del Tzantzismo, que sin desvincularse del contexto histórico de los años sesenta, pudiera convertirse en un instrumento útil en contra de la desmemoria y la inercia. Un instrumento que, alejado de alabanzas o posturas extremas, contase con una objetividad capaz de hallar respuestas a varias de las interrogantes que giran alrededor del Movimiento Tzántzico. Interrogantes que guardan relación con el silencio premeditado que existe con respecto al Tzantzismo y que, posiblemente, tengan relación con el hecho de que la poética tzántzica no cabe dentro de una escuela o canon y que, por lo mismo, jamás podrá ser parte del “gusto oficial”, lo cual dicho sea de paso, es una virtud antes que un defecto. A esto último hay que añadir que dado que los Tzántzicos fueron y siguen siendo poetas, utilizaron en su calidad de trabajadores culturales un conjunto de metáforas, cuyo sentido estrictamente literal sigue provocando más de una crítica. Me refiero específicamente a su papel de parricidas, iconoclastas y “reducidores de cabezas”, que tanto malestar causó en determinados círculos intelectuales. Tomando en cuenta la incandescencia de la época, dichos términos fueron interpretados sin previo análisis, mas tras de ellos se evidencia el verdadero trasfondo y riqueza de la propuesta tzántzica. Y es que los Tzántzicos denunciaron aquello que, siendo evidente, muy pocos se atrevieron a admitir: la presencia de un marcado “provincianismo cultural”, que impedía un acceso directo al conocimiento, a la producción literaria y artística, a la interacción entre el intelectual y la sociedad. Entonces la reducción de cabezas fue y sigue siendo importante, en el sentido de que mientras limitemos nuestro pensamiento y accionar dentro de los modelos establecidos y no demos un salto dialéctico hacia el riesgo que implica vivir y crear conscientemente, nos mantendremos en ese mismo provincialismo cultural que consagra lo mediático e improvisado, a fin de ocultar la raíz de los problemas. Esta es la razón por la que decidí escribir el libro, ya que la ética y estética del movimiento tzántzico, merece en los momentos actuales una revisión y relectura que, sin ánimo de caer en la nostalgia o la demagogia, nos lleve a reflexionar hasta que punto hemos superado como ciudadanos y como sociedad las trabas ideológicas, la equívoca idea de que para ser conocidos fuera de nuestro país, debemos crear sin identidad propia, sin un compromiso auténtico.

Al final, deseo dirigir unas palabras a los integrantes del Movimiento Tzántzico aquí presentes: luego de 45 años de que lanzaron su primer grito en la oscuridad, luego de que provocaron con sus recitales, sus publicaciones, sus reuniones en el Café 77, luego de que lucharon por hacer de la poesía un acto vivencial, puedo decirles sin temor a equivocarme, que ningún esfuerzo fue en vano. La prueba más palpable de ello es que hoy seguimos hablando del Tzantzismo, seguimos creyendo en la vigencia de la propuesta tzántzica, seguimos celebrando a la vida y a la creación artística, razón por la que, haciendo mío su pensamiento, les invito a escuchar este manifiesto tzántzico: “Estamos buscando saber que hay en nosotros. Nosotros, los pueblos colonizados del Tercer Mundo: Asia, África y Latinoamérica convulsionadas, una sola llamarada que se lanza. Nos descubrimos mediante la negación radical de lo que han hecho con cada una de nuestras vidas, de lo que prenden que seamos. Abridnos paso. Queremos dejar al fin nuestra enajenada serenidad de piedras. Soberanía, no servidumbre, eso exigimos. Fuimos llagados, vamos a llagar para que se acaben las llagas”.