Para la mayoría de ecuatorianos, es decir, para los trabajadores, los artesanos, los maestros, los pequeños empresarios, los campesinos, para la juventud, el movimiento campesino indígena, está claro que los Tratados de Libre Comercio agudizarán la pobreza, las inequidades, acrecentarán el desempleo, la migración y le conducirán al país a una mayor dependencia económica y política de las potencias y transnacionales extranjeras, que tanto daño nos han traído.

Esta posición de los trabajadores y los pueblos del Ecuador fue defendida en diversas jornadas de debates y de movilizaciones, que impidieron que los gobiernos neoliberales, que antecedieron al actual, firmen estos Tratados, deteniendo así un mayor sometimiento de nuestro país a los designios de las potencias imperialistas y de las transnacionales.

La experiencia de los países latinoamericanos y caribeños, que firmaron esos Tratados con EE UU, constituye una muestra de lo nefasto que estos han significado para sus economías y para el bienestar de sus pueblos. Basta fijarse en los resultados de la experiencia mexicana (una de las economías más grandes de la región), que luego de más de una década de aplicación del NAFTA (por sus siglas en inglés), ha sido desbastada la producción agrícola de millones de campesinos; los derechos de sus trabajadores han sido reducidos o anulados a través de la flexibilización laboral (condición para la firma de estos tratados); se creó una mayor dependencia respecto de EEUU de productos que antes eran producidos en ese país; se amplió el número de pobres y desocupados, comunidades enteras fueron desplazadas; creció la migración por razones económicas, y se amplió mucho más la brecha entre pobres y ricos, entre otros aspectos.

El proyecto de Acuerdos de Asociación propuesto por la Unión Europea no cambia, en su esencia, respecto de los acuerdos firmados con EEUU.

En líneas generales, la estrategia europea “Europa Global: Competir en el mundo” tiene la misma agenda que EE. UU, en cuanto a profundizar las políticas de competitividad, de libre comercio, de apertura de las fronteras, de afirmación del neoliberalismo, de la privatización de los servicios públicos y áreas estratégicas como el petróleo, las minas y las fuentes de agua, que tienen como propósito central beneficiar las trasnacionales europeas.

Esta ofensiva europea se produce en momentos de emergencia de gobiernos democráticos, que en diversos países como el Ecuador, están en la búsqueda de caminos nuevos que dejen atrás la dependencia extranjera, que abren la posibilidad de un desarrollo propio y al servicio de sus pueblos, y que ensayan nuevas propuestas para la integración latinoamericana.

No hay que olvidar que, aún en la Latinoamérica, hay gobiernos y fuerzas que defienden a ultranza la línea neoliberal, que mantienen su incondicionalidad con las transnacionales, sean esta norteamericanas o europeas, que harán lo posible por fracturar los procesos democráticos y soberanos, que pugnan por fragmentar la región y apropiarse de sus más ricos recursos.

La posibilidad de una cooperación e integración distintas solo pueden estar basadas en la libre autodeterminación de los pueblos, en las relaciones de respeto e igualdad con todos los países del mundo; esto a su vez pasa por la construcción de un régimen social donde los derechos económicos, políticos, sociales y ambientales de las mayorías populares sean el objetivos principal de las políticas del gobierno.

Los trabajadores y los pueblos debemos estar pendientes de esta situación; el gobierno de Rafael Correa debe tomar en cuenta el persistente rechazo a este tipo de tratados y confirmar sus propuestas de soberanía, de autodeterminación, de relaciones justas con los demás países del mundo.