No hay ser más feliz sobre los inmensos pagos del Perú, de norte a sur y de oeste a este, que el político corrupto, el intelectual mermelero (peruanismo que alude a la coima que recibe por tal o cual “trabajo”) y el gobernante episódico que basan su accionar sobre la sociedad que además de silenciosa y concesiva padece de la falta de memoria o que es simplemente desmemoriada. ¿Se puede tener memoria si jamás se aprendió historia genuina y referida al análisis exhaustivo de cuánto ocurrió en nuestra Patria? La respuesta puede tener contornos dramáticos y absolutamente penosos.

Con excepciones que parecen gimoteos aplastados por la inmensa máquina corrupta que preserva verdades plásticas, heroizantes de no pocos traidores, sublimadora de mitos, ensalzadora de apellidos y linajes, fabricada a costa del alquiler de plumas pro domo sua, la historia republicana del Perú esconde en su inmenso edificio no pocas verguenzas, múltiples traiciones y felonías al por mayor bajo el marchamo del progreso, la inversión, el desarrollo, la globalización, etiquetas todas de una luenga sinfonía de malas notas y en el festín consagratorio de taras y malas costumbres. La sociedad silenciosa calla porque se averguenza y por la simple causa que es pusilánime hasta para reconocer sus congénitas fallas en el ADN social. Pero ¡y esto es asqueante! la faceta desmemoriada deja de recordar las aberraciones y las suplanta por toneladas de palabras, edulcora realidades y construye con lodo lo que jamás pudo hacer con sacrificio y argamasa sudorosa de su propia gente. El resultado es que la palabra anemiza, envilece su contenido, es más bien máscara y antifaz que resultado del proceso del choque generador de soluciones superiores.

Por tanto a cualquiera de esos rufianes que suelen robar al estilo tradicional que tropas de ujieres que tejen habilosamente decretos, leyes, concesiones, contratos, licitaciones con nombre propio o dedicatoria tácita, se les reputa como ciudadanos capaces de ir en la cosa pública cuando su destino natural y vitalicio debía ser la cárcel. La sociedad silenciosa es incapaz de espetar su real título al caco y su frágil memoria ya no recuerda cómo se enriqueció y a quiénes perjudicó en su atrabiliaria carrera de piraña con saco y corbata.

El matrimonio de la sociedad silenciosa y desmemoriada no parece un hecho fortuito. ¡De ninguna manera! Se la alienta en todos los miedos de comunicación que desinforman y deforman contenidos, de repente porque un diario lo dice, la expresión obtiene “consagración” porque otro lo repite. No son los jueces ni las leyes actuadas meticulosa e imparcialmente las que dictaminan sobre los delitos, son los miedos de comunicación que determinan quién es y quién no es hampón. Y se da el caso que los lobos gritan: ¡al lobo, al lobo! ¿Quién moraliza a los moralizadores?

Por ejemplo: ¿cuánto de científico tiene impulsar la “memoria histórica” nacional y confinarla al estrecho margen de 10, 15 ó 20 años? Hay evidente y grosera manipulación. ¿Qué persiguen quienes así actúan perpetrando modelos erróneos que parecen decir que la historia comienza en los paraderos insuficientes así señalados? ¿puede alguien en su sano juicio aceptar que el nipón despreciable Kenya Fujimori es referente de algo? De la putrefacción social, sin duda alguna, pero de allí a sindicarlo como escalón indispensable hay un trecho bastante largo. A menos que los dineros y las contabilidades demanden tener una buena justificación, la misma que se da en recibos simples, sin mayor escrutinio porque el sistema que usan las organizaciones de nuevos gánsgteres ha sido pensada para imponer esquemas y no para estudiar absolutamente nada. El dogmatismo de nuevo cuño aprovecha muy bien de la sociedad silenciosa y desmemoriada.

Algunas veces he escuchado, no sin horror, hablar con elogio de la vigencia del prócer civil Manuel González Prada. La bidestilación de esa verdad tiene una faz agradable con la que estoy de acuerdo porque señala el verbo flamígero del escritor denunciante. Pero el otro aspecto desnuda a una sociedad que entre silenciosa y desmemoriada ¡no avanzó un milímetro desde que don Manuel la apostrofara con tanta ferocidad! Por tanto, Perú es un país estacionado en algún recoveco oscuro, apoltronado en un hueco negro, envenado por pócima paralizante que lo convierte en entelequia y no en una nación de vibrante cuerpo y energía creadora.

No hay duda posible ya, la sociedad silenciosa y desmemoriada es un baldón nacional.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

Lea www.voltairenet.org/es
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica