El mundo vive la ilusión del debe y el haber, de la economía de cuanto ganas y cuanto puedes. Los analistas y buitres financieros viven de cuanto pueden saquear sin hacer nada y explotar al prójimo más y mejor. Los bancos aprovechan el asombro para hacer creer que de la nada sale todo y todo es la nada. Lo que importa son los dividendos e intereses. Hoy el sistema financiero internacional capitalista está en bancarrota, el poder económico ha entrado en crisis y recesión y no pueden más mostrar la galera donde de la nada sale todo.

Los fieles al sistema rinden ofrendas y sacrificios en el altar del dios Molok donde los sumos sacerdotes en las catedrales del FMI, el Banco Mundial, el BID y el Grupo de los 8, convocan en sus aquelarres a las pitonisas para predecir el rumbo del sistema financiero.

El oráculo anunció el desastre que se cierne sobre sus seguidores y lo que antes era una verdad absoluta y negativa a la intervención del Estado en la economía, hoy reclaman que el Estado recurra al salvataje del sistema financiero internacional. Hay que salvar el “libre mercado” que nunca existió, salvo en los discursos, que siempre estuvo amarrado a los intereses del capitalismo y la banca mundial.

Los empresarios y bancos corren en su desesperación frente a las pérdidas millonarias de euros y dólares en pocos minutos. La Bolsa sube y baja, los bonos son una pesadilla y los bonistas buitres esperan la presa pacientemente, mientras la angustia existencial de la que hablara Kierkegaard, hace estragos en aquellos que siempre vivieron en la opulencia y nunca supieron vivir con lo necesario.

Los países del llamado “primer mundo” que viven a costa de los pobres, de golpe se encontraron en el territorio de los países llamados del “tercer mundo”. Se niveló la desgracia y las pérdidas de la especulación financiera, pero no saben ser pobres. La pobreza ha desarrollado, por necesidad, la cultura de la sobre-vivencia. Es un aprendizaje de la vida.

Veamos algunas sorpresas nacidas en la catedral de la nada, de la economía real o virtual. Sometidos a la acción psicológica Bush, sale dispuesto a salvar bancos y empresas de la hecatombe y los candidatos Republicano y Demócrata afirman que es necesario el salvataje (por el Estado), del mercado financiero y la necesidad de nacionalizar dichos bancos y empresas. Olvidan que 54 millones de personas en los EE.UU. viven en la pobreza; pero la decisión política es salvar a los bancos y a los ricos, porque no saben cómo es ser pobres.

¿Dónde quedó el libre mercado, la prédica que regula la oferta y la demanda donde el Estado no debe intervenir? ¿Qué hay de real en la economía, cuanto la “timba” y la acción psicológica determinan el valor de las acciones en la Bolsa? La economía de la nada revienta a todos y así lo sufren los países dependientes que han perdido su soberanía, quedando expuestos a la crisis internacional que genera mayor desempleo y aumento de la pobreza.

Es interesante ver cómo funciona la acción psicológica provocando el pánico. La gente sale a comprar dólares o euros como el salvavidas de plomo. La dominación ha taladrado cerebros y conciencias en países que no creen en sus propias economías ni en el valor de su moneda. Y optan por comprar dólares, a pesar que está devaluado. Pero en los países dependientes el dólar se cotiza en alza.

El dios Molok ha hecho un milagro y todos creen en que la nada es todo y que el reino de la “timba” exige a sus feligreses que jueguen a probar suerte en el casino financiero internacional, que valoriza la nada y donde se cotiza el precio de todas las cosas y el valor de ninguna. Olvidan que la dominación no comienza por lo económico, comienza por lo cultural y ésa es la verdadera razón de la dependencia y el sometimiento de la economía de la nada y la “timba financiera”.

La real cotización en el mercado financiero mundial es el miedo a perder lo ya perdido y en creer que se tiene todo en el mercado virtual. Los gurúes de la economía cotizan sus palabras en la Bolsa de Valores y el Grupo de los 8 decide el rumbo a seguir. Y lo único que les permiten decir a los países dependientes es “amén”.

Hoy más que nunca hay que volver la mirada hacia nuestros pueblos, a las economías regionales reales y no virtuales. El sistema financiero internacional seguirá siendo un gran casino.

Los países del mal llamado “Tercer Mundo” en su política dependiente depositan su dinero en la catedral del dios Molok, bancos y Bolsas de Valores de EE.UU., Europa y Tokio. Y cuando un país necesita un crédito, recurren a los sumos sacerdotes y pitonisas que consultan con el oráculo financiero, quien decide el préstamo y les entregan el mismo dinero que depositaron, que deben devolver con intereses para alimentar la voracidad de la banca internacional. El dios Molok es insaciable.

El sistema financiero internacional tiene capacidad de reciclarse y continuar dictando los rumbos a seguir en el mundo. Profundiza el despojo, el hambre, la pobreza y la miseria y se apropia de los recursos naturales, energéticos y de la biodiversidad de los países pobres, que no son pobres, sino empobrecidos por el saqueo y la falta de soberanía. El sistema económico necesitó generar la deuda externa y la dependencia en un círculo vicioso y dependiente de dominación.

La situación de profunda crisis internacional que está viviendo el mundo es un desafío para los países dependientes. Necesitan de la unidad y voluntad política para decidir su propio destino y soberanía, reaccionar y encontrar caminos propios para liberarse culturalmente de la opresión de una economía impuesta por un sistema injusto internacional.

Ningún país puede dar esos pasos, aislado. Necesitan del fortalecimiento colectivo y de proyectos de desarrollo solidario y sustentable a nivel continental latinoamericano, asumir la propuesta del Banco Sur, los medios de comunicación, las economías regionales y sumar esfuerzos con otros continentes como África y Asia.

Para replantear la filosofía económica, social y cultural, se necesita del pensamiento propio frente al pensamiento único impuesto por el sistema de dominación. Y tener claridad y la decisión política de llevar adelante la revolución cultural y levantar las banderas de la soberanía; que permitan hacer posible, lo imposible. Como bien lo proclamaban los estudiantes en ese mayo francés de 1968: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.