El triunfo del economista Rafael Correa en las elecciones de 2006, luego de derrotar y sepultar políticamente al candidato de la extrema derecha Álvaro Noboa fue, sin duda alguna, un duro golpe para la “democracia representativa”, mangoneada desde siempre por los grandes grupos económicos de la burguesía criolla y por los representantes de los monopolios imperialistas que se dieron cuenta de que, el triunfo de la coalición popular que llevó al poder a Rafael Correa, era el comienzo del fin de su hegemonía política y económica, a la que estaban acostumbrados desde siempre.

Efectivamente, la elección de Rafael Correa, no fue un hecho individual o el producto de la acción de un partido o de un sector político determinado; fue la reacción del pueblo ecuatoriano, después de haber soportado más de 25 años de gobiernos “democráticos” en los que se ahondaron como nunca los conflictos sociales y los problemas económicos y políticos. Como lo afirma el analista político Oswaldo Palacios, “Todos los gobiernos que se sucedieron en el poder, representando a su turno a los distintos partidos y corrientes políticas de la burguesía, desde la extrema derecha socialcristiana, la socialdemocracia , la democracia cristiana, hasta el populismo en sus distintas variantes, han sido gobiernos fieles al recetario neoliberal que, a pie juntillas, aplicaron con distintos resultados los dogmas del capital financiero internacional, presentados como la panacea para salir de la crisis, dentro de los marcos de la institucionalidad burguesa, y/o para aprovecharse de ella en beneficio de los interesen oligárquicos y del imperialismo”

Cuando han pasado más de dos años del gobierno de Rafael Correa y se empiezan a tomar débiles acciones para cambiar el sistema de corrupción y miseria, las fuerzas oligárquicas y los representantes de los viejos partidos saltan a la palestra en franca oposición a un gobierno elegido por el pueblo, que ha comprendido que ha llegado el momento de instaurar, de alguna manera, la equidad social.

Como no tienen argumentos para defender al desgastado sistema y ante la presencia real de los sectores populares que quieren que sus derechos se hagan realidad, la derecha dogmática y la oligarquía explotadora, han desenterrado la anacrónica campaña anticomunista, valiéndose del argumento de que en nuestro país, se quiere implantar lo que se denomina el “Socialismo del siglo XXI”, que para ellos es el triunfo del “comunismo internacional”.

Realizar un análisis completo de lo que significan los planteamientos de Heinz Dieterich sobre el “Socialismo del siglo XXI”, sería imposible en el reducido espacio que tiene esta columna, pero sí es necesario señalar que, el contenido de este libro, no es otra cosa que una nueva teorización sobre viejas ideas antimarxistas.

La intención que tiene esta breve nota es llamar la atención sobre el problema, sugerir a las agrupaciones políticas de izquierda, que realicen debates políticos en donde se discuta y profundice este tema que, como es obvio, no tiene nada de novedoso, pues su base teórica y política la podemos encontrar en el pensamiento de los patriotas latinoamericanos que participaron en las guerras por la Independencia del dominio Español.

Las teorías del señor Dieterich no tienen otra finalidad que la de negar la vigencia y validez universal del Marxismo Leninismo, como doctrina científica revolucionaria de la clase obrera para la lucha por su emancipación social y la construcción del socialismo.

Oswaldo Palacios, un conocido militante y teórico marxista, en su libro: “El socialismo del Siglo XXI”, manifiesta: “En la propuesta del Socialismo del siglo XXI no encontramos ninguna rigurosidad científica como pretenden sus autores, por lo contrario, es una especulación teórica antimarxista elaborada por representantes políticos de la burguesía, que tienen el interés de confundir a la clase obrera y a los pueblos, frente al despertar que en ellos surge por conquistar el socialismo”.