Los panistas son inquisidores, inquisidores religiosos. Sus luchas por las libertades, cuando fueron oposición, fueron camuflaje. Querían llegar al poder político del gobierno administrativo y legislativo (e incluso judicial: se han apoderado de cargos como jueces, magistrados y ministros) para hacer lo que han estado haciendo en las entidades, municipios, congresos y la Presidencia de la República: mostrar su instinto religioso, tratar de “salvar sus almas” y, en nombre del derecho natural, despreciar, combatir y erigirse en enemigos de los derechos a la información y a la crítica como contrapoder.

Los panistas –ayer foxistas y ahora su continuidad calderonista– repudian la cultura democrática del liberalismo político, pero se deshacen en elogios al liberalismo económico radical del capitalismo salvaje, para favorecer los intereses particulares sobre los intereses nacionales. Ponen lo privado sobre lo público. Han gobernado desde la doble jefatura del gobierno y del Estado, no en beneficio del pueblo, como establece uno de los principios fundamentales constitucionales, sino de la oligarquía y la plutocracia.

Con parecida pregunta de Sigmund Freud, ¿por qué caminos habrán llegado los panistas a esa perversa actitud de hostilidad contra la cultura de las libertades del derecho escrito mexicano?

Obviamente es un malestar ideológico-religioso que confunde al Estado laico con el Estado teocrático. El discurso de Felipe Calderón ante el féretro de Juan Camilo Mouriño (La Jornada, El Universal, Reforma y El Financiero, 7 de noviembre de 2008) no sólo fue una pieza de púlpito de iglesia, de la religión que practican los panistas, sino conceptualmente una jerga amenazante contra las libertades de información y crítica.

El columnista Julio Hernández López realizó un preciso y certero análisis del sermón calderonista (La Jornada, 7 de noviembre de 2008). Había malestar contra quienes (políticos y periodistas) ejercieron el derecho a la máxima información documental: el derecho a la investigación, el derecho de libre examen y el derecho a la discusión de las ideas, los actos, omisiones y demás hechos de las conductas de los funcionarios.

En ocho años de fracasada alternancia, los panistas han significado no solamente más del autoritarismo, sino peor, ya que se les concedió la oportunidad electoral para “resolver con más democracia los problemas de la democracia”. Y han resultado cancerberos contra esos derechos de libertad constitucional. Les molesta la prensa crítica (que hace del periodismo de investigación el fundamento de la información).

En dos años de panismo calderonista, el saldo es que periodistas y medios de comunicación que hacen su tarea como contrapoder son causantes del malestar en la elite administrativa, judicial y legislativa que, abierta o secretamente, militan en la derecha, el conservadurismo añejo y la retadora religiosidad de su actitud autocrática. Lo que tenemos enfrente es “una noche polar de una dureza y una oscuridad heladas” contra las libertades de prensa.

cepedaneri@prodigy.net.mx