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El Consejo está a cargo de coordinar la producción de análisis, basados sobre datos aportados por las 16 agencias de inteligencia de Estados Unidos, dirigidos al Poder Ejecutivo, al Congreso legislativo y a la opinión pública.

Al conocer su designación —propuesta por el director de Inteligencia Nacional, almirante Dennis Blair—, diversas figuras derechistas socavaron su posición recordando sus críticas al vínculo de Israel con sus vecinos árabes y al trato que ese país les brinda a la población palestina.

Freeman, de 66 años, fue apoyado con fuerza por numerosos ex funcionarios de inteligencia y del servicio exterior, como los ex embajadores en la ONU y en Israel Thomas Pickering y Samuel Lewis.

Este diplomático con estudios en las universidades de Harvard, Yale y la Autónoma de México llegó a encabezar la Embajada de Estados Unidos en Arabia Saudita (1989-1992), pero antes trabajó en las de India, Taiwán, China y Tailandia. Fue, incluso, el principal intérprete del fallecido ex presidente Richard Nixon (1969-1974) en su primera visita a Beijing, en 1972.

Pickering, Lewis y otros 15 altos diplomáticos retirados consideran a Freeman "un hombre de integridad y gran inteligencia que nunca dejaría que sus puntos de vista personales ensombrecieran o distorsionaran las estimaciones de inteligencia".

IPS dialogó con Freeman en Washington.

IPS: Como la información pública sobre su designación se concentró en unos pocos asuntos, nunca se conocieron muchos detalles sobre lo que usted esperaba hacer como presidente del Consejo Nacional de Inteligencia.

CHARLES FREEMAN: Francamente, me acerqué a esto sopesando hipótesis y con la intención de explorar algunas cuestiones sustanciales. Digo "hipotésis" porque uno nunca sabe, hasta que se encuentra con realidades burocráticas o de otro tipo, si su idea de lo que se debe hacer es realista o factible.

Pero mi sensación era que en los últimos años hubo varios problemas con la comunidad de inteligencia y com sus resultados. Hubo problemas obvios de calidad y de credibilidad, especialmente en vísperas de la guerra de Iraq. Creyó en las afirmaciones de grupos de exiliados (iraquíes) y determinó sus conclusiones según el gusto político de sus principales consumidores.

IPS: ¿Qué clase de cambios de procedimientos pensaba implementar?

CHARLES FREEMAN: Habría intentado alentar fuertemente a la comunidad de inteligencia a usar información clasificada como forma de corroborar información que no es clasificada, o que no es terriblemente delicada aunque sí sea clasificada. En otras palabras, habría urgido a los analistas a reducir, y no a aumentar, los niveles de clasificación.

Buena parte de las críticas a mi designación se centraron en la posibilidad, aparentemente horrorosa, de que yo produjera inteligencia que no se ajustara a la conveniencia o corrección política. Una inteligencia que no se adaptara a los preconceptos o preferencias políticas de sus consumidores. Y eso habría sido inaceptable.

IPS: ¿Qué puede decir sobre la forma en que hoy se reúne y evalúa la información de inteligencia?

CHARLES FREEMAN: En buena medida, hubo una tendencia a atender el corto plazo —por ejemplo, ¿cuántos túneles colapsaron ayer en Gaza bajo las bombas israelíes?—, sin pensar en las cuestiones de más largo plazo.

¿Qué significa para Israel que estén colapsando esos túneles? ¿Qué significa para Egipto? ¿Y para los palestinos en Gaza? ¿Qué significa para la comunidad internacional? Y, lo que es más importante, ¿qué significa para los intereses de Estados Unidos? ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo de la ausencia de paz para los israelíes y de las continuas restricciones a los palestinos?

IPS: ¿Y qué sucede? ¿Por qué las cuestiones estratégicas de largo plazo no reciben suficiente atención?

CHARLES FREEMAN: Una de esas cuestiones es el futuro del dólar como moneda de reserva. En Bretton Woods, el dólar se convirtió en la divisa mundial de reserva, respaldada por el oro. Un cuarto de siglo después, (el ex presidente Richard) Nixon (1969-1974) eliminó el respaldo del oro para nuestra moneda.

El rol del dólar como tipo de cambio universal para las reservas y el comercio es absolutamente central para nuestro poder y alcance internacional.

Esta apuesta nuestra es fuerte. Poner al dólar en problemas, como lo hicimos nosotros, es algo muy, muy importante. Al menos China, Rusia, Brasil, India y Corea del Sur, y muy probablemente otros, exigen ahora la gradual eliminación y reemplazo del dólar como moneda de reserva.

He visto venir esto desde hace alrededor de un año. He estado hablando sobre esto. Es una de nuestras actuales responsabilidades. Al final, si uno crea una situación en la cual la gente no quiere dólares, no hay nada que pueda hacer al respecto. Ésta es una cuestión estratégica.

IPS: ¿Alguna más?

CHARLES FREEMAN: Nadie le está prestando atención alguna, tampoco, a las consecuencias de la erosión del orden mundial que tejimos tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y de la era poscolonial que le siguió. Ambos fenómenos profundizaron eso que yo llamo la idea euroestadounidense o de la comunidad atlántica sobre los derechos humanos y civiles, incluida la concepción de que todos los estados —incluido Estados Unidos— deberían ser sometidos a las mismas reglas.

Ahora vemos un mundo cuyo centro de gravedad se ha trasladado, de muchas maneras, a Asia, a países como China e India, naciones no occidentales que no participaron en la elaboración del consenso atlántico sobre el estado de derecho.
Eso deja en pie las grandes preguntas: ¿sobrevivirá el legado que creamos estadounidenses y europeos si no trabajamos juntos para mantenerlo? ¿O otros pueblos cuyos valores no son los nuestros dictarán nuevas normas y un nuevo orden? ¿Y qué consecuencias tendría para nosotros un orden basado sobre valores diferentes de los nuestros?

IPS: ¿Por qué el almirante Blair lo eligió para presidir el Consejo Nacional de Inteligencia?

CHARLES FREEMAN: En cierto sentido, los dos pensamos muy parecido. Cuando me preguntó, mi reacción inicial fue negativa, porque había pasado 30 años trabajando para el gobierno y, en mi opinión, 30 años eran suficientes. No quería hacerlo de nuevo.

Al final, Blair me convenció de que tenía un deber que cumplir con mi país, porque no es sencillo encontrar a alguien con mi nivel y diversidad de experiencias, que abarcan América Latina, África, Asia meridional, Asia oriental, el sudeste asiático, el mundo árabe, Medio Oriente, Europa, Rusia, Corea del Sur, Asia central, las políticas de defensa...

En segundo lugar, tengo una reputación de pensar estratégicamente, de analizar las implicaciones de largo plazo más que sumergirme en el corto plazo. También se me acusó de pecar de realismo y objetividad. Y tal vez se me vea como un iconoclasta. Sabía que sería controvertido, porque he sido indiferente a la corrección política.

Llegué a creer que podría mejorar la calidad del proceso y restablecer la credibilidad del producto. Y que podría producir informes de clasificación lo suficientemente baja, y hasta desclasificados, como para que les resultaran realmente útiles al Congreso y a otros participantes en los debates nacionales.

Pero entonces resultó evidente que esta pequeña pandilla de likudniks (militantes del derechista partido Likud, hoy al frente del gobierno israelí) que me perseguían continuaría con sus actividades difamatorias, usándome como excusa para desacreditar cualquier juicio de la comunidad de inteligencia que les resultara antipático.

Llegué así a la conclusión de que podría hacer todo lo que me propusiera, excepto restaurar la credibilidad de la inteligencia estadounidense. Mi único consuelo ante sus viciados ataques es que con su sobreactuación, más que sofocar el debate, tal vez lo hayan abierto.

Fuente: IPS, 03 de abril de 2009.