México y Somalia no mantienen relaciones diplomáticas.

Sin embargo, Esteban Calderón, presidente de la Comisión de Marina en el Senado, y Claude Heller, representante mexicano permanente ante Naciones Unidas, coincidieron en que este país se sume al combate contra la piratería en el Golfo de Adén –el corredor más estratégico del planeta, según especialistas en geopolítica– y ratificaron la creación de una fuerza de intervención multinacional.

Esa medida podría extenderse al Golfo de México, que Estados Unidos patrulla por su interés en el petróleo y con el pretexto de la seguridad común y el combate al narcotráfico, advierte el geopolitólogo Alfredo Jalife Rahme.

Considera que el secuestro de buques en aquella latitud es “un montaje hollywoodense”.

El presidente de la Asociación Mexicana de Estudios Geopolíticos, Miguel García Reyes, no tiene duda: la escalada en la piratería es parte de la estrategia estadunidense de “crear a un nuevo enemigo” para intervenir en cualquier parte del mundo, incluso en América Latina, y evitar que Rusia y China retomen sus espacios geopolíticos.

Tan sólo en 2008 los rudimentarios pescadores de Somalia, habitantes de un “Estado fallido” (política y económicamente como lo estima el Real Instituto Elcano), fueron capaces de ejecutar asaltos con armas de alto poder, abordar lanchas rápidas con geoposicionadores satelitales, acometer todo tipo de navíos, someter a su tripulación y remolcar a sus puertos 42 barcos en 111 ataques. Entre ellos, el supertanque saudí Sirius Star, cuyo contenido se valoró en 100 millones de dólares, y el carguero ucraniano Faina, con munición y equipos valuados en 33 millones de dólares.

De enero a febrero de 2009 cometieron siete secuestros más, en marzo causaron la muerte de un marino coreano al dispararle en la cabeza; el 8 de abril lograron retener al capitán estadunidense del carguero Maersk Alabama, que logró su liberación luego de que intervino en la negociación la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos.

“¿Dónde consiguen esos equipos y esas armas?”, pregunta Jalife Rahme. Dice que entre los grandes beneficiarios de la nueva piratería figuran los “mercenarios de las telecomunicaciones”, que ponen a disposición del mejor postor equipos tecnológicos como el sistema satelital de posicionamiento (conocido como GPS) y radares que permiten conocer las rutas de las embarcaciones que les interesa atracar. También lo son quienes les venden ese armamento pesado de acceso restringido, señala el especialista.

Añade que la modernización en equipo y armamento de los piratas “es muy similar a la de los cárteles de la droga en México”, por lo que no descarta que en un futuro el Pentágono recurra al pretexto de esa amenaza en el Golfo de México “para instalarse de lleno” ahí.

Hace ya varios años que se escenifican en el estrecho de Bab al Mandab (“puerta de las lágrimas” en árabe) actos de piratería. Ésa es la ruta más estratégica del mundo, pues conecta con el Mar Mediterráneo a través del Canal de Suez y del Mar Rojo con el Golfo de Adén, describe el especialista internacional.

Por ese corredor marítimo, entre la península Arábiga y África, fluyen diariamente 3 millones de barriles de petróleo que provienen, entre otros, de sus vecinos Arabia Saudita, Yemen y, del otro lado, Sudán, por lo que cualquier problema en esa región afecta a los grandes importadores de energéticos (Estados Unidos y la Unión Europea).

Además, transitan unos 21 mil barcos de decenas de nacionalidades con mercancías de todas las latitudes.

Sin embargo, la Organización Marítima Internacional (OMI) admite que esa zona no está patrullada en su mayor parte.

Omisión que confirmaría la hipótesis del geopolitólogo de que los secuestros de medianas y pequeñas embarcaciones en el Golfo de Adén “son deliberados”.

Adicionalmente al interés de obtener rescate por atracar navíos, a lo largo de los 3 mil 300 kilómetros de las costas somalíes sobre el Golfo de Adén existe un gran potencial de peces y corales, muy atractivos para las pesquerías multinacionales y las empresas turísticas que aprovechan la debilidad gubernamental en Somalia para expoliar, desde hace dos décadas, sus riquezas marinas y, en otra acción aun más peligrosa contra la región, para verter ahí desechos tóxicos y nucleares.

Una primera lectura del fenómeno sería que los pequeños pescadores del Este africano ya no pueden trabajar: en la actualidad “los grandes piratas de las trasnacionales marítimas” les privan del producto de su trabajo desde sus embarcaciones de gran calado y con alta tecnología.

En esas condiciones, les es imposible competir con la modernidad de esos países industrializados dedicados a la piratería de los mares de Asia y África.

Se trata de buques con equipos de detección pesquera, como un software que monitorea cardúmenes y le ahorra tiempo y energía a la tripulación, además de impulsarse por potentes motores –la mayoría fabricados en Estados Unidos–. Además, poseen sensores de apertura de puertas que les permiten pescar tanto en litorales como en alta mar para especies de fondo y especies pelágicas; asimismo, cuentan con bodegas refrigeradas para conservar mejor su producto; su cubierta y la sala de máquinas poseen un sistema de vigilancia con cámaras que se manejan desde el puente de gobierno, lo que aumenta la seguridad en la navegación y durante las maniobras de pesca.

Somalia sufrió la invasión del ejército de Etiopía –que alegó la búsqueda de terroristas– en diciembre de 2006, y fue “deliberadamente bendecida por Estados Unidos”, explica el Jalife Rahme.

Se refiere al ataque de aviones AC- 130 que despegaron del comando central estadunidense en el país vecino de Djibuti contra supuestos blancos terroristas en los poblados de Elnadow, Kudha y Hayow. Misión que fracasó.

Días después de esa incursión, el 12 de enero de 2007, la agencia Reuters publicó que Oxfam –la organización británica contra la hambruna mundial– describió que los ataques de las fuerzas especiales operativas estadunidenses contra los terroristas islámicos de Al Qaeda, “que huían de Somalia a Kenia, resultaron ser un grave error, ya que los 80 muertos eran unos indefensos pastores nómadas”.

Jalife Rahme explica que en ese escenario interno, con la falta de salidas políticas y económicas, los somalíes pasaron de ser pescadores a guerrilleros agrupados en subclanes. Son ellos los que tripulan las lanchas rápidas para atracar a las embarcaciones en el Golfo de Adén y obtener dividendos sin dañar a sus rehenes, indica. Y aunque ese fenómeno ocurre desde hace años, ni Estados Unidos ni otros países occidentales manifestaron su rechazo a estos actos, fue repentinamente que se ligó a los somalíes con Al Qaeda.

Advierte que el tercer nivel de ese conflicto es la balcanización del Cuerno de África. Se trata de una región que vive en turbulencia política: Kenia –la patria del padre de Barack Obama– enfrenta serios problemas; Etiopía busca su salida al mar a través de Somalia, la estratégica y antigua posesión francesa de Djibuti con dos bases militares, una francesa y otra estadunidense; Eritrea, con problemas internos; Sudán, el mayor país africano con casi 2 millones y medio de kilómetros cuadrados y sede de la guerra civil desde hace una década, es clave en el conflicto de Darfur.

“Estamos frente a una guerra geopolítica y neoeconómica, diseñada a través de piratas”, explica el cofundador de la Federación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear. En su opinión, esos “Estados fallidos” facilitan la coartada de Estados Unidos para su posterior intervención. Asegura que eso también lo hace con México por medio de la “guerra” contra el narcotráfico.

“Son montajes hollywoodenses: engañan a los neófitos, a los cándidos y a quienes se quieren dejar engañar”, dice Jalife Rahme.

Piratería, enemigo a modo

En 2005, la OMI expresó su preocupación por el incremento de barcos secuestrados por somalíes en el Golfo de Adén.

En 2007, Japón y otras naciones ribereñas realizaron maniobras navales para entrenar a sus marinos en la disuasión de ataques y rescate de navíos secuestrados.

Sin embargo, al anuncio en enero pasado de la creación de la fuerza multinacional CTF 151 bajo el comando de la V Flota estadunidense, siguió la captura del carguero estadunidense con bandera de Bahamas, Maersk Alabama, el 8 de abril, aunque horas después el crucero británico Ocean Náutica, que transportaba a 700 turistas, logró eludir el secuestro. La elección de los blancos parece, cuando menos, provocadora.

Tras la liberación del comandante Phillips, del barco Maersk, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desplegó sus fuerzas en la región en la segunda quincena de abril. Ahí participan 27 países con barcos y personal, además de asesores especiales de Bélgica, Francia, Alemania, Grecia, Holanda, España, Suecia y Gran Bretaña; una acción que para Miguel García Reyes, especialista en geopolítica, es parte de “una estrategia bien ejecutada” por Occidente (Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN) que le permite acceder “sin ningún reclamo internacional a esa zona de gran interés geopolítico”.

El auge de la piratería marítima en pleno siglo XXI es un fenómeno que parece salir al paso al casi “incontenible avance” de la Federación Rusa por recuperar su antigua zona de influencia ante la sistemática pérdida de terreno, explica el experto en geofísica por la Universidad Lomonosov de Moscú. Bajo esa perspec tiva, la piratería “parece una fantasía” frente a un enorme desarrollo tecnológico que se traduce en el uso intensivo de satélites y en la enorme capacidad bélica de Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea.

Por la zona en la que se manifiesta la escalada de atracos a navíos –el paso entre Asia, África y Europa–, parece lógico que Occidente busque reposicionarse en los espacios que dejó la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas e “invente” la amenaza de la piratería, pues el terrorismo ya no es un argumento viable; eso sería más fácil para ellos, “que hacer otra guerra en África o en Medio Oriente”, explica García Reyes. No obstante, advierte que bajo la lógica geopolítica estadunidense de “inventar enemigos”, para su juego político con la Unión Europea, se justifican nuevas intervenciones militares, como “la cuestión del narcotráfico que es toda una estrategia para preparar el nuevo modo de intervención en México y en América Latina”.

Para este analista, el despliegue en el estratégico Golfo de Adén de las fuerzas de la OTAN y la V Flota obedece a su interés de no verse rebasados por la recuperación de Rusia. A García Reyes le parece “infantil” la versión de que –en pleno siglo XXI y con todo el potencial bélico y de vigilancia– Occidente permita que tres o cuatro barcos somalíes y sus lanchas rápidas los amenacen.

Advierte que Estados Unidos y sus aliados crearon a la piratería moderna como un nuevo enemigo para invadir en el Cuerno de África, “y más tarde América Latina”, pues si intervinieron en Irak con un poder restrictivo muy superior al de la supuesta amenaza de Hussein y sin el aval de Naciones Unidas, la actual estrategia de “crear a un enemigo” en cualquier parte del mundo es posible.

“Si no lo entendemos, no entendemos la geopolítica”, concluye.

México en el juego político

La acción de los piratas en el Golfo de Adén, que se mantuvo por años en un bajo nivel, escaló en 2008, y en 2009 alcanzó de lleno a los funcionarios y legisladores mexicanos. Fue hasta entonces que el Consejo de Seguridad abordó la problemática interna de Somalia.

El pasado 20 de marzo en Nueva York, el representante permanente ante Naciones Unidas, Claude Heller, anunció ante el Consejo de Seguridad que el gobierno de México coincidía con la posición del secretario general Ban Kimoon de abordar de modo integral el caso de Somalia para alcanzar la estabilidad en la región.

Aseguró que México “condena los actos de piratería, robo a mano armada y actos de violencia” contra la seguridad de la navegación en el Golfo de Adén, así como la “necesidad” de que sus responsables sean juzgados de conformidad “con el régimen aplicable”.

En esta ocasión, Heller Rouassant, antiguo representante ante la Organización de Estados Americanos y en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, señaló que México reconoce la importancia de las resoluciones 1816 y 1846 del Consejo de Seguridad, “que autorizan, bajo ciertas condiciones, el ingreso a aguas territoriales de Somalia”, de conformidad con la Carta de Naciones Unidas. El diplomático, a nombre de México, respaldó el trabajo del Grupo de Contacto sobre Piratería en la costa somalí que estableció la Resolución 1851 y reconoció “la importancia de las operaciones multinacionales”.

Pese a la solidaridad del diplomático, la política exterior mexicana hacia África es, en conjunto, limitada. De 53 Estados, apenas mantiene cinco representaciones en ese continente: Angola, Sudáfrica, Nigeria, Kenia y Etiopía, a las que se suman las cuatro de la región magrebina: Argelia, República Árabe Saharaui Democrática, Marruecos y Egipto.

Aun así, el 9 de abril, cuando corría el segundo día de la captura en aguas somalíes del capitán Richard Phillips y la Armada estadunidense se alistaba para rescatarlo, el legislador mexicano Esteban Calderón, que preside la Comisión de Marina del Senado, pidió desde la tribuna a los países miembros de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar “aumentar la vigilancia de las rutas de mayor tránsito marítimo para combatir actos de piratería”, pues, señaló, en los mares del mundo se están cometiendo actos delictivos como el terrorismo, el tráfico de estupefacientes y el de personas.

La petición del legislador del Partido Acción Nacional tuvo el respaldo de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que preside la excanciller Rosario Green, del Partido Revolucionario Institucional, quien ha manifestado su respaldo a la participación de las fuerzas armadas mexicanas en operaciones militares internacionales.

El senador Calderón Centeno explicó que el delito marítimo de la piratería afecta al comercio internacional e insistió en la necesidad de fortalecer la seguridad regional. Tras ese exhorto, el académico García Reyes observa que detrás de esas posiciones subyace la estrategia occidental de crear al enemigo para intervenir directamente en América Latina.

Las distintas caras de la piratería

La piratería, que nunca ha dejado de existir, ahora vive el mayor florecimiento de su historia con los macropiratas, que actúan, sobre todo, en el ámbito financiero, dice el analista internacional y crítico de la globalización Alfredo Jalife Rahme.

Asegura que el botín de todos los piratas somalíes (unos 150 millones de dólares) es ridículo comparado con “la suma que los grandes piratas financieros obtienen por los derivados, paraísos fiscales y la contabilidad invisible, que les deja no menos de 2 cuatrillones de dólares”.

Bajo esa perspectiva, reitera, “es muy claro que estamos frente a una guerra geopolítica y neoeconómica que no se atreven a reconocer y que está diseñada a través de piratas”.

Otra cara que adopta el robo de mercancías por terceros se manifiesta en la llamada “guerra del fletán” (pescado blanco sin espinas con pobre contenido en grasas) que protagonizaron Canadá y España en 1994. Entonces, la Marina de Guerra canadiense saltó al abordaje del pesquero español Estai y lo remolcó hasta puerto; lo acusó de capturar ilegalmente fletán.

Durante la acción, las autoridades canadienses esposaron al capitán español al puente de mando y la tripulación fue arrestada en sus camarotes. Por el excesivo uso de la fuerza, que se determinó en un juicio posterior, el gobierno de Ottawa debió retirar los cargos y pagar 41 mil dólares por remolcar indebidamente al navío español.

Al año siguiente tuvo lugar un incidente similar cuando barcos españoles capturaron a un pesquero francés por usar redes de mayor extensión a la permitida; Francia calificó el hecho de piratería. En 2008, el superpetrolero Sirius Star se convirtió en el buque más grande en ser secuestrado –transportaba 2 millones de barriles hacia Estados Unidos– por los pescadores somalíes. (NE)

Fuente original: Revista Contralínea

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