¿Será verdad que el gobierno actual quiere condecorar con la Orden del Sol al banquero de los banqueros, San Dionisio, que goza de esa santidad por la gracia de Dios y porque su billete así lo consagra? ¿quién desmiente esa información from the mule’s mouth (desde la boca de la mula), que ha tronado porque se haga respetar el inmenso cúmulo de dinero que sus empresas pagan en publicidad, sobre todo en los medios de comunicación, para que se evite cualquier tropiezo contra este “objetivo” (la Orden del Sol, naturalmente)? ¡De ninguna manera podemos dejar de reconocer que San Dionisio tiene un afecto muy acendrado y se acuerda de las mamis de gran parte de sus colaboradores porque las enuncia todo el día! Estando tan cerca el día celebratorio, el asunto no es para pasarlo por alto. ¿Y sino que le pregunten a Alvarito ese que anda con la caja de leche Gloria llena de dólares, a diestra y siniestra?

Pero San Dionisio tiene su fanaticada. La ilustre profesora de derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Beatriz Boza Dibós, ex jefa de Indecopi durante el régimen delincuencial del nipón Kenya Fujimori, elevó ayer en El Comercio, a la categoría de institución nacional al Banco de Crédito. El sub-decano, (el decano es El Peruano), no es responsable por cuanto escriban –a veces barbaridades- sus colaboradores. En realidad, el circunloquio estuvo empleado con maña para no adular más a San Dionisio y aparentar el elogio a la referida casa financiera. Parafraseando a Madame Rolland al borde de la guillotina y cuando lamentaba la prostitución de la democracia, hay que repetir: ¡modernidad, cuántas abyecciones se hacen en tu nombre!

Entre las virtudes reputadas a San Dionisio por la gracia de Dios (¡y del billete!), la Boza subrayó la capacidad de relevo. ¿No sabe la guapa y robusta maestra que hay un control remoto milimétrico, por celular, correo electrónico, sensores especiales contra la torpeza genética, haz de adelantos tecnológicos hasta hoy incapaces de suplir sus celestiales dones, que usa el banquero de los banqueros para saber qué pasa en sus múltiples empresas? ¿no ha oído la canción aquella Puppet Man de los 70s? Y si dice que no ¡miente porque ya tiene los años suficientes! Lancemos entonces un piadoso ¡por favor!

En cualquier país normal se premian los méritos y las cualidades. En Perú se agasaja a no pocos delincuentes, cacos suma cum laude y hasta autodidactas en el arte de expoliar, coimear, extorsionar, envilecer al Perú y a todas las formas honestas de hacer negocios para, en cambio, comprarse salas enteras con jueces al peso –en dólares y euros-; alquilarse plumas de mermeleros en casi todos los miedos de comunicación; avituallar a ministros que se prosternan por favores antiguos o en proceso de plena reproducción; homenajear a legiferantes que como Alvarito aguantan cabeza gacha que sus madres sean parte de las discusiones o, mejor dicho, reconvenciones que vomita el santo que se olvida de su santidad cuando estalla en cólera con sapos y culebras en cantidades industriales. En síntesis, la contradicción se afirma como lógica y las antípodas reemplazan a lo justo y lo limpio y devienen en ganadoras de preseas, menciones honrosas y diplomas a nombre de la Nación. En ese mundo surrealista sí podría entenderse que el banquero capo di tutti di cappi acumule más “reconocimientos”.

¿Qué significa San Dionisio? No es santidad, de ninguna manera, lo que representa. Lidera grupos terrenales que no hesitan en aliarse con Ricardo Claro, máximo armador de Chile, por supuesto que para ¡construir puertos a lo largo de la ancha costa del Perú!. Y de allí a tener grifos y controlar múltiples intereses casi siempre de testaferros de millonarios mucho más grandes, no hay sino un milímetro. Por tanto forma parte del poder real, del que manda, del que impone condiciones, del que señala qué se hace y a quiénes se favorece y lo único que no cuenta en esta danza de vaivenes es qué conviene al Perú y si sus intereses geopolíticos están debida y sagradamente custodiados. ¡Al imperialismo corporativo le importa un bledo el Perú y los peruanos!

¿Qué hacen los políticos? ¡Nada de nada! Sus discursos pasan por una chatura nada envidiable por mediocre, repetitiva e inculta. Más bien clubes políticos, se disputan el dudoso honor de llenar de panzones tarados los puestos del Estado para gastar el dinero de los contribuyentes. Incapaces de armar una polémica ideológica o de dar vida a un frente único de trabajadores manuales o intelectuales que capture el poder como conjunto de clases explotadas y aliente un Estado antimperialista que contrate con el imperialismo corporativo peleando cada cláusula o disputando todos los contratos, vegetan en el onanismo de la democracia electoral y empujan montoneras colecticias para ver cuánto dinero hay para las “campañas”. ¿Es esa mugre la revolución que el Perú necesita?

Para no perder el hilo santo del discurso, ¿será posible regalar la Orden del Sol a San Dionisio por la gracia de Dios (¡y del billete!), sin que por eso se abofetee al Perú entero, se haga escarnio de la honradez y se establezca el precedente que es menester robar para ser reconocido a nombre de la Nación? ¡Ay de las sociedades que consienten en morir de a pocos, en silencio y con la cabeza gacha! Abyecciones como la producida por Beatriz Boza Dibós, son para el Gran Libro de la Infamia Universal. Y por eso será recordada. Todo el resto son babas.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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