Por: Alberto Maldonado S.

También hay indios malos

Alguna vez, cuando todavía Miguel Lluco era dirigente activo de la CONAIE y uno de sus cuadros más representativos, dijo una gran verdad: "Así como habemos indios buenos, hay también indios malos", en referencia a ciertos dirigentes indígenas que, allá por los años 90, comenzaron a demostrarse como oportunistas de la política, al igual que cualquier blanco o mestizo, de los tantos que teníamos (que tenemos) en nuestro zoológico político y humano.

Traigo a colación esta "definición" porque uno de los errores que hemos cometido en el Ecuador es creer que por el hecho de ser indios (indias) ya son gentes de cambio, de revolución, de izquierdas. Cierto es que el ascenso que tuvo el movimiento indígena (años 90 y comienzos de los años 2000) fue con un discurso y unas posiciones de izquierda, de reivindicación de la, esa si, larguísima noche de sometimiento, de marginación, de explotación, de racismo de la peor especie que sufrió esta etnia durante los 500 años que duró el coloniaje y los primeros 150 años de república (de los 179 que registramos como tales).

Entonces, la fortalecida CONAIE, (más su componente de avanzada Ecuarunari y su brazo político Pachakutic) asumió la representación de las izquierdas ecuatorianas, que habían quedado sin norte a raíz del descalabro de la Unión Soviética y los que se llamaron países socialistas del este europeo. Y así parecía que fuera, especialmente cuando una movilización indígena, hábilmente aprovechada por ese oportunista de pacotilla llamado Lucio Gutiérrez y sus oficiales sublevados, logró la destitución del democristiano Jamil Mahuad (enero 21/2000) que tanto daño le hizo al país antes de refugiarse en Estados Unidos.

¿Recuerdan a Antonio Vargas, ese dirigente indígena de la Amazonía, que llegó a formar parte de una fugaz Junta de Gobierno, que no duró ni dos horas "en funciones"? Pues este Vargas llegó a ser una especie de símbolo de la recuperación indígena, a través de la CONAIE, pero, poco tiempo después de su debut como líder de un movimiento indigenista "de izquierda", se desveló el verdadero dirigente pero como un oportunista cualquiera, alguien que estaba tras la pesca burocrática (y quién sabe si algo más) del coronelito de la traición (Lucio Gutiérrez).

Para el 2008, Marlon Santi (actual presidente de la CONAIE) y algunos de sus lugartenientes como que han asumido el papel de reivindicadores ecologistas y anti explotación minera. Una posición "de izquierda" muy cómoda, ya que desde ahí pueden alimentar acciones y manifestaciones contra el Gobierno Correa, a quien quieren ponerle un freno si no negocia ventajas a su favor. El problema de fondo es que estos ecologistas antimineros a ultranza no le han explicado a los ecuatorianos y ecuatorianas ¿qué pasaría si el Gobierno Nacional, la Comisión Legislativa y Alianza País habrían aceptado archivar el proyecto de la nueva Ley Minera? Llana y sencillamente habríamos tenido que quedarnos con la vieja Ley que, a más de ser totalmente contraria a cualquier principio o regulación ecologista, ha sido el marco de referencia legal, a través del cual, grandes y medianas empresas transnacionales (especialmente canadienses) sigan explotando nuestros ricos yacimientos minerales y dándole al país una caridadcita. ¡Era eso lo que querían!

Otras manifestaciones y actitudes (de Auki Tituaña, de Humberto Cholango, de Lourdes Tibán, de Salvador Quishpe) lo único que demuestran es que, desde un punto de vista ideológico, "así como hay indios buenos hay indios malos". Por supuesto, esto no quiere decir que esos y esas dirigentes indígenas sean inmorales o corruptas (puede que si, en algunos casos) Pero, lo que está ocurriendo, tanto en Estados Unidos como en Ecuador, es que el color de la piel no garantiza una posición política de cambio de estructuras. Ojalá fuera así. Pero, lo que nosotros no podemos olvidar es que en el sector indígena también se da, desde hace mucho tiempo, lo que Marx calificaba de lucha de clases. Los saraguros, en el sur del país, siempre han mantenido una posición "superior" a la de sus congéneres de otros sectores indígenas del sector. ¿Acaso los otavalos, en el norte de Pichincha y el centro de Imbabura, no se han caracterizado siempre por ser pequeños industriales o comerciantes minoristas mundiales, en relación a otras comunidades de esas localidades? Entonces pues, se explica aun cuando no se justifica estas "defecciones" de un encasillamiento a priori en posiciones ideológicas de avanzada.

Lo positivo es que una gran mayoría de comunidades indígenas, que viven en la pobreza y la miseria, que conocen el desempleo, que no pueden ir a la escuelas ni tienen acceso a la salud, tiene clara conciencia de clase y no respalda las posiciones y las estrategias de algunos de sus dirigentes. Por lo menos eso es lo que se vio en las últimas "batallas" por la nueva ley minera.