Por donde va, Lucio Gutiérrez grita que le han robado sus votos y exige nuevas elecciones; Cintya Viteri hace casi lo mismo, eso sí, acuartelada en el puerto principal en donde, con Jaime Nebot, se siente ama y señora. La vocinglería levantada por la derecha luego de saberse derrotada es apenas un preludio de lo que hará una vez que se instale la Asamblea Nacional.

La ratificación de la confianza popular en Rafael Correa y en las fuerzas políticas que trabajan para que en el Ecuador se afirme un proceso de verdadero cambio social no deviene, como algunos señalan, en mantener una situación igual a la existente los últimos dos años. Correa sigue siendo el Presidente, la tendencia democrática, progresista y de izquierda continúa como fuerza principal en el país y por supuesto en la Asamblea, sin embargo las cosas no seguirán igual, no deben seguir de la misma manera.

No solo porque el pueblo espera que se radicalice el proceso político -como el mismo Presidente ha prometido hacerlo- lo que necesariamente implicará la agudización de la confrontación política con las fuerzas reaccionarias, sino también porque estas últimas han aprendido la lección y, es fácil advertir, se aprestan a desarrollar una cerrada oposición, haciendo de la Asamblea su principal escenario.

Desde la disolución del viejo Congreso Rafael Correa ha tenido el camino expedito para definir la agenda política del país, tanto porque ha contado con el aval popular, como también por la debilidad política de la oligarquía que, en los hechos, ha permanecido arrinconada. Pero la instalación de la Asamblea introduce un nuevo elemento en la vida política del país; como todo Congreso (porque en esencia eso es) concentrará la dinamia del quehacer político del país, por lo que las miradas en adelante se turnarán entre la Asamblea y Carondelet.

En la primera se jugarán muchas cosas para el futuro del país, en general es de su responsabilidad adaptar los preceptos y principios de la actual Constitución en todo el andamiaje jurídico; tiene la responsabilidad de legislar para que la “radicalización del cambio” se efectivice, para que los derechos conquistados no queden en la condición de letra muerta.

Y todo eso generará controversia, oposición, reclamos… que no vendrán únicamente desde la bancada de derecha; en Montecristi fuimos testigos de actitudes timoratas –por decir lo menos- de asambleístas de PAIS que no querían avanzar más, que pensaron que otorgar la gratuidad de la educación en todos los niveles o mantener el Seguro Social Campesino como parte del IESS iba más allá de lo que califican como “revolución ciudadana”.

El proceso político que vive el Ecuador no requiere de miradas expectantes, necesita de miles de actores que inclinen la balanza a favor del cambio. Si la derecha forzará para boicotear o impedir que la Asamblea juegue el papel de una de la palancas de apoyo para el cambio, nuestro pueblo debe actuar sobre ella para fortalecer el proyecto y ponerla en su lugar; pero así mismo, si entre las fuerzas de la tendencia existe duda para avanzar, la fuerza popular deberá presionar y dejar en el camino a los que no quieran continuar.

Cierto que en la Asamblea se jugarán muchas cosas y la existencia en su interior de una mayoría progresista y de izquierda garantiza su concreción, sin embargo es un hecho que el cambio se concretará en la medida que el movimiento popular actúe para hacerlo, entendiendo que tal presión se ejerce desde el interior de ella con los asambleístas de izquierda revolucionaria y desde fuera con la acción de masas que debe manifestarse en todo el país.

Eso augura un nuevo período de movilización social que para garantizar el cambio en momentos tendrá a la Asamblea como centro de acción y en otros deberá presionar sobre el mismo Presidente Correa, lo que supone –como afirmamos líneas arriba- que el blanco principal de acción política para alcanzar su desarticulación constituye las fuerzas oligárquicas y de derecha. El nivel de movilización social será una clara expresión del grado de conflictividad y confrontación política existente en la sociedad ecuatoriana.