Muchas gracias. Felicitaciones, Oxana. Y a toda la promoción de 2009, felicitaciones a ustedes. No sé si alguien conocerá a su futura esposa o su futuro esposo en esta clase, como yo lo hice, pero estoy seguro de que ustedes tendrán carreras maravillosas.

Quiero reconocer a algunas de las personas que están aquí. Tenemos al presidente Mikhail Gorbachev aquí hoy, y quiero que todos le demos un fuerte aplauso. (Aplauso). Quiero agradecer a Sergei Gurief, director de la Nueva Escuela de Economía. (Aplauso). Max Boiko, presidente de la junta. (Aplauso) y Arkady Dvorkovich, que es miembro de la junta de NES, presidente de la asociación de ex alumnos y está haciendo un trabajo excelente para el presidente Medvedev, porque estuvo en nuestra reunión ayer. (Aplauso).

Buenos días. Es un gran honor para mí estar con ustedes en la Nueva Escuela de Economía. Michelle y yo estamos complacidos de estar en Moscú. Y como alguien que nació en Hawái, me alegra estar aquí en julio en vez de enero. (Risas y aplausos).

Sé que la NES es una escuela joven, pero les hablo hoy con respecto profundo por el patrimonio eterno de Rusia. Los escritores rusos nos han ayudado a comprender la complejidad de la experiencia humana, y reconocer las verdades eternas. Los pintores, los compositores y los bailarines rusos nos han mostrado nuevas formas de belleza. Los científicos rusos han curado enfermedades, han explorado nuevas fronteras de progreso y nos han ayudado a viajar al espacio.

Éstas contribuciones no las limitan las fronteras de Rusia, tan vastas como son esas fronteras. En realidad, la herencia de Rusia ha tenido impacto en todos los rincones del mundo y le habla a la humanidad que compartimos. Eso incluye a mi propio país, que ha sido bendecido con los inmigrantes rusos durante décadas; la cultura rusa nos ha enriquecido y la cooperación rusa nos ha hecho mejores. Y como residente de la ciudad de Washington, D.C., continúo disfrutando el benéfico de las contribuciones de rusos — específicamente, de Alexander Ovechkin. Estamos muy contentos de tenerlo en Washington, D.C. (Aplauso).

Aquí en la NES, ustedes han heredado este gran patrimonio cultural, pero su enfoque en la economía no es menos fundamental para el futuro de la humanidad. Como Pushkin dijo, “se necesita tanta inspiración para la geometría como para la poesía”. Y hoy, quiero hablarles en especial a los que se preparan para graduarse. Ustedes están destinados a ser líderes en el mundo académico y la industria; en las finanzas y el gobierno. Pero antes de seguir adelante, vale la pena reflexionar en lo que ya ha ocurrido durante sus vidas jóvenes.

Como el presidente Medvedev y yo, ustedes no son tan viejos para haber sido testigos de las horas más oscuras de la Guerra Fría, cuando las bombas de hidrógeno se probaban en la atmósfera y los niños practicaban como esconderse en refugios contra el polvo radiactivo, y cuando llegamos al borde de la catástrofe nuclear. Pero ustedes son la última generación nacida cuando el mundo estaba dividido. En esa época, los ejércitos estadounidense y soviético estaban concentrados en Europa y se entrenaban, y estaban listos para combatir. Las brechas ideológicas del siglo pasado estaban establecidas. La competencia en todo, desde la astrofísica al atletismo era considerada como un juego de suma cero. Si una persona ganaba, entonces la otra tenía que perder.

Y luego, en unos poco años, el mundo tal cual era dejó de serlo. Ahora, y no se equivoquen: este cambio no vino de una sola nación. La Guerra Fría llegó a su conclusión porque las acciones de muchas naciones, durante el transcurso de muchos años, y porque los pueblos de Rusia y de Europa Oriental se plantaron y decidieron que ese final sería pacífico.

Con el final de la Guerra Fría, hubo expectativas extraordinarias –de paz y prosperidad; de nuevos arreglos entre las naciones, y nuevas oportunidades para los individuos. Como todos los períodos de grandes cambios, fue una época de planes ambiciosos y posibilidades sin fin. Pero, por supuesto, las cosas no siempre resultan exactamente como se las planifica. En 1993, poco después de inaugurada esta escuela, un estudiante de la NES resumió las dificultades del cambio cuando le dijo a un reportero, textualmente: “El mundo real no es tan racional como en papel.” El mundo real no es tan racional como en papel.

En el transcurso de dos décadas tumultuosas, esa verdad se ha confirmado en todo el mundo. Se ha creado una gran riqueza, pero no se han eliminado los focos de la pobreza extrema. La pobreza existe aquí, existe en Estados Unidos y existe en todo el mundo. Más votantes han ido a las urnas electorales, pero demasiados gobiernos todavía no pueden proteger los derechos de su pueblo. Las luchas ideológicas han disminuido, pero han sido substituidas por conflictos tribales, por la etnicidad y la religión. Si bien un ser humano con una computadora puede tener la misma cantidad de información que la que tiene almacenada la Biblioteca del Estado ruso, esa tecnología también se la puede usar para causar gran daño.

En una Rusia nueva, la desaparición de las viejas restricciones políticas y económicas después del final de la Unión Soviética trajo oportunidades y dificultades. Algunos prosperaron, pero muchos más no lo hicieron. Hubo tiempos difíciles. Pero el pueblo ruso mostró fortaleza e hizo sacrificios, y ustedes lograron un progreso duramente ganado, con una economía creciente y mayor confianza. Y a pesar de los tiempos difíciles, muchos en Europa Oriental y Rusia están mucho mejor hoy que hace 20 años.

Vemos el progreso aquí en la NES — una escuela fundada con apoyo de Occidente, que ahora es completamente rusa; un lugar de aprendizaje y de investigación donde la efectividad de una idea no radica en si es rusa o estadounidense o europea, sino si puede funcionar. Sobre todo, vemos ese progreso en ustedes — gente joven que tiene un siglo joven que moldear como ustedes lo consideren adecuado.

El curso de la vida de ustedes coincide con esta era de transición. Pero piensen en las preguntas fundamentales que se hicieron cuando esta escuela se fundó. ¿Qué clase de futuro tendrá Rusia? ¿Qué clase de futuro tendrán juntos Rusia y Estados Unidos?, ¿Qué orden mundial remplazará a la Guerra Fría? Esas preguntas todavía no tienen respuestas claras, y por lo tanto les toca a ustedes el contestarlas — por su generación en Rusia, en Estados Unidos y en todo el mundo. Ustedes tienen que decidir. Y si bien yo no puedo responder a esas preguntas por ustedes, sí puedo hablar claramente sobre el futuro que Estados Unidos pretende.

Para comenzar, permítanme ser claro: Estados Unidos quiere una Rusia fuerte, pacífica y próspera. Esta convicción se arraiga en nuestro respeto por el pueblo ruso, y una historia compartida entre nuestras naciones que va más allá de la competencia. A pesar de nuestra rivalidad pasada, nuestros pueblos fueron aliados en la lucha más grande del siglo pasado. Recientemente, observé esto cuando estuve en Normandía – porque así como hombres de Boston y de Birmingham arriesgaron todo lo que tenían para invadir esas playas y escalar esos acantilados, los soldados soviéticos de lugares como Kazan y Kiev soportaron dificultades inimaginables para repeler — para rechazar una invasión y cambiar la meta en el este. Como lo dijo el presidente John Kennedy, “ninguna nación en la historia de la batalla sufrió más que la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial.”

De manera que, al honrar este pasado, también reconocemos el beneficio futuro que vendrá de una Rusia fuerte y vibrante. Piensen en las cuestiones que definirán sus vidas: seguridad contra las armas nucleares y el extremismo; acceso a los mercados y a las oportunidades; salud y medio ambiente; un sistema internacional que proteja la soberanía y los derechos humanos, a la vez que favorezca la estabilidad y la prosperidad. Estos desafíos exigen una asociación mundial, y esa asociación será más fuerte si Rusia ocupa su lugar legítimo como gran potencia.

Sin embargo, desdichadamente, a veces se piensa que las viejas suposiciones deben prevalecer, las viejas maneras de pensar; un concepto del poder que se arraiga en el pasado más bien que en el futuro. Existe la opinión del Siglo XX de que Estados Unidos y Rusia están destinados a ser antagonistas y que una Rusia o un Estados Unidos fuerte sólo pueden afirmarse en oposición del uno contra el otro. Y existe una opinión del siglo XIX de que estamos destinados a competir por esferas de influencia, y que las grandes potencias deben forjar bloques competitivos para equilibrarse uno con el otro.

Estas presunciones son incorrectas. En 2009, una gran potencia no demuestra su fuerza dominando o demonizando a otros países. Los días en que los imperios pueden tratar a los estados soberanos como piezas de un tablero de ajedrez se han acabado. Como dije en El Cairo, dada nuestra interdependencia, cualquier orden mundial que intente elevar a un país o grupo de personas por encima de otros estará destinado al fracaso. La lucha por el poder ya no es un juego de suma cero—el progreso ha de compartirse.

Por eso he propuesto ‘reiniciar’ las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Esto debe ser algo más que un nuevo comienzo entre el Kremlin y la Casa Blanca, si bien esto es importante y he tenido conversaciones excelentes tanto con el presidente como el primer ministro. Debe ser un esfuerzo sostenido entre el pueblo estadounidense y el ruso para identificar nuestros intereses comunes y ampliar el diálogo y la cooperación que puedan abrir paso al progreso.

Esto no será fácil. Es difícil forjar una alianza duradera entre antiguos adversarios, es difícil cambiar hábitos que se han arraigado en nuestros gobiernos y nuestras burocracias durante décadas. Pero creo que en lo que respecta a las cuestiones fundamentales que darán forma a este siglo, los estadounidenses y los rusos comparten intereses comunes que conforman una base para la cooperación. No me corresponde a mi definir los intereses de Rusia, pero sí puedo hablar acerca de los intereses nacionales de Estados Unidos, y creo que verán que compartimos terreno común.

En primer lugar, Estados Unidos quiere detener la proliferación de armas nucleares y prevenir su uso.

En el siglo pasado, generaciones de estadounidenses y rusos heredaron el poder de destruir a países y el entendimiento de que el uso de ése poder podía acarrear nuestra propia destrucción. En 2009, nuestra herencia es distinta. Ni usted ni yo tenemos que preguntar si los líderes estadounidenses y rusos respetarán un equilibrio del terror, entendemos perfectamente las horribles consecuencias de cualquier guerra entre nuestros dos países. Pero tenemos que plantear la siguiente pregunta: tenemos que preguntarnos si los extremistas que mataron a civiles inocentes en Nueva York y en Moscú demostrarán la misma moderación. Tenemos que preguntarnos si diez o veinte o cincuenta países con armas nucleares protegerán sus arsenales y se abstendrán de utilizarlos.

Este es el meollo del desafío nuclear en el siglo XXI. La idea de que el prestigio proviene de tener armas o que podemos protegernos a nosotros mismos escogiendo y seleccionando los países que pueden tener estas armas, es una ilusión. En el corto período transcurrido desde el final de la Guerra Fría, ya hemos presenciado los ensayos nucleares que han realizado la India, Pakistán y Corea del Norte. Sin un cambio fundamental, ¿es posible que alguno de nosotros crea realmente que las próximas dos décadas no darán lugar a la propagación adicional de estas armas nucleares?

Por ese motivo, Estados Unidos se ha comprometido a poner freno a la proliferación nuclear y, en definitiva, a conseguir el objetivo de un mundo sin armas nucleares. Esto coincide con nuestro compromiso de conformidad con el Tratado de No Proliferación Nuclear. Esa es nuestra responsabilidad por ser las dos principales potencias nucleares en el mundo. Y aunque sé que este objetivo no se alcanzará pronto, establece la base jurídica y moral para prevenir la proliferación y posible uso de armas nucleares.

Ya estamos dando pasos importantes para crear esta fundación. Ayer, el presidente Medvedev y yo avanzamos en nuestras negociaciones para trazar un nuevo Tratado que reduzca notablemente nuestras ojivas nucleares y misiles. Hemos renovado nuestro compromiso con la energía nuclear limpia, segura y pacífica, lo cual debe ser derecho de todos los países que cumplen con sus responsabilidades de acuerdo con el Tratado. Y llegamos a un acuerdo para aumentar la cooperación en materia de seguridad nuclear, que es esencial para lograr el objetivo de asegurar todos los materiales nucleares vulnerables en los próximos cuatro años.

A medida que cumplamos con nuestros compromisos, debemos hacer que otros países cumplan con los suyos. Ni Estados Unidos ni Rusia se beneficiaría con una carrera armamentista en Asia u Oriente Medio. Por eso debemos oponernos juntos a los esfuerzos de Corea del Norte para convertirse en potencia nuclear, e impedir que Irán fabrique un arma atómica. Me complace que el presidente Medvedev y yo hayamos alcanzado un acuerdo para realizar una evaluación conjunta de las amenazas que plantean los desafíos balísticos del siglo XXI, incluyendo a Irán y Corea del Norte.

No se trata de diferenciar a países individuales, se trata de las responsabilidades que tienen todos los países. Si no logramos actuar conjuntamente, entonces el Tratado de No Proliferación y el Consejo de Seguridad perderá credibilidad y el derecho internacional dará paso a la ley de la jungla. Y eso no beneficia a nadie. Como dije en Praga, las normas tiene que ser obligatorias, las violaciones tienen que ser castigadas y las palabras tienen que significar algo.

El éxito en la aplicación de estas normas eliminará la causa de los desacuerdos. Sé que Rusia está en contra de la configuración prevista para un sistema de defensa contra misiles en Europa. Mi gobierno está examinando estos planes para mejorar la seguridad de Estados Unidos, Europa y el mundo. He dejado claro que el propósito de este sistema es prevenir un posible ataque de Irán, y que no tiene nada que ver con Rusia. De hecho, quiero colaborar con Rusia en lo que respecta a una arquitectura de defensa contra misiles que nos haga a todos más seguros. Si se elimina la amenaza que suponen los programas de misiles nucleares y balísticos de Irán, se eliminará la razón detrás del sistema de defensa contra misiles en Europa, lo cual sirve nuestros intereses mutuos.

Ahora, además de asegurar las armas más peligrosas del mundo, hay una segunda area en la que Estados Unidos tiene interés nacional determinante, o sea aislar y derrotar a los extremistas violentos.

Durante años, Al Qaeda y sus afiliados han profanado la paz y la justicia inherente a una gran religión, y han asesinado sin piedad a hombres, mujeres y niños de todas las nacionalidades y credos. De hecho, han asesinado sobre todo a musulmanes. Estos extremistas han asesinado en Ammán y Bali, Islamabad y Kabul, y tienen las manos manchadas con sangre estadounidense y rusa. Están conspirando para matar a más de nuestra gente y se benefician de los refugios que les permitan entrenar y operar, especialmente a lo largo de la frontera entre Pakistán y Afganistán.

Por ese motivo, Estados Unidos tiene un objetivo claro: alterar, desmantelar y derrotar a Al Qaeda y sus aliados en Afganistán y Pakistán. No queremos establecer bases, ni controlar aquellos países. De hecho, queremos trabajar con nuestros socios internacionales, entre ellos Rusia, para ayudar a los afganos y paquistaníes a lograr su propia seguridad y prosperidad. Por ese motivo, estoy satisfecho de que Rusia haya accedido a permitir que Estados Unidos envíe suministros a nuestras tropas en la coalición a través de su territorio. Ni Estados Unidos ni Rusia tiene interés en un Afganistán o Pakistán regido por los talibanes. Es hora de trabajar juntos en nombre de un futuro distinto, un futuro en el que podamos dejar atrás el gran juego del pasado y el conflicto del presente, un futuro en el que todos contribuiremos a la seguridad de Asia Central.

Más allá de Afganistán, Estados Unidos está comprometido a fomentar oportunidades que aíslen a los extremistas. Estamos ayudando al pueblo iraquí a construir un futuro mejor y dejando Iraq a los iraquíes. Queremos conseguir el objetivo de los dos estados: Israel y Palestina, viviendo en paz y seguridad. Colaboramos con comunidades musulmanas de todo el mundo para promover la educación, la salud y el desarrollo económico. En cada uno de estos esfuerzos, creo que el pueblo ruso comparte nuestros objetivos y se beneficiará del éxito, y necesitamos colaborar.

Además de estas preocupaciones en materia de seguridad, lo tercero en el interés de Estados Unidos es la prosperidad mundial. Y ya que tenemos a tantos economistas y a los futuros empresarios en esta sala, sé que este tema les interesa mucho.

Nos reunimos en medio de la peor recesión mundial en una generación. Creo que el libre mercado es la mayor fuerza de generación y distribución de riqueza en el mundo, pero cuando se le permite funcionar sin límites –con riesgos excesivos, falta de reglamentación o con corrupción– todos están en peligro, ya sea si vivimos a orillas del Mississippi o del Volga.

En Estados Unidos, estamos tomando medidas, sin precedentes, para reactivar nuestra economía y reformar nuestro sistema de regulación. Pero al igual que ningún país puede aislarse de las consecuencias de la crisis mundial, ningún país por sí solo puede ser el único motor de crecimiento mundial. Lo que ocurre es que ha cambiado un elemento fundamental. Y si bien esta crisis nos ha demostrado los riesgos que conlleva el cambio, ése riesgo tiene infinidad de oportunidades.

Piensen en lo que hoy es posible hacer, algo que era impensable hace dos décadas. Una joven mujer de Bangalore, en India, con acceso a una conexión a Internet puede competir con cualquier persona de cualquier parte del mundo. Un empresario con una empresa nueva en Pekín puede abrir su negocio al mundo. Un profesor de la NES en Moscú puede colaborar con sus colegas en Harvard o Stanford. Eso nos beneficia a todos, porque cuando se crea prosperidad en la India, se abre un nuevo mercado para nuestros productos, cuando ideas nuevas se afianzan en China, que impulsan la innovación de las empresas; cuando se establecen nuevas conexiones entre las personas, eso nos enriquece a todos.

Existen extraordinarias posibilidades para mayor cooperación entre estadounidenses y rusos. Podemos procurar comercio que sea libre y justo e integrado con el resto del mundo. Podemos impulsar inversión que cree puestos de trabajo en nuestros dos países, podemos forjar alianzas en materia de energía que aprovechen no sólo fuentes tradicionales, como el petróleo y el gas, sino también fuentes de energía nuevas que impulsen el crecimiento y luchen contra el cambio climático. Todo ello lo pueden hacer juntos, estadounidenses y rusos.

Ahora, el gobierno puede fomentar esta cooperación, pero al final los individuos deben impulsarla, porque el recurso más grande de cualquier nación en el siglo XXI son ustedes. Son las personas; los jóvenes especialmente. Y la nación que explote ese recurso será la nación que tenga éxito. Ese éxito depende de economías que funcionen conforme al imperio de la ley. Como el presidente Medvedev ha dicho correctamente, un sistema legal maduro y eficaz es una condición para el desarrollo económico sostenido. Personas en todo lugar deben tener el derecho de hacer negocios o tener una educación sin tener que pagar un soborno. Ya sea en Estados Unidos, Rusia, África o América Latina, esa no es una idea estadounidense ni rusa — esa será la manera en que los pueblos y las naciones triunfen en el siglo XXI.

Y esto me lleva al cuarto tema que trataré: el interés de Estados Unidos en los gobiernos democráticos que protejan los derechos de sus pueblos.

De ninguna manera Estados Unidos es perfecto. Pero estamos comprometidos con ciertos valores universales que nos permiten corregir nuestras imperfecciones, mejorar constantemente y crecer de una manera más sólida a través del tiempo. La libertad de expresión y de reunión ha permitido que mujeres, minorías y trabajadores exijan sus derechos plenos e iguales, en una época cuando les eran negados. El imperio de la ley y la administración imparcial de justicia han quebrado monopolios, cerrado maquinarias políticas corruptas y acabaron con abusos de poder. Los medios de información independientes han denunciado la corrupción en todos los niveles empresariales y gubernamentales. Las elecciones competitivas nos permiten cambiar el curso y hacer responsables a nuestros líderes. Si nuestra democracia no hubiera impulslado esos derechos, entonces yo, como persona de ascendencia africana, no podría estar hablando con ustedes como ciudadano estadounidense, y mucho menos como presidente. Esto se debe a que en el momento de la fundación de nuestra nación, yo no tenía derechos — es decir las personas semejantes a mí. Pero es por ese proceso que ahora puedo estar ante ustedes como presidente de Estados Unidos.

Así que en todo el mundo, Estados Unidos apoya estos valores no sólo porque son morales, sino porque además funcionan. La ruta de la historia nos muestra que gobiernos que sirven a su pueblo perduran y progresan; los gobiernos que sólo sirven a su propio poder no lo logran. Los gobiernos que representan la voluntad de su pueblo tienen mucho menos posibilidad de convertirse en estados fallidos, de aterrorizar a sus ciudadanos o de hacer la guerra a otros países. Los gobiernos que promueven el imperio de la ley, sujetan sus acciones a la supervisión y permiten que las instituciones independientes sean socios más responsables para el intercambio. Y en nuestra propia historia, las democracias han sido las aliadas más duraderas de Estados Unidos, incluyendo a las que alguna vez hicieron la guerra en Europa y Asia, naciones que hoy viven con gran seguridad y prosperidad.

Ahora permítanme dejar algo en claro: Estados Unidos no puede y no debe imponer ningún sistema de gobierno a ningún otro país, ni debemos atrevernos a determinar qué partido o qué persona debe gobernar un país. Y no siempre hemos hecho lo que debimos hacer en este aspecto. Cuando estamos reunidos aquí hoy, Estados Unidos apoya la restitución del presidente electo democráticamente de Honduras, a pesar que él se haya opuesto de forma enérgica a las políticas estadounidenses. No lo apoyamos porque estemos de acuerdo con él. Lo apoyamos porque respetamos el principio universal de que el pueblo debe elegir a sus propios líderes, ya sean líderes con los que estemos de acuerdo o no.

Y eso me lleva al tema final que trataré, que es el interés de Estados Unidos en un sistema internacional que fomente la cooperación, que al mismo tiempo respete la soberanía de todas las naciones.

La soberanía del Estado debe ser la piedra angular de orden internacional. Así como todos los estados deben tener el derecho de elegir a sus gobernantes, también deben tener el derecho a tener fronteras seguras y contar con su propia política exterior. Para Rusia es un hecho, como lo es para Estados Unidos. Cualquier sistema que ceda esos derechos se encaminará hacia una anarquía. Es por eso que debemos aplicar este principio a todas las naciones — y eso incluye a naciones como Georgia y Ucrania. Estados Unidos nunca impondrá un convenio de seguridad a otra nación. Por ejemplo, para que un país se convierta en miembro de una organización como la OTAN, la mayoría de su gente debe elegir lo siguiente: se deben iniciar reformas y poder contribuir a la misión de la alianza. Y permítanme ser muy claro: la OTAN debe buscar colaborar con Rusia, no confrontarla.

Y de una manera más amplia, necesitamos fomentar la cooperación y respeto entre todas las naciones y pueblos. Como presidente de Estados Unidos, trabajaré sin descanso para proteger la seguridad de Estados Unidos e impulsar nuestros intereses. Pero ninguna nación puede enfrentar los desafíos del siglo XXI por sí sola, ni dictar sus términos al mundo. Es algo que Estados Unidos entiende ahora, al igual que Rusia lo entiende. Es por eso que Estados Unidos busca un sistema internacional que permita a las naciones ir en búsqueda de sus intereses de manera pacífica, en especial cuando esos intereses divergen; un sistema que respete los derechos universales de los seres humanos y se oponga a las violaciones de esos derechos; un sistema en el que estemos bajo las mismas normas que aplicamos a otras naciones, con derechos y responsabilidades claras para todos.

Hubo una época en la que Roosevelt, Churchill y Stalin podían decidir la forma del mundo en una reunión. Esos días terminaron. El mundo es mucho más complejo en la actualidad. Miles de millones de personas han recobrado su voz y buscan sus propias medidas para la prosperidad y la autodeterminación en cada rincón del planeta. Durante las últimas dos décadas, hemos presenciado el crecimiento de los mercados, la ampliación de la riqueza y el uso de la tecnología para construir y no para destruir. Hemos visto viejos odios pasar, ilusiones de diferencias entre personas disiparse y desvanecerse; hemos visto el destino de la humanidad en las manos de más y más seres humanos que pueden darle forma a su propio destino. Ahora, debemos ver que ese periodo de transición que han vivido anuncia una nueva era en la que las naciones puedan vivir en paz, que los pueblos puedan lograr sus aspiraciones de dignidad, seguridad y de una mejor vida para sus hijos. Ese es el interés de Estados Unidos, y considero que también es el interés de Rusia.

Sé que este futuro puede parecer distante. El cambio es difícil. En palabras de aquel estudiante de la Nueva Escuela de Economía en 1993, el mundo real no es tan racional como se ve en papel. Pero piensen sobre el cambio que ha ocurrido con el paso del tiempo. Hace cien años, un zar gobernaba a Rusia y Europa estaba bajo un imperio. Cuando nací, la segregación era todavía la ley de la nación en diversas partes de Estados Unidos, y la Kenia de mi padre era una colonia. Cuando ustedes nacieron, hubiera sido imposible que existiera una escuela como esta, y la Internet era solamente conocida por unos cuantos privilegiados.

Ustedes decidirán qué es lo que sigue. Les toca escoger hacia dónde nos llevará el cambio, porque el futuro no pertenece a quienes congregan ejércitos en un campo de batalla o entierran misiles en el suelo; el futuro pertenece a los jóvenes con educación e imaginación para crear. Esa es la fuente de poder en este siglo. Teniendo en cuenta todo lo ocurrido en las dos décadas de sus vidas, tan sólo imaginen lo que se puede crear en los años venideros.

Cada país traza su propio curso. Rusia trazó el suyo en el tiempo como lo hace un imponente río a través de un cañón, dejando imborrables huellas de historia humana a su paso. A medida que sigan adelante con esta historia, fíjense en el futuro que se puede construir si nos negamos a cargar los viejos obstáculos y desconfianzas; miren el futuro que se puede construir si nos asociamos en nombre de nuestras las aspiraciones en común. Juntos, podemos construir un mundo donde se proteja a los pueblos, se aumente la prosperidad y nuestro poder realmente sirva para el progreso. Y todo está en sus manos. Buena suerte a todos ustedes. Muchas gracias. (Aplausos)