Este artículo es la continuación de « Cuando el stay-behind llevó a De Gaulle al poder »

En privado, el general-presidente no esconde lo que piensa. Y le dice a Alain Peyrefitte: «Está muy bien que haya franceses amarillos, franceses negros, franceses morenos. Ellos demuestran que Francia está abierta a todas las razas y que tiene una vocación universal. Pero, a condición de que sigan siendo una pequeña minoría. Si no Francia ya no sería Francia. Somos ante todo un pueblo europeo de raza blanca, de cultura griega y latina, y de religión cristiana […] ¿Cree usted que Francia puede absorber 10 millones de musulmanes, que mañana serán quizás 20 millones y 40 millones pasado mañana? Si practicáramos la integración, si todos los árabes y los bereberes de Argelia fuesen considerados como franceses, ¿cómo les impediríamos que vinieran a instalarse en la metrópoli cuando el nivel de vida es aquí mucho más alto? ¡Mi pueblo ya no se llamaría Colombey-les-Deux-Eglises [En español, Colombey-las-Dos-Iglesias. Nota del Traductor.] sino Colombey-las-Dos-Mezquitas!» [1]

En público, por supuesto, se expresa con más cuidado. El 16 de septiembre de 1959, en una conferencia de prensa, Charles de Gaulle deja entrever su preferencia por «el gobierno de los argelinos por los argelinos, con el apoyo de la ayuda de Francia y en estrecha unión con ella».

El Día de las barricadas

En enero, la prensa alemana [2] reporta una entrevista con el general Jacques Massu, en la que éste deplora que el ejército haya optado por De Gaulle. Massu se queja del viraje político del gobierno y afirma que el ejército proseguirá su acción. Aunque Massu desmiente inmediatamente las declaraciones que le han sido atribuidas, De Gaulle le ordena venir a París a dar explicaciones.

En Argel, los “ultras”, tanto civiles como militares, que creían poder contar con el apoyo de Massu, se lanzan a las calles el 24 de enero de 1960, en lo que habrá de conocerse como “el día de las barricadas”. El coronel Jean Gardes, del 5º Buró Militar, lanza la orden de insurrección. A la cabeza de los amotinados se encuentran el diputado Pierre Lagaillarde y el abogado Jean-Baptiste Biaggi, Joseph Ortiz (propietario de un bar) y el sindicalista estudiante Jean-Jacques Susini. En la madrugada del día 26 ya hay 25 muertos. Varios oficiales rebeldes emiten un comunicado a través de las ondas de Radio-Alger: “Ha llegado la hora de la esperanza (…) No podemos seguir esperando para resucitar el espíritu del 13 de mayo (…) Nuestro ejército está a la cabeza del combate por Occidente. Nos esforzamos por no imponerle el problema de una disyuntiva que pueda dividirlo y debilitarlo”. Para restablecer el orden, el general Maurice Challe, comandante en jefe de las fuerzas armadas en Argelia, proclama el estado de sitio, pero prohíbe disparar contra los amotinados.

En París, se emiten 80 órdenes de arresto contra los instigadores de la insurrección. El diputado Jean-Marie Le Pen, quien ha llamado a extender las barricadas hasta París, y el teórico Georges Sauge son puestos en prisión preventiva. En la noche del día 29, el general-presidente aparece ante las cámaras de la televisión de completo uniforme y pronuncia una alocución. “He tomado, en nombre de Francia, la siguiente decisión: los argelinos serán libres de escoger su destino. Cuando, de una u otra manera –por haber alcanzado un acuerdo de cese del fuego o por haber aplastado totalmente a los rebeldes– hayamos puesto fin a los combates; cuando, después de un periodo prolongado de apaciguamiento, las poblaciones hayan podido tomar conciencia de lo que está en juego y, por otro lado, [hayan podido] alcanzar, gracias a nosotros, los progresos necesarios en los sectores político, económico, social, escolar, etc…, en ese momento serán los argelinos quienes dirán lo que quieren ser (…) Franceses de Argelia, ¿cómo pueden ustedes prestar oídos a los mentirosos y los conspiradores que les dicen que al conceder a los argelinos la libertad de decidir, Francia y De Gaulle quieren abandonarlos a ustedes, retirarse de Argelia y dejarlos a ustedes a merced de la rebelión? (…) A todos nuestros soldados les digo: La misión de ustedes no implica ni ambigüedades ni interpretaciones. Ustedes tienen que liquidar la fuerza rebelde que quiere expulsar a Francia de Argelia y hacer reinar sobre ese país su dictadura de miseria y de esterilidad (…) Finalmente, me dirijo a Francia. Mi querido y viejo país, henos aquí, juntos nuevamente, ante una dura prueba. En virtud del mandato que el pueblo me ha confiado y de la legitimidad nacional que yo mismo represento desde hace 20 años (sic), les pido a todos y a todas que me apoyen pase lo que pase”.

Esta intervención logra restablecer la calma, luego de 5 días de motines. Pero la insurrección ha puesto de relieve la importancia de las contradicciones internas del gaullismo. “El” general, después de haberse apoderado del poder en nombre de la Argelia francesa, no tiene cómo cumplir sus promesas. Al movilizar 500 000 hombres –o sea, 2 soldados por cada colono– De Gaulle se ha metido en un callejón sin salida. Por un lado, no logra aplastar al FLN. Por el otro, De Gaulle sabe que no podrá mantener eternamente ese enorme esfuerzo militar. Al desarrollar una guerra de enormes proporciones ha exacerbado los ánimos y perdido toda posibilidad de lograr una solución política al estilo de los dominion. Cuando se agoten las fuerzas del país, no quedará otro remedio que resignarse a la independencia [de Argelia]. De Gaulle no tiene entonces de qué asombrarse al ver su autoridad puesta en duda precisamente por “quienes lo hicieron rey”. Su posición no le permite sancionar a los oficiales que apoyaron la insurrección, así como el general Challe no podía ordenar dispararles. Lo más que puede hacer es sancionar a los civiles y confiar en una improbable victoria militar sobre el FLN. Para mantener la presión, De Gaulle pide y obtiene de la Asamblea los plenos poderes durante un año. Pierre Lagaillarde y el abogado Jean-Baptista Biaggi son encarcelados. Alain de Serigny es arrestado. El FNF de Joseph Ortiz y el MP13 del general Lionel Chassin son disueltos. Se reestructura el gobierno: Jacques Soustelle, demasiado rígido, queda excluido y tiene que dejar el ministerio de Información en manos de Louis Terrenoire, que sale de la RTF [Radio y Televisión de Francia. Nota del Traductor.]. El legionario Pierre Mesmer es nombrado ministro de Defensa, y disuelve los 5º Buroes. Esas estructuras, existentes en el seno de cada uno de los ejércitos franceses, habían elaborado los principios teóricos de la “guerra revolucionaria”, incluyendo la justificación de la tortura. En efecto, durante la guerra de Indochina, varios oficiales, como Roger Trinquier y Lionel-Max Chassin, entraron en contacto con la doctrina militar de Mao y –partiendo de ella– elaboraron una serie de principios para la dirección de las guerras coloniales. Su idea de base es que, para poder utilizar a la población en funciones de soldados, hay que someter el cuerpo antes de modelar las mentes. Bajo la autoridad de Geoffroy Chodron de Courcel, por aquel entonces Secretario General Permanente de la Defensa Nacional (SGPDN), es Jean Ousset, jefe espiritual de la Ciudad Católica y representante del Opus Dei en Francia, quien se encarga de la coordinación de los 5º Buroes. Al principio, los oficiales se formaban en el Centro de Instrucción y Preparación en Contraguerrilla (Arzew). Posteriormente, Jacques Chaban-Delmas agregó a ese dispositivo el Centro de Entrenamiento en Guerra Subversiva Jeanne-d’Arc (en Philippeville, Argelia), cuya dirección puso en manos del coronel Marcel Bigeard. En las paredes de la gran sala de reuniones de aquel centro se podía ver la siguiente frase: “Este Ejército tiene que ser fanático, despreciar el lujo, movido por el espíritu de los cruzados”. Por su parte, un miembro del stay-behind católico, Georges Sauge, ofrece conferencias y seminarios de formación permanente. En otras palabras, Messmer disuelve estructuras que habían desempeñado un papel esencial en la toma del poder por parte de De Gaulle, pero algunas de cuyas unidades se han puesto ahora en contra de él. La “guerra revolucionaria” quedará en lo adelante bajo el estricto control del general gaullista André Beaufre.

En mayo de 1960, la oposición de la MNEF al envío de reservistas y reclutas franceses [a Argelia] provoca una cisma en el seno de ese sindicato y la creación de la Federación de Estudiantes Nacionalistas (FEN) alrededor de Dominique Venner (ex miembro de Jeune Nation y del MP13), Francois d’Orcival y Alain de Benoist. La nueva federación publica el “Manifiesto del estudiantado de los 60”, de inspiración abiertamente fascista.
En junio, se forma en París un Frente Nacional por la Argelia Francesa (FNAF) en el que aparecen todos los que no entienden el cambio de actitud de actitud de De Gaulle y simpatizan con los amotinados de Argel. Alrededor del propio Jacques Soustelle aparecen hombres como Claude Dumont, Georges Sauge e Yvon Chautard, los abogados Jean-Louis Tixier Vignancourt y Jacques Isorni, así como Victor Barthelemy, Francois Brigneau y Jean-Marie Le Pen.

En el bando opuesto, los adversarios de la guerra publican un “Manifiesto de los 121” en el que llaman a los reclutas del servicio militar a no obedecer las órdenes de la oficialidad. Indignado, el general Raoul Salan emite una declaración en la que denuncia, al mismo tiempo, a los simpatizantes [En francés, “porteurs de valise”. NdT.] del FLN y la nueva política gubernamental. Pierre Messmer lo trae de regreso de Argelia y lo acuartela en París. Pero Salan pasa a la clandestinidad y huye a España, donde lo esperan el Caudillo Francisco Franco y el Opus Dei. Pierre Lagaillarde y Jean-Jacques Susini, que estaban en libertad provisional desde el día de las barricadas, se unen a él en Madrid. Los tres crearán la OAS (Organización del Ejército Secreto, siglas en francés.).

En diciembre, mientras que los “ultras” preparan una nueva insurrección en Argel, son los musulmanes quienes se rebelan. De Gaulle ordena restablecer el orden en Argel y disuelve el FNAF en la metrópoli.

Los que se pronuncian contra la guerra crean entonces el Agrupamiento de la Izquierda Democrática (Rassemblement de la gauche democratique), conformado por el SFIO y el Partido Radical y los sindicatos FO, CFTC y FEN, etc., entre otras organizaciones, que paradójicamente está de acuerdo con De Gaulle. El general-presidente aprovecha la oportunidad que se le ofrece y convoca a un referéndum en apoyo a su viraje político. El 8 de enero de 1961, el Sí obtiene un 75% en la metrópoli y sólo un 41% en Argelia. Es indudable que la opinión pública de la metrópoli está en contra de los “ultras”, que sólo pueden contar con sus propias fuerzas. No les queda otra salida que derrocar a De Gaulle o emprender una secesión al estilo rhodesiano.

Washington abandona a De Gaulle

En Washington, el 9 de noviembre de 1960, el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) concluye que “la incapacidad del gobierno francés y de los rebeldes argelinos para llegar a un acuerdo, o por lo menos a un modus vivendi, que ponga fin al conflicto, sigue siendo un importante obstáculo para la realización de los objetivos americanos en África del Norte” [3]. La CIA considera que haber seleccionado a De Gaulle [para ponerlo en el poder] cuando el golpe del 13 de mayo de 1958 fue un error. Y estima que es preferible apartarlo y poner en su lugar a otro oficial, más dócil y sobre todo más eficaz. Pero su ex compañero de armas, el general Dwight D. Eisenhower rechaza los posibles escenarios de injerencia que se le proponen.

La CIA, que ha adquirido cierta autonomía, utiliza entonces al Opus Dei como contratista para los contactos preparatorios con vistas a un nuevo golpe de Estado en Francia. El Opus Dei se pone en contacto con el general retirado Edmond Jouhaud, ex jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea francesa. Posteriormente, el propio director de Operaciones Especiales de la CIA, Richard M. Bissell Jr., jefe supremo del stay-behind, se reúne con Jacques Soustelle en Washington [4].

El 17 de enero de 1961, al término de su segundo y último mandato, el presidente Eisenhower pronuncia un discurso de adiós a través de la radio. Después del tradicional balance de su acción como presidente, Eisenhower sorprende a sus conciudadanos con un mensaje de alerta sobre el riesgo que la guerra fría implica para la democracia. “La conjunción de un inmenso establishment militar y de una amplia industria armamentista es nueva en la historia americana”, señala Eisenhower. “Su influencia total –económica, política e incluso espiritual– se percibe en cada ciudad, en cada Estado, en cada administración federal. Nosotros reconocemos la imperativa necesidad de ese desarrollo. Pero no podemos dejar de comprender sus graves implicaciones. Nuestro trabajo, nuestros recursos, nuestras vidas están ligadas a él. O sea, la estructura misma de nuestra sociedad. En los consejos de gobierno, tenemos que tener cuidado con la adquisición de una influencia ilegítima, que el complejo militaro-industrial pudiera o no tratar de obtener. El peligro de desarrollo desastroso de un poder usurpado existe y va a persistir. No debemos permitir nunca que el peso de esa conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos. No debemos dar nada por sentado. Únicamente una vigilancia y una conciencia ciudadanas pueden garantizar el equilibrio entre la influencia de la gigantesca maquinaria industrial y militar de defensa y nuestros métodos y nuestros objetivos pacíficos, de forma tal que la seguridad y la libertad puedan incrementarse a la par”.

Dwight D. Eisenhower deja la Oficina Oval en manos de John Fitzgerald Kennedy. El joven presidente no tiene la experiencia necesaria para lidiar con la CIA. Desde el momento mismo de su llegada a la Casa Blanca se ve obligado a enfrentar el fracaso de Bahía de Cochinos. Mientras tanto la agencia emprende ya una nueva operación a sus espaldas.

El general Maurice Challe, que acababa de ser ascendido al cargo de jefe de estado mayor de las fuerzas de la OTAN para la zona Centro Europa, obtiene un retiro anticipado a viaja a Argel. Varias reuniones del stay-behind tienen lugar en París, en la oficina del coronel Lacheroy en la Escuela Militar, mientras que el coronel Godard moviliza a un grupo de hombres del 11º Regimiento Paracaidista de Choque.

El golpe del 21 de abril de 1961

El 21 de abril de 1961, los generales Maurice Challe, André Zeller y Edmond Jouhaud tratan de dar un golpe militar. El general Raoul Salan no tarda en unirse a ellos, traído directamente desde España por el cuñado del Caudillo Francisco Franco. Los golpistas promulgan una orden militar en la que instauran el estado de sitio y estipulan: “Los individuos que hayan participado directamente en el intento de abandono de Argelia y del Sahara serán arrestados y enviados ante un tribunal militar que será creado al más corto plazo para juzgar los crímenes contra la seguridad del Estado”.

Radio-Alger se convierte en Radio-France y adopta como tema musical de identificación el canto de las SS Wir Marchieren gegen England. A través de sus micrófonos, el general Challe declara: “Oficiales, suboficiales, gendarmes, marinos, soldados y aviadores, estoy en Argel con los generales Zeller y Jouhaud y en contacto con el general Salan para cumplir con nuestro juramento: conservar Argelia. Un gobierno de abandono se prepara para dejar el departamento de Argelia en manos de la rebelión. ¿Quieren ustedes que Mers-el-Kebir y Argel se conviertan mañana en bases soviéticas? Yo conozco el coraje, el orgullo, la disciplina de ustedes. El ejército no fallará en su misión y las órdenes que yo les impartiré no tendrán otro objetivo”.

En París, el gobierno se pregunta si Estados Unidos lo ha abandonado. Y decreta entonces el estado de urgencia. El primer ministro Michel Debré se dirige a la ciudadanía a través de la RTF: “Informaciones coincidentes permiten pensar que a muy corto plazo una acción sorpresiva pudiera tener lugar en la metrópoli, específicamente en la región parisina. Varios aviones están listos para lanzar o desembarcar grupos de paracaidistas en diferentes aeródromos con vistas a preparar una toma del poder (…) Los vuelos y aterrizajes en todos los aeropuertos de la región parisina están prohibidos a partir de la medianoche. En cuanto suenen las sirenas, diríjanse a ellos [a los aeropuertos], a pie o en automóvil, para convencer a los soldados engañados de su tremendo error. Es preciso que el sentido común venga del alma popular y que cada cual se sienta parte de la nación”.

Ante el peligro, el Partido Comunista expresa su apoyo al gobierno gaullista para luchar contra los fascistas y llama a la huelga general. Doce millones de franceses abandonan sus puestos de trabajo y grupo de voluntarios comienzan a organizarse.

El general-presidente evalúa rápidamente la situación ya que el dispositivo utilizado en su contra es precisamente el mismo que lo llevó al poder hace dos años. Y no tarda en darse cuenta de que, en Argelia, los generales comandantes de Orán y Constantina le siguen siendo fieles y de que el ejército no se ha movido en la metrópoli. Envía entonces a uno de sus parientes lejanos, el coronel Georges de Boissieu, a negociar con la junta. Protege los edificios oficiales con los blindados de la gendarmería pero, como medido prudencial, ordena el acuartelamiento de los blindados de las fuerzas terrestres. Y se presenta nuevamente en la televisión de completo uniforme: “Ordeno que se utilicen todos los medios –he dicho todos los medios– para cerrar el paso a estos hombres en todas partes, con la intención de reducirlos (…). Ante la desgracia que pende sobre la patria y la amenaza que pende sobre la República (…) he decidido suspender el articulo 16 [5] de nuestra constitución. A partir de hoy, yo tomaré, directamente de ser necesario, las medidas que estime convenientes en estas circunstancias”. Finalmente, De Gaulle firma una instrucción destinada a todas las instancias de las fuerzas armadas: “En caso de que algún elemento amotinado trate de violentar algún nivel del mando o alguna fuerza bajo sus órdenes, deberá ser rechazado por todos los medios, incluyendo el fuego. Cada vez que se presente la necesidad de someter a un elemento amotinado, será necesario hacerlo, utilizando las armas de ser necesario. Si estas disposiciones no bastaran para provocar el derrumbe de la insurrección, posteriores instrucciones indicarán las operaciones que habrá que emprender para reducirla”.

Bruscamente liberados, los reclutas del servicio militar y algunos oficiales leales vuelven sus armas contra los golpistas. El golpe ha fracasado. Los jefes golpistas se unen a la Organización del Ejército Secreto (OAS, siglas en francés) en la clandestinidad. Las principales unidades implicadas en el golpe son disueltas. Así sucede con el 1er REP de la Legión Extranjera que se componía, en cerca de un 45%, de ex fascistas húngaros y, en un 45%, de ex miembros de las SS. También es disuelto el Frente Nacional de los Combatientes de Jean-Marie Le Pen. Se prohíbe el semanario L’Esprit public de Hubert Bassot y Jean Mabire. Son destituidos los 6 principales generales y los 4 principales coroneles implicados en el golpe. Por su parte, De Gaulle tiene que poner fin lo más rápidamente posible a la presencia militar [de Francia] en Argelia y apresurar la independencia que su llegada al poder supuestamente debía prevenir.

El presidente Kennedy envía un mensaje de simpatía a su homólogo francés. La embajada estadounidense desmiente toda implicación de la CIA en el fracasado golpe. Pero el ministerio francés de Relaciones Exteriores, conciente de la realidad, alimenta la prensa con revelaciones sobre el apoyo de la agencia a los golpistas.

Al término de la tormenta, Charles de Gaulle incita a Edmond Michelet a dejar el ministerio de Justicia e implicarse en el Opus Dei, ya que estrechar los lazos es la mejor manera de prevenir nuevos problemas. Michelet logra obtener la presidencia del Centro Europeo de Documentación Internacional (CEDI), el tanque pensante del Opus Dei en Madrid.

La Organización del Ejército secreto

El programa de la OAS estipula: “En el estado en que se encuentra Francia, se necesita una verdadera operación quirúrgica que extirpe definitivamente las causas de su decadencia. Sólo los nacionalistas franceses pueden llevar a cabo esa operación. Ya no hay más que dos soluciones: el nacionalismo o el comunismo. Es por eso que los nacionalistas franceses han instaurado este programa inicial a partir del cual será posible la aplicación de un programa de reconstrucción nacional”. El programa “inicial” incluye la disolución de los partidos políticos, la supresión de las asambleas parlamentarias, la expulsión de los norafricanos que han emigrado a la metrópoli, la implantación del control francés sobre los medios de prensa, etc.

El emblema de la OAS es la cruz céltica. Su organigrama reproduce el del FLN. La organización de masas (OM), o sea la movilización forzosa de los franceses residentes en Argelia o allí nacidos, estará en manos del coronel Jean Gardes, miembro de la Ciudad Católica y ex responsable del 5º Buró. Jean-Jacques Susini se encarga de la acción política y la propaganda (APP) y, para terminar, Jean-Claude Perez se ocupa de las cuestiones organizativas, la inteligencia y las operaciones (ORO, siglas en francés). De esta tercera rama dependen los comandos del teniente Roger Degueldre, alias “Delta”, que desatan una ola de atentados. Esa misma rama garantiza además el financiamiento de la organización mediante la realización de asaltos a mano armada. Todo este conjunto se encuentra bajo la dirección del general Raoul Salan, alias “Soleil” [“Sol”, en francés. NdT.] (por analogía con el emblema de la organización).

La OAS se extiende por la metrópoli con una rama militar, creada por el capitán Pierre Sergent, y una rama dedicada a la propaganda alrededor de la casa de ediciones La Table Ronde, de Roland Laudenbach. Alrededor de estos personajes se mueven el inevitable doctor Martin, el stay-behind Jean Dides y, por supuesto, los hermanos Sidos.

Finalmente, la OAS reconoce una dirección exterior, ubicada en Madrid bajo la autoridad del coronel Antoine Argoud, de Charles Lacheroy (ex miembro del 5º Buró y de Ciudad Católica), a quienes se unen los líderes del “día de las barricadas”, el diputado Pierre Lagaillarde (Ciudad Católica) y Joseph Ortiz.

Varios servicios estadounidenses, que siguen actuando a espaldas del presidente Kennedy, aportan su ayuda a la OAS utilizando como pantalla un misterioso American Comité for France y activando contactos privilegiados con el general Challe. En todo caso, la agencia no se arriesga en lo más mínimo ya que se mantiene en contacto con las tres partes, apoyando también a los nacionalistas argelinos y al gobierno francés. Incluso eleva ese triple juego al rango de estrategia para debilitar a todas las partes y conservar para sí misma el total control de los hechos.

En la metrópoli, la OAS cambia rápidamente de objetivos, abandonando parcialmente sus atentados contra el poder para concentrarse en la acción contra los comunistas. El 8 de febrero de 1962, varias organizaciones de izquierda convocan a una manifestación en París contra los terroristas de la OAS. La policía ataca a los manifestantes comunistas en la estación del metro de Charonne. La agresión deja 8 muertos. Nadie entiende la actitud de los gaullistas: tratan a la OAS como una simple oposición política interna y movilizan medios militares únicamente contra el FLN. Una inmensa multitud –500 000 personas según un bando, un millón según el otro– participa en los funerales de las víctimas.

El 18 de marzo, Francia firma un cese del fuego con el FLN en Evian. El ejército francés recibe órdenes de cooperar con el FLN para garantizar que el paso a la independencia se desarrolle en forma pacífica. La OAS reacciona tratando de tomar el control de los barrios europeos de Bad-el-Oued. Pero esta última insurrección es barrida por el ejército, leal al gobierno francés, que ahora considera al FLN como un aliado mientras que la OAS es el único enemigo. Los principales dirigentes de la OAS son arrestados o se dan a la fuga. Su causa ha sido derrotada. El 8 de abril los franceses aprueban los acuerdos de Evian a través de un referéndum, con un 90% de los votos válidos. La independencia de Argelia es proclamada el 3 de julio.

Al obligar a Jacques Soustelle y Georges Bidault a optar por el exilio, Charles de Gaulle se deshace de sus principales rivales políticos. En Roma, éstos últimos tratan de constituir un Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), denominación cuyo objetivo es recordar que, en 1944, De Gaulle no salvó a Francia él solo y que ellos habían desempeñado un papel tan importante como el suyo. Fracasan los últimos atentados contra el general-presidente. Los últimos activistas que aún quedan en libertad se esconden por toda Europa. Francia presenta pedidos oficiales de gextradición. Pero, en secreto, Charles de Gaulle envía un comisario principal de Renseignements Generaux [La policía política francesa. NdT.], Michel Baroin, a proponerles individualmente el regreso al ejército o a los servicios franceses. Ya concretada la independencia de Argelia, los fugitivos sólo tienen dos motivaciones: la preservación de lo que queda del Imperio y la lucha contra el comunismo. Por lo menos 250 de esos elementos se acogen a la “Operación Reconciliación”.

Los plenos poderes presidenciales

El “fin del régimen de los partidos” y el “restablecimiento de la autoridad del Estado” son consignas esenciales de la propaganda gaullista. Su objetivo es lograr que la ciudadanía acepte el fin del régimen republicano haciéndole creer que lo está garantizando. Al aceptar la presidencia del Consejo (el 1º de junio de 1958), Charles de Gaulle había exigido que se le otorgaran plenos poderes hasta la promulgación de una nueva Constitución. Al promulgarse la nueva Constitución (el 4 de octubre de 1958), los plenos poderes se prorrogaron automáticamente durante 4 meses más para garantizar la continuidad del Estado.

Para poder hacer frente al golpe de los generales (el 21 de abril de 1961), el general-presidente se arroga plenos poderes, en virtud del “artículo 16”, por un periodo de 6 meses (decreto del 23 de abril de 1961), poderes que posteriormente se prorrogan por 6 meses más (decreto del 29 de septiembre de 1961). Poco antes del fin de ese segundo periodo, De Gaulle logra la aprobación de su nueva política sobre Argelia y obtiene mediante un referéndum una nueva prolongación de los plenos poderes (el 8 de abril de 1962).

Después del reconocimiento de la independencia de Argelia (el 3 de julio de 1962), el propio De Gaulle pone fin a su dictadura y restablece el normal funcionamiento de las instituciones, a lo cual se había comprometido anteriormente. Pero lo hace para modificar inmediatamente la Constitución, reforzando la función presidencial. Mediante el referéndum del 28 de octubre de 1962, De Gaulle perfecciona su obra constitucional. Modifica el modo de elección del presidente de la seudorepública al instaurar el sufragio universal directo. A partir de ese momento, el desequilibrio institucional llega al máximo: el presidente de la República es el jefe supremo del ejecutivo, dispone de la mayor legitimidad. Ese mismo presidente nombra el gobierno, que confisca el poder legislativo ya que puede propiciar leyes, imponer su propia agenda a las Asambleas e impedir el debate parlamentario (Artículo 49-3). En caso de rebelión de la Asamblea, el presidente puede ordenar su disolución. Los diputados, que ya no pueden hacer otra cosa que marchar al paso de la voz de mando, comienzan a calificarse a sí mismos de alabarderos del régimen. El presidente acapara también el poder judicial ya que preside el Consejo Superior de la Magistratura.

En cuatro años, Charles de Gaulle ha gozado de plenos poderes a lo largo de 22 meses. Y finalmente ha logrado que una opinión pública anestesiada apruebe un régimen antirrepublicano enteramente organizado alrededor de un poder personal y en el que todos los contrapoderes han sido neutralizados.

La consecuencia de este sistema es que la vida política se gira esencialmente alrededor de la fidelidad o de la hostilidad a la persona del presidente, lo cual permite que De Gaulle incorpore a su gabinete una serie de personalidades provenientes de las filas de los colaboradores de la ocupación nazi que él mismo había combatido, pero que se unieron tardíamente a la Resistencia. Maurice Couve de Murville, quien fue durante dos años el principal responsable de la Colaboración Económica del Estado Francés con el Reich nazi, se convierte así en ministro de Relaciones Exteriores bajo la presidencia de De Gaulle.

De esa misma manera, el Opus Dei se instala en el ministerio de Finanzas del general-presidente. Antoine Pinay, ex miembro del Consejo Nacional del Estado Francés del mariscal Petain, es miembro del Opus Dei. Wilfrid Baumgartner, ex miembro del Consejo del Banco de Francia en la época de Petain, también coopera con el Opus Dei. Demasiado marcado por la condecoración que le había concedido Petain, el banquero que se ocupa de los fondos del Opus Dei en Francia, Edmond Giscard d’Estaing renuncia a ser el sucesor de los dos personajes anteriormente mencionados a la cabeza del ministerio de Finanzas y deja ese puesto a su hijo Valery [Futuro presidente de Francia. NdT.].

(In)Dependencia nacional

Charles de Gaulle se esforzó enormemente por cultivar su imagen de salvador de la independencia nacional, sobre todo porque su regreso al poder se lo debía a la ayuda de los Estados Unidos.

Al alcanzar el poder en 1958, De Gaulle instaura un gabinete negro bajo control estadounidense. A su llegada al palacio del Elíseo lleva como asistente a Jacques Foccart, cofundador de las redes stay-behind en Francia, y su primer ministro, Michel Debré, tiene como asistente a Constantin Melnik, un protegido del cardenal Tisserand entrenado en Estados Unidos por la Rand Corporation [6].

Charles De Gaulle nunca se opone a los acuerdos del Plan Marshall, que estipulan que los estadounidenses deben tener acceso a las materias primas del Imperio francés. Es precisamente con sociedades de capitales mixtos franco-estadounidenses que De Gaulle explotará el “espacio reservado”, expulsando a las empresas de los demás Estados occidentales. Y hace del petróleo y del átomo el eje de su política exterior.

Pone en manos de Jean-Marcel Jeanneney, ministro de Industria, la misión de agrupar y fusionar las empresas y agencias públicas del sector petrolero. Para realizar esa ardua tarea, Jeanneney pone a la cabeza de su gabinete a un hábil técnico de la economía, Raymond Barre. Gracias a los esfuerzos de ambos, ese sector se reestructura en 1962 alrededor de una poderosa empresa, Elf. Para dirigir esa empresa, Pierre Guillaumat, fundador histórico de la Dirección General de Servicios Especiales y viejo amigo de la familia de De Gaulle, abandona su cargo de ministro de Defensa. Elf se convierte simultáneamente en la reserva financiera y brazo armado del “espacio reservado”. Los que estorban son eliminados, como Enrico Mattei, director de la empresa italiana rival Ente Nazionale Idrocarburi (ENI), víctima de un falso accidente de aviación el 26 de octubre de 1962. Sin embargo, observando el mayor respeto por sus protectores atlantistas, Elf renuncia a dotarse de suficientes servicios de investigación y de autoequipamiento. Para explotar el petróleo, esta empresa francesa se alía a varias empresas estadounidenses de investigación y de fabricación de equipamiento.

En el sector del átomo, De Gaulle hereda un programa nuclear muy adelantado. A partir de 1954 [7], el gobierno estadounidense transfiere, de forma secreta e ilegal, sus secretos atómicos a Francia e Israel [8]. Pero se trata de un regalo de doble filo. En efecto, durante la guerra de Corea, Estados Unidos comprueba que es imposible utilizar la bomba atómica sin exponerse a una respuesta soviética. A partir de ese momento, la amenaza nuclear pierde el carácter disuasivo que hubiese podido en los conflictos menores, carácter disuasivo que se ve limitado entonces a las agresiones de gran envergadura capaces de poner en peligro la existencia misma de Estados Unidos. El uso de la bomba atómica en una situación que no implique riesgo para la existencia de los Estados Unidos implica que esa bomba sea lanzada por una potencia periférica aliada de Washington, que se expondría así a la respuesta soviética, en lugar de los estadounidenses. De Gaulle decide propagandizar el desarrollo del programa nuclear y presentarlo a la opinión pública como la adquisición de un arma suprema que sitúa a Francia entre las grandes potencias, al mismo nivel que Estados Unidos, la URSS y el Reino Unido. Pero De Gaulle escamotea al público el hecho que Francia no es dueña de su propia bomba y que Estados Unidos la utiliza en realidad como agente provocador y carnada. Washington le sigue la corriente a París, y de muy buena gana, sobre todo porque el Congreso ha decidido prohibir la proliferación del arma nuclear y, por lo tanto, la transferencia de ese tipo de tecnología es ilegal. Así que, para no verse obligados a proporcionar la bomba a los demás miembros de la OTAN, en 1966 Washington y París simulan la retirada de Francia de la OTAN y retrasan su regreso hasta la firma de los Tratados que prohíben la experimentación, en 1995.

El 2 de julio de 1958, Eisenhower logra que el Congreso estadounidense modifique la ley MacMahon. Se autoriza así la transferencia de tecnología nuclear a favor de los países aliados que ya hayan alcanzado avances sustanciales en ese campo. El 4 de julio, el secretario de Estado John Foster Dulles viaja a París para preparar, en conversación directa con “el” general, la continuación de la aventura nuclear de Francia y su futura salida de la OTAN. En mayo de 1959, Estados Unidos proporciona oficialmente uranio enriquecido a Francia para la realización de ensayos terrestres con un prototipo de motor nuclear para submarinos. Y el 13 de febrero de 1960 la primera explosión nuclear francesa tiene lugar en Reggane.

Una guardia pretoriana

En cuanto a la política interna, el poder personal crea un sistema de policías paralelas. Ya en 1947, Charles de Gaulle, cuya filosofía es contraria a la existencia de partidos políticos, había establecido una diferenciación entre su propia formación política, el Reagrupamiento del Pueblo Francés (RPF), y su “servicio de orden” (SO), al que había otorgado total independencia jurídica. El RPF se hallaba bajo la dirección de Jacques Soustelle (ex director de los servicios secretos gaullistas en Argel, y más tarde en Londres) y pasa posteriormente a estar bajo el control del teniente coronel Jacques Foccart. El RPF Estaba conformado por personalidades e investía candidatos con vistas a las elecciones. La dirección del “servicio de orden” estaba en manos de Dominique Ponchardier, Roger Barberot y Jean-Baptiste Biaggi. Esta estructura reclutaba militantes anticomunistas que, a su paso por la Resistencia, habían perdido los escrúpulos en cuanto a la posibilidad de transgredir la ley. Muchos miembros del “servicio de orden” ni siquiera pertenecían al RPF y preferían militar en partidos o grupúsculos de extrema derecha. El SO siguió existiendo después de la disolución del RPF, en 1952, y del retiro de De Gaulle a su residencia de Colombey-les-Deux-Eglises y participó activamente en el “complot del 13 de mayo de 1958”. En diciembre de 1959, Jacques Foccart lo reorganiza bajo el nombre de Servicio de Acción Cívica (SAC) y pone como presidente a Pierre Debizet, guardaespaldas de De Gaulle y activista del Partido Patriota Revolucionario del abogado Jean-Baptiste Biaggi (favorable a la reconciliación entre los partidarios del mariscal Petain y los gaullistas sobre la base de una línea nacionalista y anticomunista). Debizet presenta su dimisión en pocas semanas, por solidaridad con los responsables del Día de las Barricadas y con el abogado Biaggi, que acaba de ser arrestado. Pero, por consideración al “general”, Debizet es esfuerza por servir de intermediario entre los movimientos de la Argelia francesa y los gaullistas para “proteger al viejo”. El sucesor de Debizet como presidente del SAC fue Paul Comiti.

A pesar de que se han mencionado cifras muy superiores, el SAC contaba con unos 5 000 hombres repartidos por toda Francia, con excepción, claro está, de los Territorios de Ultramar, que eran parte del “espacio reservado” [9].

En la metrópoli, los hombres del SAC eran utilizados para “aporrear a los izquierdistas”, mientras que en el espacio reservado servían para dirigir las fuerzas militares o policiales locales. Parte de ellos se integró a los stay-behind de la OTAN.

En 1961, Roger Frey, convertido en ministro del Interior, instauró un dispositivo antiOAS cuyo eje eran Alexandre Sanguinetti, quien había sido miembro de La Cagoule, y el Movimiento Por la Comunidad (MPC) de Jacques Dauer y Lucien Bitterlin [10]. Con la ayuda del abogado Pierre Lemarchand, Dauer y Bitterlin reclutan algunos elementos dentro del SAC, pero el SAC nunca se implicará como organización en la lucha contra la OAS. Un centenar de individuos se dedican a realizar atentados dinamiteros contra bares y otros lugares de reunión de los partidarios de la Argelia francesa. En ese caso se encuentran los mafiosos Marcel Francisci y Dominique Ventura, que desatan contra los comandos Delta de la OAS una atroz guerra secreta, caracterizada por secuestros, torturas y asesinatos.

Mientras tanto, otros elementos pertenecientes al SAC tratan de calmar el juego convenciendo a ciertos dirigentes de la OAS para que cambien de casaca. Es de esa manera que el patrón de bar Joseph Ortiz, exilado en España, acaba siendo reclutado por el director de exportaciones de la empresa Pastis Ricard, Charles Pascua, también responsable nacional del SAC.

Si la OAS representaba una oposición interna que el gobierno francés combate mediante la utilización de fuerzas secretas, el FLN era en cambio un adversario extranjero que las fuerzas oficiales reprimían de forma implacable. El periodo de prisión preventiva pasa a ser de 15 días, sin derecho a visitas de abogados o médicos. Esa decisión equivale a autorizar y generalizar la tortura en las instalaciones de la policía. El 17 de octubre de 1961, el prefecto de policía de París, Maurice Papon, dirige contra los inmigrantes argelinos una redada que deja varios cientos de muertos. Sometida a la censura, cuando no está directamente a las órdenes del gobierno, la prensa no publica ni una palabra al respecto.

El régimen tampoco vacila en recurrir a la manipulación política. A principios del año 1959 aparece un grupo de oficiales y tecnócratas que responde al nombre de Patria y Progreso. Este grupo proclama ideas nacionalistas y sociales y atrae al bando gaullista a toda una serie de elementos que pudieran sentir la tentación de apostar por una aventura enteramente fascista. Su jefe es Philippe Roussillon y cuenta con el apoyo de Louis Pauwels y Michel Massenet. Entre los jóvenes que se acercan a Patria y Progreso se encuentran Jean-Pierre Chevenement y Alain Gomez. Patria y Progreso es en realidad una fachada del coronel Roger Barberot.

Métodos expeditivos

Los “sucesos de Argelia” sirven de justificación a la utilización del terror. El general-presidente usa y abusa de los poderes excepcionales a su disposición y de la complicidad internacional de las redes stay-behind. Somete todos los libros y periódicos a la censura. Haciendo de Francia un Estado terrorista, ordena el asesinato de los opositores políticos que han buscado refugio en otros países. Los asesinatos llevan la firma de una organización títere llamada la Mano Roja [11], detrás de la cual apenas se esconden los servicios secretos franceses. Constantin Melnik reclamará más tarde la autoría de más de un millar de asesinatos políticos. Entre estos se cuentan la eliminación del comerciante de armas alemán Georg Puchert, asesinado en Francfort el 3 de marzo de 1959; la de su colega suizo Marcel Leopold, envenenado en Ginebra el 19 de septiembre de 1959; o la explosión del barco mercante Atlas en pleno puerto de Hamburgo y la captura del carguero checo Lídice en el Mediterráneo.

Para impedir que los marxistas del FLN se aprovisionen en armas, la CIA favorece un acuerdo entre los servicios secretos franceses para el extranjero (SDECE) y el “padrino de padrinos” italo-estadounidense Lucky Luciano. Este último había comenzado a colaborar con la OSS estadounidense, durante la Segunda Guerra Mundial, haciendo posible los preparativos del desembarco aliado en Sicilia. Al final de la guerra, el jefe mafioso pasó a integrar las redes stay-behind. Así que los hombres de la Cosa Nostra indican los barcos que transportan armas a través del Mediterráneo con vistas a su captura. A cambio de este servicio, Francia se hace de la vista gorda con las operaciones de contrabando y el tráfico de estupefacientes. El contacto del SDECE con Lucky Luciano es un criminal y ex colaborador francés con los nazis, Etienne Leandri, reclutado por el stay-behind después de la Liberación de Francia [12].

La CIA también autoriza a algunos stay-behind europeos a colaborar con sus homólogos franceses. Se recurre así al más alto magistrado suizo, el fiscal general de la Confederación René Dubois, para obtener informaciones recogidas por la policía suiza y transcripciones de escuchas telefónicas. Puesto al descubierto por un policía suizo, René Dubois se suicida el 23 de marzo de 1957 para no revelar lo que sabía sobre la red secreta de la alianza atlántica.

El general De Gaulle no se conforma con la utilización de métodos expeditivos en Argelia. Recurre a ellos en todas partes cada vez que se trata de su “espacio reservado” [13] y siempre que puede utilizar el equilibrio Este-Oeste como justificación.

Para castigar a Guinea, el general-presidente corta los vínculos con ese país desde el día mismo de su independencia. Al retirarse de Guinea, los funcionarios franceses reciben órdenes de destruir todos los archivos de sus respectivos sectores de trabajo. Cuando Guinea se retira de la zona CFA y crea su propia moneda, De Gaulle trata de llevarla a la ruina. En París, el coronel Beaumont [14] imprime moneda falsa guineana, que es enviada a Senegal para ser introducida después en Guinea por el comandante Maurice Robert. Cuando Sekou Touré, en busca de ayuda externa, se vuelve hacia la URSS y Checoslovaquia, se le denuncia como la encarnación misma del peligro comunista en África. Jacques Foccart trata de eliminarlo varias veces. Los proyectos de atentados contra Sekou Touré son supervisados desde Costa de Marfil por Yves Guena, que acaba de dejar el gabinete de Michel Debré para convertirse en Alto Comisario en Abidjan [15].

En el caso de Camerún, la administración colonial [francesa] enfrenta en ese país la oposición de la Unión Popular de Camerún (UPC) cuyos miembros pertenecen mayoritariamente a la etnia bamikelé. El alto comisario Pierre Messmer pone la represión en manos de Maurice Delauney. Los principales líderes de la UPC son asesinados y sus bases de retaguardia en el Camerún británico son objeto de expediciones punitivas. Al proclamarse la independencia, el 1º de enero de 1960, Jacques Foccart instaura un gobierno títere presidido por su amigo Ahmadou Ahidjo. Ese mismo día, el joven Estado camerunés firma con Francia un acuerdo de asistencia militar. París envía 5 batallones, al mando del general Max Briand. Bajo el manto de una seudo independencia, Charles de Gaulle hace lo no se atrevió a hacer en el marco de la Comunidad. 156 aldeas de la etnia bamikelé son arrasadas e incendiadas. Decenas de miles de personas son asesinadas [16]. La prensa francesa, amordazada y ciega ante la crisis argelina, no dirá ni una palabra sobre esa terrible represión. Finalmente, el nuevo líder de la UPC, Felix Moumié [17], es ultimado en Ginebra por los asesinos del SDECE, el 2 de octubre de 1960.

En 1960, Francia desentierra un acuerdo de 1883 y reclama el Congo-Kinshasa (Zaire) cuando los belgas se retiran de ese país. Al no poder anexarlo, Francia apoya la rebelión de Moise Tschombé en la región minera de Katanga, en detrimento de la autoridad de la ONU. Se producen envíos de armas, a través de la firma Barracuda, de Dominique Ponchardier. El coronel Roger Trinquier y el comandante Roger Faulques dirigen las tropas rebeldes en la zona en conflicto. Irving Brown viaja al Congo para coordinar las operaciones franco-estadounidenses. A través de sus redes francesas y belgas, la CIA pone en manos del stay-behind Otto Skorzeny la planificación del asesinato del primer ministro del gobierno legalmente constituido del Congo, Patrice Lumumba, y favorece el fortalecimiento del coronel Joseph Mobutu. Acentuando cada vez más el apoyo a Moise Tschombé, Jacques Foccart envía mercenarios encabezados por el francés Bob Denard, un matón implicado en un intento de asesinato contra Pierre Mendes-France [18], y el belga Christian Tavernier. En el sector de la propaganda, Foccart establece una Radio-Katanga, bajo la conducción de François Duprat.

En el Congo-Brazzaville, Charles de Gualle apoya contra viento y marea al abate Fulbert Youlou. Este ultimo tiene como consejero a Jean Mauricheau-Baupré, el ex redactor jefe del Courrier de la Colère.
Para el manejo del “espacio reservado”, el general-presidente pone en manos de Jacques Foccart todos los medios a su alcance. Este consejero de la sombra dispone de una oficina contigua a la del presidente de la seudorepública, en el palacio del Elíseo. Dispone además de una especie de ministerio, situado en el palacete Noirmoutiers, de la calle Grenelle. Sin embargo, Foccart se identifica únicamente como secretario general de la Comunidad, no como ministro, evitando así tener que rendir cuenta de sus actividades ante los parlamentarios.
Foccart trae de regreso a París a Maurice Robert, que ocupaba hasta entonces un puesto en Senegal, y pone en sus manos el manejo de los dirigentes africanos que viajan a París. Para ello se crea en pleno centro de París la “base Bison”, estrechamente vinculada a los stay-behind estadounidenses.

* * *

En mayo de 1958, Charles de Gaulle se apoderó del poder aprovechándose de una conjunción de intereses: los de los imperialistas franceses que contaban con él para que Argelia siguiera siendo francesa y los de los imperialistas estadounidenses que querían evitar a cualquier precio la influencia que la URSS podía ejercer sobre una Argelia independiente. Para alcanzar ambos objetivos –que finalmente no cumplió– De Gaulle comenzó por “restablecer la autoridad del Estado”, o sea reemplazó el régimen republicano por su sistema de poder personal. Recurrió después al uso de la fuerza en la metrópoli y, sobre todo, en los territorios que habían estado bajo el control del Imperio. En todo momento supo sacar el máximo de ganancia de su propia sumisión a los servicios estadounidenses, a los que en realidad servía cuando simulaba combatirlos, haciendo así de Francia “el más fiel y el más turbulento aliado de los Estados Unidos”. Exigió de los franceses que aceptaran las restricciones de las libertades democráticas para disponer de un Estado fuerte capaz de garantizar la independencia nacional y la influencia del país en el plano internacional. Pero, ¿es posible ser independiente sin ser libre?

[1Entrevista del 5 de marzo de 1959 narrada por Alain Peyrefitte in C’était De Gaulle, tome 1, Ediciones Fallois, 1994.

[2Cf. Süddeutsche Zeitung del 18 de enero de 1958.

[3Cf. Foreign Relations of The United States, 1958-1960, Vol. VII, Government Printing Office, 1993; ya citado anteriormente en De Gaulle et les Américains, Bernard Ledwidge, Flammarion, 1984.

[4Cf. The Daily Mail del 2 de mayo de 1961.

[5En virtud del artículo 16 de la Constitución de 1958, el presidente de la República puede “tomar las medidas que exijan las circunstancias” cuando “las instituciones de la República, la independencia de la nación, la integridad de su territorio o la ejecución de sus compromisos internacionales se vean amenazados de forma grave e inmediata y se interrumpe el normal funcionamiento de los poderes públicos constitucionales”. El presidente puede, por lo tanto, arrogarse los poderes de un dictador romano cuando lo crea necesario para los intereses del país.

[6Principal fundación del lobby militaro-industrial estadounidense, la Rand Corporation es el think-tank o tanque pensante de la Dirección de Ciencia y Tecnología de la CIA.

[7En 1954, las pretensiones atómicas de Francia impiden su incorporación a la Comunidad Europea de Defensa (CED) y dan lugar a la creación de la Unión de Europa Occidental (UEO).

[8La dependencia francesa en el plano nuclear se dio a conocer a través de un artículo de David Bruce in Foreign Policy, mayo de 1989, y fue confirmada más tarde por el ex presidente Valery Giscard d’Estaing en sus memorias (Le Pouvoir et la Vie, Ediciones Compagnie douze, vol. 2, 1991). Los interesados encontrarán una exhaustiva síntesis de la política de diseminación nuclear en Affaires atomiques, Dominique Lorentz, Ediciones Arènes, 2001.

[9Cf. Patrice Chairoff, B comme Barbouzes, Ediciones Alain Moreau, 1975; Commission d’enquête sur les activités du SAC, informe n° 955, Ediciones Assemblée nationale, 1982.

[10Cf. Lucien Bitterlin, Histoire des Barbouzes, Ediciones Palais-Royal, 1972; Alexandre Tislenkoff, J’accuse Lemarchand, Ediciones Saint-Just.

[11La Mano Roja [En francés, la Main Rouge] era inicialmente una milicia de autodefensa creada en Túnez por algunos colonos, en 1954, y dio nacimiento a otro movimiento aún más radical, el Comité Antiterrorista Norafricano (CATENA). Ambas apelaciones fueron retomadas sin muchos escrúpulos por el SDECE.

[12Cf. Jacques Kermoal, L’Onorata Societa, Ediciones La Table ronde, 1971; Time del 4 de septiembre de 1972; Julien Caumer, Les Requins, un réseau au cœur des affaires, Flammarion, 1999

[13Sobre la continuidad de la política de Francia en África, cf. La Françafrique, le plus long scandale de la République, François-Xavier Verschave, Stock, 1998. Noir silence, François-Xavier Verschave, Ediciones Arènes, 2000. Dado que la obra anterior presenta la versión de una de las partes implicadas en los hechos, su contenido fue imputado por Denis Sassou-N’Guesso (presidente del Congo-Brazzaville), Idriss Deby (presidente del Chad) y Omar Bongo (presidente de Gabón) en el marco de un importante proceso judicial que finalmente perdieron. Sobre el debate que provocó Noir silence, ver Noir procès, François-Xavier Verschave y Laurent Beccaria, Ediciones Arènes, 2001.

[14Coronel Beaumont es el seudónimo de René Bertrand.

[15Cf. La Piscine, les services secrets français, 1944-1984 de Roger Faligot y Pascal Krop, Seuil, 1985.

[16Cf. Main basse sur le Cameroun, Mongo Beti, Maspero, 1972.

[17Cf. Jean-Francis Held, L’Affaire Moumié, Maspéro, 1961.

[18Según parece este atentado, tendiente a impedir la evolución institucional de Túnez en 1954, fue ordenado por Jean Mauricheau-Baupré.