Cabalgo entre dos inspiraciones revolucionarias y con apego literario histórico: Historia de los girondinos de Alfonso Lamartine y Pancho Villa, una biografía narrativa de Paco Ignacio Taibo II, a escasos meses de conmemorarse, como bien recordó días atrás el dilecto profesor chileno Pedro Godoy P., el centenario del grito de 1910 de la Revolución Mexicana. Como es de notarse aquella latinoamericana, agrarista y pergeñada en la sangre campesina de los primeros años del país del norte tiene no poco que recordar porque es allí en México donde se vive la involución más patética y traidora de los principios que inspiraron a Los de abajo, como llamara Mariano Azuela a su inmortal crónica y que hoy vive en sus confines todo lo contrario con castas políticas tramposas, sectas religiosas capaces de mantener ministerios millonarios sin control y mucha dictadura. De los principios franceses de 1789, libertad, igualdad y fraternidad, no hay ya nada. Y acaso una de esas lacras modernas, pervertida cuanto que criminal, la del narcotráfico, vía aeropuertos o coladeras como es el Jorge Chávez en Lima, sean parte de esa catastrófica involución contemporánea.

Entre esas aguas insurgentes y levantiscas que la historia nos enseñó en Francia y en México, hay material y lecciones que reivindicar. Cuando los pueblos atisban direcciones o se las crean, entonces todas las mafias colapsan o anemizan su infecto mensaje embrutecedor. Y, nuevamente, el apotegma surge potente e inexpugnable: No hay buenas ni malas masas, sólo hay buenos y malos dirigentes. En la Francia revolucionaria grupos dinámicos impusieron una violencia que enfrentó a los señores dueños de inmensas tierras, a la Iglesia Católica y peleó en calles y plazas y construyó sus propios íconos en tribunas, convenciones, asambleas. No pocos de aquellos sucumbieron en las guillotinas a que hicieron transitar a otros antes que ellos, pero de allí surgió el fenómeno inspirador grandioso que iluminó avenidas que la historia no puede dejar de recordar.

“En México, su cruenta revolución social –no socialista- desencadenaba aún los sucesivos y sorprendentes episodios de lo que también significaba para el pueblo mexicano, como para los estudiantes reformistas, “el derecho sagrado de la insurrección”, muy influido asimismo en sus orígenes por precursoras ideas libertarias: Los hermanos Jesús, Enrique y Ricardo Flores Magón, propagandistas proscritos del sindicalismo anarquista, quienes habían inspirado las campañas democrática-liberales del iniciador de la Revolución mexicana Francisco Madero, campeón victorioso y mártir de épica peripecia. De aquellos antecesores ideológicos heredaron su lema agrarista los campesinos insurrectos que acaudillados por Emiliano Zapata levantaron, con su bandera roji-negra, el lema revolucionario aún supérstite de “tierra y libertad”. p. XXIV, Haya de la Torre, Víctor Raúl, Tomo I, Obras Completas, Lima 1976

¿Y cuándo adviene la revolución en el Perú de nuestros días? Sin líderes casi, con resabios doctrinales de los años 60 y 70, carentes de renovación cultural, histórica o intelectual, los adalides de los grupos políticos son incapaces de sostener una charla sobre cualquier materia importante y en cuyos rieles caminan las grandes decisiones que engrandecen o arruinan a los pueblos. ¿Hay respuestas al narcotráfico que ahora se trabaja vía empresas cuyos jefes de seguridad, como el caso reciente de Lan Chile y Lima Airport Partners, están involucrados en el sucio comercio según manifiesta la investigación penal que se lleva a cabo con el silencio estándar de toda la prensa? Sólo el estar relacionado con el vil comercio de estupefacientes debió dar lugar a un comunicado a la opinión pública. Ciertamente, cuando no hay opinión pública, sino manojo de intereses timoneados por grupúsculos allegados a las grandes transnacionales, ocurre lo que todos ven: nada pasa porque hay muertos que están vivos y que no han sido aún notificados de su deceso y por el cual callan, miran, dejan pasar y dejan hacer.

Leer los parajes de cómo los girondinos en su momento o los jacobinos en el suyo, contribuyeron al fuego sagrado e insurreccional de una Francia que dio luces a la humanidad, constituye un aliciente y un desafío. Conocer de cerca a hombres similares a nosotros, con un pasado imperial como el de México y constatando que los pueblos se parecen mucho, nos aproxima a Pancho Villa, Emiliano Zapata, a esos recios peleadores que creyeron en el valor de la insurrección y en la hermosura del sacrificio.

¿Podrán todos las querellas, alegatos, pretextos, amilanarnos sabiendo en dónde están los valores y en qué lugar la hez y la basura? ¡De ninguna manera! Un buen amigo me dijo que a un tercer juicio, sigue un cuarto o un quinto, no obstante no hay que desmayar y en esa línea debemos permanecer.

Entre esas aguas insurgentes hallaremos no pocas inspiraciones que serán el triunfo de nuestros ideales.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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