Óscar Bravo Fong / Prensa Latina

Luanda, Angola. El impacto del cambio climático en África, como consecuencia del llamado efecto invernadero, es tan fuerte que en una parte de los países del continente cada año las inundaciones arrasan las cosechas, en tanto que en otras, se ven destruidos los cultivos por persistentes sequías.

Hace pocos días, torrenciales aguaceros dañaron infraestructuras y 6 mil viviendas en Guinea, en tanto en Níger inutilizaron 3 mil 500 hogares y cientos de hectáreas de cultivos, según la Oficina Humanitaria de Naciones Unidas.

Sin embargo, como contraste de lo sucedido en el Oeste de África –incluidas afectaciones en Ghana y Burkina Faso–, en el Este, naciones como Kenya sufren la peor sequía de la última década, afirmó el representante del Programa Mundial de Alimentos, Marcos Pior.

La deforestación acelerada en Kenya, producto de la explotación indiscriminada de áreas boscosas e incendios forestales, provocó alteraciones en el clima, consideran expertos en medio ambiente.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 15 países africanos clasifican entre los 20 en el mundo en donde es mayor el potencial de desastres vinculados con el aumento de la temperatura global.

En el continente africano, las temperaturas ascendieron 0.5 grados centígrados en los últimos 100 años, tendencia térmica que seguirá agudizándose aún más, evaluaron científicos.

También preocupa saber que, de acuerdo con estimaciones, en los próximos años el 30 por ciento de la infraestructura costera de la región podría verse inundada debido al aumento del nivel del mar.

Para que se tenga una idea de cómo el cambio climático afecta ese entorno, vale señalar que hace unas semanas en zonas limítrofes de Rwanda y Uganda se desató un incendio, extendido al llamado Parque de los Volcanes, que puso en fuga a gorilas y otros animales.

De acuerdo con autoridades protectoras de la naturaleza, las maniobras para extinguir el fuego se dificultaron en la importante zona ecológica del Este africano como consecuencia de la falta de agua, fenómeno provocado por las escasas lluvias.

Hasta el momento, se dañaron reservas como la del complejo forestal de Malo, que representa la principal fuente abastecedora de agua a una docena de ríos, alimentadores a su vez de los lagos del Valle de Rift, Victoria y el río Nilo.

Para paliar los efectos del calentamiento global, no son pocos los que abogan, entre otras alternativas, por preservar las selvas africanas, como las que se extienden por la cuenca del río Congo, las cuales cubren 200 millones de hectáreas de terreno.

Esos “pulmones verdes” desempeñan un rol fundamental en la lucha contra los cambios climáticos, ya que contribuyen a estabilizar el suelo en caso de inundaciones y a su vez retienen el agua como “auténticas esponjas”.

Para el presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, hoy está en juego la supervivencia humana, en un contexto en que los desajustes climáticos por el efecto invernadero constituyen el más grande desafío de la primera mitad del siglo XXI.

En su opinión, África es el continente más afectado y vulnerable al cambio climático y, paradójicamente, no ha contribuido a ese problema, porque apenas es responsable del 3.5 por ciento de las emisiones mundiales de gases.

Los intereses y la insuficiente conciencia sobre la urgencia de actuar, afirmó, hacen que prevalezca el egoísmo de un grupo de países en detrimento de una verdadera solidaridad a escala mundial, en beneficio del planeta y de las generaciones futuras.

En consonancia con esa idea, en un reciente foro ambientalista en Corea del Sur, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, advirtió que si los países industrializados no actúan, el cambio climático intensificará las sequías, inundaciones y causará grandes desastres naturales.

Las afectaciones ambientales provocarían la escasez de agua para cientos de millones de personas y malnutrición de poblaciones enteras en los países del llamado Tercer Mundo, afirmó.

El representante de la ONU también consideró que los Estados industrializados deberían comprometerse a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 25 y un 40 por ciento por debajo de los niveles de 1990.

Precisamente, ante el negativo impacto del cambio climático sobre África, los países del continente exigirán a esas naciones contaminantes una indemnización cada año de 67 mil millones de dólares, según se anunció.

Sin embargo, analistas consideran que por encima de contribuciones millonarias –lo cual es justo– se impone un cambio del modelo de desarrollo económico de las naciones más poderosas.

Tal realidad resultó enfocada por la Unión Africana en la primera Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno Sobre Alteraciones Climáticas, desarrollada recientemente en la capital etíope, Addis Abeba.

El foro también demandó a los llamados países del primer mundo (sobre los que pesa la responsabilidad histórica del recalentamiento global, entre ellos Estados Unidos) que reduzcan de inmediato en 40 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero.

La petición es congruente con la preocupante situación de África, región afectada en mayor medida por persistentes sequías y plagas, entre otros fenómenos, junto a temibles enfermedades como la malaria y el cólera.

Fuente
Prensa Latina (Cuba)