En sus Lecciones de pedagogía, Immanuel Kant –el pensador que es la línea divisoria entre el antes y después para la reflexión filosófica, publicadas en 1803– sostiene que comprender la información-formación del individuo (mujer/hombre a partir de su formalización escolar) parte de postularlo como un fin y nunca como un medio, lo que caracteriza a la democracia republicana.

Y postula Kant, lo cual llevó a sus últimas consecuencias Pablo Natorp (integrante de la Escuela de Marburgo, que dirigió Hermann Cohen), que el fundamento de toda información-formación es con arreglo a la divisa pedagógica: educar es enseñar a crear, y no a repetir… a crear los problemas de las ciencias sociales de fundamento jurídico y las ciencias naturales de fundamento matemático, que en su momento se plantearon los grandes pensadores.

Con este sumarísimo punto de partida se debe uno preguntar sobre la formación política de los ciudadanos en la primera década del siglo XXI, y precisar lo que ha de entenderse como política, en cuanto el conjunto de las teorías políticas de signo democrático y autocrático.

La política como práctica cotidiana de los ciudadanos en nuestro más o menos democrático régimen (con resabios autoritarios) en estos últimos 10 años tiene como contexto que los órganos de gobierno y administración, de legislación y judiciales del Estado mexicano han padecido una doble y fracasada alternancia política, permaneciendo a duras penas en el umbral de una desdibujada transición a consecuencia de que la información-formación ciudadana (con serias dudas de legitimidad en 2000 y segura ilegitimidad en 2006) tuvo participación política-electoral.

Entremos al asunto. El punto de partida y la piedra de toque para preguntarnos sobre la formación política de los ciudadanos, de nosotros los mexicanos, es saber, a ojo de buen cubero, y por medio de encuestas, si los ciudadanos conocen, al menos por los forros, un librito con un texto integrado por 136 breves párrafos llamados artículos: Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

La formación de los ciudadanos, políticamente hablando, es con la información del texto constitucional, con repaso constante (que es constantemente reformada y contrarreformada, para ponerla al día conforme a la necesidades del tiempo o de las necesidades perversas del grupo en el poder) y estudio de esa Constitución Política, vigente desde 1917 (con más de 500 modificaciones. Consultar para esto los tres tomos, editados por editorial Porrúa, de Manuel Bartlett, Las reformas a la Constitución de 1917). Esta Constitución es el resultado de la reforma a la Constitución de 1857, lo cual olvidan constantemente y debe tenerse en cuenta.

Así que sin la información constitucional, la formación ciudadana carece de su principal soporte y arma. Y los ciudadanos mexicanos se convierten, para decirlo con el gran florentino Nicolás Maquiavelo (tachado de favorecer las autocracias, por la lectura sesgada de su obra El príncipe, cuando con Cicerón fue uno de los más fervientes doctrinarios del republicanismo, siempre y cuando se estudie Las décadas de Tito Livio y el resto de su producción política), en profetas desarmados.

Sin la lectura y estudio de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los ciudadanos quedan sin brújula, sin un medio para los fines de su participación constante directa o indirecta en la vida pública, para no sólo hacerlo, si lo hacen, en los procesos electorales.

Para la formación política de los ciudadanos, una vez aceptado que la mayoría sabe leer y escribir (en nuestro país tenemos más de 10 millones que apenas si saben balbucear palabras), existen los medios de comunicación escritos, orales y audiovisuales (y las minorías que tienen acceso a las computadoras) e internet.

La formación ciudadana, individual y colectiva exige información de todas las tendencias e incluso las informaciones manipuladas, para que cada ciudadano, con su formación constitucional (y si además cuenta con instrucción primaria, no se diga secundaria y preparatoriana o de bachillerato… qué decir si cuenta con la información universitaria) y la formación cultural del proceso educativo, sea capaz de juzgar, criticar e incluso elogiar las actuaciones y resultados para la eficacia política de los protagonistas de la vida pública.

Si formación política es información política es, asimismo, información jurídica, no del derecho natural, sino del derecho positivo a partir de la Constitución Política y sus leyes reglamentarias que, para el caso, son las leyes electorales: la ley orgánica del Instituto Federal Electoral, del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y todo el cuerpo legal que norma los actos políticos de los ciudadanos.

Hay que conocer la ley orgánica del Congreso de la Unión, de los 32 congresos de las entidades de la federación y las constituciones de los estados. La tarea no es fácil y sí cuantiosa. Y es que no hay formación política sin información. Lo que nos lleva a decir que los mexicanos necesitamos, al menos, informarnos sobre la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para iniciar la educación mínima del conocimiento político que nos permita participar con conocimiento de causa.

Y es indispensable tener una introducción a las teorías políticas de los pensadores que integran la ciencia política. Ellas nos dan información para la formación política: desde Tucídides, los sofistas (con Protágoras a la cabeza), Platón, Aristóteles, etcétera, para continuar con los pensadores romanos, Cicerón, Séneca, y una historia de Roma desde su república y republicanismo, hasta la época de los césares o emperadores.

Conocer, informarse del pensamiento medieval y llegar a la época moderna: Hobbes, Maquiavelo, etcétera, hasta Tocquevielle, Karl R Popper. Para esto, es necesario allegarse la información de la historia política, de los hechos políticos y de las teorías políticas. Esto para la formación política de los ciudadanos, si es que han de obtener el grado de ciudadano.

CONTRALÍNEA 164 / 10 DE ENERO DE 2010