Paredes, quien hace décadas militó en el Frente Universitario Anticomunista –violenta organización poblana de extrema derecha–, ingresó al Yunque en 1968, con el seudónimo de Enrique Cid, y en la década siguiente se contó entre los fundadores del grupo Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC).

Tiene un profundo conocimiento de la historia, estructuras y métodos del Yunque, del cual revela algunos aspectos en su libro. Desafortunadamente, muchas de sus 346 páginas están dedicadas a la propia apología del autor, quien se afana en justificar su cuestionada gestión en Puebla, de 2002 a 2005.

Política y geopolítica del Yunque

Escrito con un enfoque calderonista, Paredes hace suya la consigna de que el Yunque está peleado con Calderón, por lo cual omite comentar datos, como la llegada a la presidencia del Partido Acción Nacional (PAN) del yunquista y calderonista César Nava Vázquez, hijo del también yunquista César Nava Miranda. César Nava ni siquiera figura en el índice onomástico del libro, que sí abunda en críticas a otros yunquistas como Manuel Espino o Guillermo Velasco Arzac.

Con todo, el libro de Paredes es un testimonio muy valioso sobre algunas de las facetas menos conocidas del Yunque. Por ejemplo, hace notar que en esa organización, bajo el membrete del DHIAC, coincidieron desde hace décadas personajes como Jaime Aviña Zepeda (fundador de Provida), Luis Felipe Bravo Mena (expresidente del PAN), Emilio González Márquez (gobernador de Jalisco), José Luis Luege Tamargo (titular de la Comisión Nacional de Agua) y el empresario Elías Villegas Torres.

Revela que a lo largo de su historia, el Yunque ha desarrollado proyectos como el denominado “Godofredo”, consistente en la penetración en las fuerzas armadas; el “Tepeyac”, referente a las relaciones con el Episcopado y con la curia romana; el “Ortega y Gasset”, dedicado al sector periodístico, y el “San Felipe”, enfocado a la “expansión de la organización en el lejano oriente a partir de su fundación en Filipinas” (p. 71).

Identifica a Bernardo Ardavín Migoni como el jefe actual del Yunque, no sólo en México, sino en otros 14 países: Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, España, Francia y Filipinas.

Afirma que en décadas anteriores, los yunquistas “trajimos a Puebla lo mismo a los muyahidín, que luchaban contra la invasión soviética en Afganistán, que a representantes de Solidaridad (el sindicato polaco) o a líderes que encabezaron la resistencia pacífica en Filipinas…” (p. 119).

Destaca que instituciones como la Universidad Popular del Estado de Puebla han estado manejadas por el Yunque, que tiene como uno de sus espacios de difusión la página web “Yo influyo” (p. 218), cuya homóloga española, cabe añadir, es la página “HazteOir”.

Hoy, Paredes afirma que el Yunque es “un peligro para México” (p. 255). Hace notar el pragmatismo y la falta de escrúpulos cada vez mayor por parte de esa organización, que suele recurrir a mecanismos de presión económica o judicial para controlar a sus miembros y neutralizar a sus adversarios, y que pretende instaurar en el país un “despotismo gazmoño”.

Especialmente interesante es un apéndice del libro con datos sobre el funcionamiento, estructura y dirigentes de la organización.

Revelaciones sobre el Yunque en Guanajuato

En su libro Decepciona el PAN en Guanajuato y el Yunque e intereses creados atrás de esto, Carlos Alberto Zepeda Orozco, exyunquista y primo de Ana Teresa Aranda Orozco, brinda su propio testimonio acerca de su militancia en esa organización y en el Partido Acción Nacional.

El volumen, de 186 páginas, es una modesta edición de autor, plagada de errores ortográficos y sintácticos, pero cuyo contenido refleja la campirana autenticidad de Zepeda, residente en Coecillo, Guanajuato, quien militó en el Yunque desde 1972 con el seudónimo de Nicolás, por Nicolás Navarro, militante de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, muerto en Coecillo durante la Guerra Cristera.

Fundamentalismo campirano

En su testimonio, Zepeda Orozco brinda detalles sobre las ceremonias, cursos y reuniones del grupo, así como la lucha que en esa época llevó a cabo, usando el membrete de la Unión de Padres de Familia, contra los libros de texto gratuitos.

A pesar de sus defectos formales, el volumen, ilustrado con algunas fotografías y documentos, tiene el mérito de brindar datos exactos que facilitan las investigaciones ulteriores, como lo referentes a fechas y lugares de diferentes eventos. Asimismo, ofrece significativos pormenores acerca de personajes locales y de cómo el Yunque controla a sus militantes, incluso en el ámbito familiar.

Apunta que él asistió a cursos del Yunque impartidos en un seminario católico, y donde se preparaba a los militantes para usar la violencia física contra sus adversarios ideológicos (p. 18-19), y abunda también en la presencia que la organización tenía en algunos medios de comunicación.

Reconoce que el Yunque intervenía en la vida familiar de sus miembros, produciendo, incluso, conflictos y simulaciones, como ocurrió en su propio caso, pues “con el tiempo me enteré que el jefe de ellas (las mujeres militantes del Yunque en el poblado) era mi hermana la mayor y que ingresó mucho tiempo antes de mí, yo no sabía que ella estuviera en la organización… Con el tiempo lo vine sabiendo y… después lo confirmé” (p. 27).

Es decir, el militante del Yunque podría estar vigilado, sin que él mismo lo supiera, por sus propios parientes miembros de ese grupo, que exige una fidelidad absoluta. La esposa de Alberto Zepeda también se afilió al Yunque y, por ende, recibía órdenes de su cuñada. Con el tiempo, Alberto se separó de su esposa, quien siguió militando en la organización.

Entre los personajes que menciona como miembros destacados del Yunque en la década de 1990, se cuentan: Eliseo Martínez (presidente municipal de León, de 1992 a 1994, y con quien Alberto se relacionó desde niño en los boy scouts); el empresario Elías Villegas y su hija Leticia Villegas Nava, así como Jorge Dávila Juárez y su esposa Lupita.

Cabe recordar que en 1995, cuando fungía como secretario técnico de la Comisión de Población de la Cámara de Diputados, Dávila Juárez coincidió con grupos pro vida de México y de otros países, como Nicaragua, en una campaña para prohibir la vacuna antitetánica a la que atribuían efectos esterilizadores.

De acuerdo con Zepeda Orozco, Jorge Dávila milita en el Yunque por lo menos desde la década de 1970, cuando llegó a Guanajuato, proveniente de México. En esa época, con el apoyo de Guillermo Velasco Arzac, participó en la Unión Estatal de Padres de Familia, en la planilla que tomó posesión el 7 de abril de 1979. Asimismo, Dávila trabajaba para la Asociación de Industriales del Estado de Guanajuato, mientras que su esposa estaba al frente del Instituto Hispanoamaericano.

Sencillo y sincero, basado en sus propias vivencias, el testimonio de Carlos Alberto Zepeda muestra cómo con vínculos como ésos se fue tejiendo la telaraña político religiosa que desde 2000 se ha apoderado de México en detrimento del Estado laico y del bienestar popular.