El 27 de enero de 1922, el joven estudiante trujillano Víctor Raúl Haya de la Torre, con los trabajadores de Vitarte institucionalizó el “Día de la Planta”. Una fiesta creada por esa generación influenciada por el pensamiento de Manuel González Prada, por la creación literaria de Abraham Valdelomar y César Vallejo y, fundamentalmente, por los importantes cambios sociales y políticos suscitados -en el contexto internacional y nacional- en las primeras décadas del siglo XX.

Sobre esta histórica celebración, Luis Alberto Sánchez en su obra “Los burgueses” (1983) comenta: “Las fiestas representativas de los obreros textiles de Vitarte se denominaban la Fiesta de Árbol y consistían en plantar árboles en señal de sosiego, fertilidad y paz. A la Fiesta de Árbol de 1923, Haya se hizo acompañar por José Carlos Mariátegui, quien acababa de regresar de Italia”.

Se trataba de una conmemoración en donde universitarios como Raúl Porras Barrenechea, Manuel Seoane Corrales y otros, promovían sembrar árboles en el distrito de Vitarte -que carecía de especies botánicas y áreas verdes- y se rendía homenaje a los luchadores de la conquista de las ocho horas de trabajo (1919). Además, se recordaba las demandas de los obreros con los se identificaba esta que sería la última promoción de políticos cultos e ilustrados de nuestra patria.

Por su lado, Felipe Cossío del Pomar en su libro “Víctor Raúl” (1961) destaca este acontecimiento de la siguiente manera: “Víctor Raúl pide y obtiene ayuda del director de la Escuela de Agricultura, un belga comprensivo. La celebración de la “Fiesta de la Planta” adquiere grandes proporciones. Acompaña la plantación de cientos de árboles una fiesta deportiva, gran almuerzo popular y actos culturales en el Cinema-Teatro. Así queda establecida “La Fiesta de la Planta” que ha de repetirse cada año. Con estos actos Víctor Raúl va levantando su bandera justiciera...”

El “Día de la Planta” es uno interesante antecedente histórico para comprender las raíces del Partido Aprista Peruano, creado una década más tarde por gran parte de los jóvenes que se integraron a las luchas de comienzos del siglo XX. Pero, además esta actividad expresa el sentimiento de una juventud comprometida con los trabajadores, influenciada por la revolución mexicana (1910) y la Reforma Universitaria de Córdova (Argentina, 1918).

Es pertinente recordar las apreciaciones de Percy Murillo Garaycochea, en su publicación “Historia del APRA” (1976): “El día en que dicha fiesta se realiza, congrega cerca de 5,000 trabajadores, pues a los que en el pueblo viven, se suman los vecinos de Lima, Callao y pueblo y estancias vecinas...Después de recibir a los viajeros, la multitud se congrega en el campo de deportes del sindicato. Vienen una serie de discursos de índole diversa, pero de idéntica tendencia; luego dase comienzo a los juegos atléticos: múltiples carreras, saltos diversos, luchas variadas; hombres, mujeres y niños toman parte en el certamen. Mientras tanto, la multitud plena de entusiasmo entona himnos revolucionarios, que interrumpe para aplaudir a los vencedores. Transcurre así la mañana y conforme avanza el día llénase de más y más entusiasmo el ambiente. Llega la hora de yantar, que dispersa la compacta multitud para reunir a las gentes en grupos pequeños que se pierden en las casas. A las catorce, una banda de músicos desafina pero alegra el ambiente, las gentes se congregan en el parque “9 de Enero”. Después de uno o más discursos iniciales dase comienzo a la plantación de árboles variados....” Esta celebración marcó el comienzo de un largo camino en la coincidencia con la ecología que caracterizaría al Partido del Pueblo en su participación en la política nacional. Sus aportes -en los asuntos ambientales- inicialmente incomprendidos fueron sustanciales en su propuesta programática.

En un documentado artículo titulado “Por un Perú con árboles” (La Tribuna, 2 de abril de 1946) publicado con las siglas M.C.E. (según el líder histórico del PAP, Nicanor Mujica Álvarez Calderón, fue escrito por Haya de la Torre) se señala: “En la Asamblea Municipal Aprista se ha hecho una gran invocación en defensa del árbol. La hizo el propio jefe del partido en su discurso inaugural de aquella concentración y se ha adoptado como resolución unánime: Hay que procurar despertar en nuestro pueblo el culto al árbol”. “...En la costa, ésta es una necesidad. La deforestación de nuestro litoral es algo clamorosa, la falta de zonas verdes en nuestras ciudades las caracteriza por su aridez, soleada e inauspiciosa. Lima tiene algunas zonas verdes y avenidas, como la de Arequipa y suburbios como San Isidro y Miraflores, que nos presentan ya como un pueblo civilizado. Pero es notable el abandono del árbol en el resto del país”. Qué expresiones tan vigentes cuando el crecimiento desmedido de las principales zonas urbanas de la costa peruana no cuenta con áreas con fines ambientales, sociales y recreacionales.

Asimismo, la obra “Haya de la Torre y las universidades populares - El surgimiento de una cultura de productores” de Raúl Chanamé Orbe, dice: “….En un intermedio de las celebraciones de la fiesta de la planta se institucionalizó una ceremonia de siembra de arboles variados: fresnos, casuarinas y pinos debían ser sembrados alrededor del poblado por trabajadores distintos, que tenían que comprometerse a cuidarlos hasta su total crecimiento. Aquí está el principio pedagógico de cuidar la naturaleza para conservarnos a nosotros mismos, la armonía hombre-naturaleza. Aquí están los principios difundidos actualmente como son el naturismo y la conservación del equilibrio ecológico”.

Recordar el contenido solidario del “Día de la Planta”, demuestra la visión de esta generación y su contribución humanista. Estos peruanos entendieron que la política es el arte de vincularse con los asuntos del Estado, atender las expectativas de la población y las demandas sociales de los desvalidos. Así lo concibieron los jóvenes que se enrolaron en la política y que permanecieron en la primera línea para luchar y defender principios.

Es admirable la conducta de ese contingente de peruanos que creyeron en la justicia social y lucharon, con fervor religioso, sin aguardar nada a cambio. Sus vidas fueron aventuras quijotescas no secundadas por quienes han hecho de la política una inmoral forma de subsistencia. Su “semilla”, sembrado con amor y desprendimiento, se ha podrido por la conducta de quienes distorsionaron la senda que ellos forjaron.

Cuando analizamos a esta “generación heroica y de peruanos fuera de serie”, como la denominará el distinguido líder aprista, Carlos Roca Cáceres, sentimos admiración por un grupo cualitativo y diferente, moralmente imitable, intelectualmente de avanzada y con una incuestionable nobleza que los llevaron a formar el Partido del Pueblo. Su ejemplo nos recuerda que debemos transformar las organizaciones políticas en instancias participativas que atiendan las reivindicaciones populares, espacios para servir a la sociedad, tribunas permeables capaces de escuchar los reclamos de los pobladores e instituciones transparentes, honestas y representativas de la composición social del país.

Nuestro homenaje a los que hicieron posible este esfuerzo conjunto. Fueron artífices de esta festividad que vinculó entusiasmos, hermanó inquietudes cívicas, afirmó ideales, generó movimientos populares, despertó conciencias y contribuyó a la consolidación de una disciplina interrelacionada con los anhelos de los desvalidos: “...el derecho de habitar en ambiente saludable, ecológicamente equilibrado y adecuado para el desarrollo de la vida y la preservación del paisaje y la naturaleza”.