En otros países, España, por ejemplo, se les llama la de “1 mil euros” o de los “50”; ello porque ganan esa cantidad en un año, lo que allá es una miseria, o no obstante que cumplieron el medio siglo de edad, no se han independizado de sus padres y viven con ellos. Tragedia pura.

En otros lugares de Europa se les denomina la generación “retro futura”, ya que van en descenso en lugar de ir adelante. Y en ciertas naciones de América Latina los tildan de la “generación gris”, porque no tendrán un mañana luminoso.

El fenómeno, como se nota, es mundial. Algo que edificó el mal llamado neoliberalismo, ya que en su intento de nulificar al Estado para que los empresarios ejercieran casi todas las funciones, en lugar de ampliar las fuentes de trabajo, las canceló en buena medida y, en vez de distribuir mejor el ingreso, sigue concentrándolo en pocas manos. Aquí lo sabemos claramente, pues cada vez hay más desempleados y los millonarios se incluyen entre los más grandes del mundo (la bolsa en estos momentos de aguda crisis tiene ganancias inusitadas, por ejemplo), mientras la administración de Felipe Calderón Hinojosa va sumando descalabros en todos los rubros sociales, algo que no se detendrá no obstante los anuncios propagandísticos oficiales.

Al decir de Priscila Vera, encargada del Instituto de la Juventud, a esos 7 millones de jóvenes entre 12 y 29 años lo que les produce el no hacer nada es desesperanza y frustración, más depresión y angustia; por lo que muchos de ellos intentan suicidarse; algo que llevaron a cabo al menos 350 mil el año pasado.

Terrible que cuando tenemos el llamado bono demográfico –asunto del que nos hablaba con optimismo hace unos cuantos años el maestro Rodolfo Tuirán en su paso por el Consejo Nacional de Población– no lo podamos ejercer. Esto debido a que la presente generación es la mayoritaria con posibilidades de trabajar, ya que veníamos de una situación en donde los niños eran los más en la población anterior y próximamente tendremos un número superior de viejos entre nosotros.

Es decir, cuando pudimos haber aprovechado las capacidades del mayor número de chavos listos para estudiar y trabajar y así fortalecer nuestro presente y futuro, desperdiciamos la ocasión y proyectamos fracasados, o lo peor, jóvenes que ven en el narcotráfico y la delincuencia –ésa sí muy organizada– su opción para salir de la crisis en la que están inmersos.

Ello, insistimos, porque el Estado no ha querido jugar su papel, algo que debe reclamárseles a los tres poderes, especialmente al Ejecutivo y el Legislativo, pues lejos de dar los elementos para una sociedad pujante, la han frustrado. No hay las escuelas que se necesitan, especialmente universidades, ni los puestos de trabajo que se requieren.

De los que tienen entre 18 y 24 años, hoy seis de cada 10 no estudia, ni nueve de cada 10 encuentra empleo. El problema se hace más notable en el Estado de México, sitio donde existe el número más importante de feminicidios y una violencia grave. Pero eso sí, el señor Enrique Peña Nieto se promociona diariamente en televisión, apoya a su partido (Revolucionario Institucional, PRI) en todos los lugares de la república donde hubo y habrá comicios y, para no privarse de nada, fue con un séquito impresionante al Vaticano para anunciar su próxima boda religiosa con una exactriz nombrada la Gaviota.

Otra cifra sorprendente es que del nivel medio superior, egresan anualmente 900 mil chamacos, de ellos, sólo la mitad accede a una licenciatura; el 25 por ciento se mal emplea y el otro 25 por ciento restante no hace nada.

¿Cuánto gana un bachiller en promedio? Tres mil 900 pesos al mes. Y los que logran egresar de licenciatura, en donde hay gran deserción, tienen un salario de 6 mil 700 pesos.

Pero no se crea que resulta fácil obtener una chamba. Carlos González, de la Facultad de Estudios Superiores de Aragón, terminó la licenciatura en Comunicación hace dos años y ha obtenido trabajo de vendedor, no de lo que le interesa; está desesperado. Parecida situación es la de Misael Granillo, que estudió ventas en la Universidad Tecnológica de México.

Algunos especialistas dicen que los jovenazos que colaboran con los narcos lo hacen porque éste realiza funciones simbólicas que el Estado no cumple: ayuda a edificar templos, otorga dinero para la salud de la comunidad, promociona cuadros y da un estatus que ningún empleo formal ofrece.

Recientemente supimos que 700 mil niños dejan la primaria y la secundaria debido a la crisis que padecemos; se les conoce como “los indigentes de la educación” (El Universal, 18 de enero de 2010).

Los nini, entonces, tienen salida: la inesperada ante el importamadrismo de la clase política que se pelea por migajas en tanto el país se diluye entre las manos, como dijera un grillo hace tiempo.

Grave, muy grave situación que a los de arriba, incluyendo a los empresarios, parece no importarles.

Fuente: CONTRALÍNEA 167 / 31 DE ENERO DE 2010