¿Alguien puede creer en su sano y desapasionado juicio que don Armando Villanueva del Campo no sabía que iba a perder en 1980 frente a un competidor muy superior como Fernando Belaunde? Nadie puede otorgar un yerro de tan grandes magnitudes de modo tan concesivo y fácil como la entrevista de que fuera objeto el ex candidato presidencial del Apra en días pasados. Lo insólito es que hasta hoy no se juzga, castiga y sanciona a quienes hicieron de fautores de tanta barbarie en aquellos años, errores tras errores, derrotas tras derrotas y la jibarización del gran movimiento que creara e impulsara con fraternidad Víctor Raúl Haya de la Torre.

Tras su muerte, el 2 de agosto de 1979, Haya dejó un Partido que tenía todas las de ganar nacionalmente. Había, como siempre, apisonado el terreno Víctor Raúl en 1978 cuando con la C-1, consigna que cumplió más de un millón de afiliados, lideró al Partido hacia la victoria en la Asamblea Constituyente que le ungió como su presidente y con ello el único cargo público que ocupó en sus largos 84 años. Como lección mostró la inigualada, hasta hoy, decencia de cobrar S/ 1 (un sol) mensual. En un país en que los mercenarios se agarran a cuchillazos para tentar las curules parlamentarias previos fraudes internos por las delegaciones, eso es un paradigma para tirios y troyanos.

Pero el Apra tiró por la borda y a la basura la victoria que el porvenir debía a ese partido y encarga una responsabilidad muy ancha como su postulante presidencial a don Armando. Por confesión propia hoy de los entonces fanáticos impulsores de Villanueva, todos admiten que se había producido la crónica de una derrota anunciada. Y así fue, Belaunde ganó por más de 800 mil votos. El Apra que había afirmado su presencia nacional quedó reducido a La Libertad, Lambayeque y Cajamarca y perdió bastiones como Ica, Ancash, Huánuco y en el resto del país.

No puede pasar inadvertido que el gran fautor de la división enfrentando a los veteranos entre sí y produciendo fracturas que no tocaban su diputación por Lima, fue el señor Alan García Pérez a quien ha señalado como el Anti-Haya, Jesús Guzmán Gallardo, actual candidato a Secretario General de ese movimiento.

¿Puede entenderse que un Congreso, el de 1979, en el paroxismo de la imbecilidad, “acordara” en ese año que el Apra se regía por lo escrito en El Antimperialismo y el Apra, en 1927? La majadería violaba la sentencia hayista repetida durante decenios que “hay que acomodar los libros a la realidad y no la realidad a los libros”. Pero así fue.

Hoy el señor Villanueva dice honrar la memoria de Andrés Townsend Ezcurra pero no hizo nada para evitar su expulsión en 1982-3. Lo grotesco del asunto lo protagonizó el presidente de esa Comisión Disciplinaria, Romualdo Biaggi quien preguntado por tal medida y su ejecución, afirmó suelto de huesos: “siento la satisfacción del deber cumplido”. Como cualquiera puede recordar, el 29 de julio de 1994, Townsend falleció sin rencores, habiendo pregonado con firmeza, en la fe pero no en la iglesia de la cual había sido deportado, sus verdades. ¿Quién se atreve a desmentir la exactitud de cuanto dijo don Andrés en esos días y que tiene hoy confirmación aleve en las trampas, caballazos, monras y desmanes al por mayor que protagonizan dentro y fuera del partido pandillas de elementos a quienes no interesa sino el negociado, la construcción de fortunas y que en este año del 2010 goza de los últimos meses de “esperanza” para colectar dineros mal habidos porque el 2011 ya será “muy tarde”?

Deleznable el pretexto esgrimido por don Armando sobre la formal imposibilidad de la CTP de nominar candidatos al congreso de ese partido. ¡Qué curioso, ni una palabra sobre los abusos patronales en Cartavio por la empresa Gloria S.A., nada sobre lo propio en Chao, menos sobre las concesiones con dedicatoria en Paita y demás partes de la nación! Y que don Armando está lúcido, no hay duda posible y que recuerda algunas cosas y olvida otras, tampoco.

Que las nuevas generaciones que no llegaron a conocer estos fenómenos en que la ambición y torpeza cegaron a los dirigentes oficialistas del Apra, es una cosa. Que el silencio vergonzoso de múltiples protagonistas y culpables del divorcio aprista con el pueblo al que representó por decenios, es otro acápite. Pero que hoy se pretenda edulcorar, maquillar, orlar, el pasado vergonzante y brutal que hicieron cometer yerros abominables al Apra, asunto de muy mal gusto y muy en la onda de la especie aquella de la “frágil memoria del pueblo peruano”. Habemos quienes tenemos muy buena capacidad de retención y algo conocemos de lo que ocurrió entonces. Se va haciendo hora de descorrer el velo de tanta vergüenza, traición y el señalamiento de los responsables.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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