Tehuacán, Puebla. María se alimenta con menos de 10 pesos: unos tacos de salchicha y agua de “naranja” componen su dieta. Al igual que ella, muchos obreros comen de pie. No pueden esperar a que se desocupe un asiento para reposar la comida porque el tiempo apremia. Todos quieren ser atendidos con prontitud. Le piden a doña Liliana que les sirva cinco, ocho tacos. Presta, Liliana acomoda las tortillas sobre el plato de plástico y a cada una apenas si les unta sus guisados; raquíticas porciones quedan en cada tortilla, que el obrero come con rapidez, en silencio y alerta; sólo tienen 30 minutos para comer. Un retardo implica que no le permitan la entrada y le descuenten la jornada de trabajo.

Los tacos de papa, chorizo y cabeza son los que más se venden, cuenta Liliana más tarde, cuando la “hora” de la comida ha pasado y la calle de nuevo queda vacía. Pero durante media hora, doña Liliana y otras vendedoras de comida apostadas afuera de la maquiladora Cualquier Lavado trabajan apresuradas: preparan, sirven, hacen cuentas, cobran. Los tacos de guisado cuestan 1 peso; los de cabeza, 3. La bolsa de agua se vende a 2 pesos. La bebida, amarillenta y dulzona, mantiene en un enigma su sabor, aunque doña Liliana asegura que es de naranja.

La libreta donde Liliana apunta el nombre de los deudores luce tan nutrida como su puesto de comida: hojas repletas de cuentas que nunca terminan de liquidarse porque los obreros demoran en pagar hasta dos meses, o porque, sencillamente, hay quienes no regresan a trabajar, que de un día para otro se van.

Su esposo, Prisciliano, comenta que los bajos salarios de los obreros apenas si pueden sufragar el costo de la comida. Señala que un obrero manual gana 400 pesos semanales. “Imagínese si le damos caro, pues no va a querer comprar”. Doña Cayetana, otra vendedora de comida, se queja de que los alimentos se han encarecido y a pesar de eso ella no puede subir sus precios para no perder su clientela.

“Mucha gente sobrevive aquí”, dice doña Liliana. Su esposo agrega que las presiones a los trabajadores por la hora de entrada también repercuten en sus ventas, “pues si un día los regañan, al otro día no vendemos o vendemos menos, porque ya les dijeron que tienen que entrar temprano, que mejor no coman”.

Prisciliano rememora que, hace algunos años, la ciudad de Tehuacán vivió una bonanza en la industria maquiladora. En ese entonces, la demanda de mano de obra favorecía a los obreros con mejores sueldos y a ellos, con mejores ventas. No obstante que había una mejor condición económica, la presión que recaía sobre los trabajadores se asemejaba a la que padecen ahora. Recuerda que, cuando él trabajó como supervisor de producción en la empresa Tarrant, tenía que soportar las presiones del patrón para sacar la producción diariamente. “Es mucho desgaste, nosotros entrábamos desde las ocho de la mañana y veníamos saliendo a las nueve de la noche”.

—¿Y le pagaban las horas extra?

—El empleado no tiene derecho a horas extra.

Obreros maquiladores, entre abusos y peligros

Además de los bajos salarios, insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores, las condiciones predominantes en las maquiladoras son opresivas y violatorias de sus derechos laborales básicos, señala el informe Tehuacán: del calzón de manta a los blue jeans, elaborado por la Comisión de Derechos Humanos y Laborales del Valle de Tehuacán, AC (CDHLVT).

Aunque el documento data de 2003, la problemática que presenta respecto del trato que reciben los obreros de la maquila sigue vigente. Ofensas y humillaciones por parte de los supervisores, discriminación racial contra trabajadores indígenas, contratación de menores de edad, acoso y hostigamiento sexual, descuentos por faltas y retrasos, ausencia de seguridad social para los trabajadores, contrataciones por periodos de 28 días para evitar que el trabajador genere antigüedad, tiempo de trabajo extra sin goce de sueldo, inexistencia de contratos colectivos de trabajo y trabas a la libre asociación y sindicalización son los reclamos más comunes de los trabajadores, las historias diarias de los obreros de la maquila.

Eva, Irma y César, junto con otros compañeros, fueron despedidos injustificadamente en diciembre pasado. Cuentan que luego de exigirle el pago del aguinaldo a su patrón, éste los mandó a “descansar” durante dos semanas, mientras el resto de los obreros siguió trabajando. “Nos dijeron que lo que nos hicieron fue un despido. Fueron más de 15 días y no hubo un papel firmado de que nos habían mandado a descansar”, señala Irma. Eva opina que fue “un coraje” del patrón “porque nos atrevimos a reclamar lo que nos debía”.

César recuerda que en ocasiones, el patrón no les pagaba, arguyendo que no tenía dinero, que el banco estaba cerrado o que no se habían apurado a sacar el corte. “Siempre la culpa es de nosotros, nunca de los patrones”; pero cuando llega el corte, la actitud de los patrones cambia, les piden amablemente que se queden hasta sacar la producción, y si no acceden, cierran el zaguán con candado hasta que acaben, platica el joven de 21 años.

Luego de presentar su caso ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje de Tehuacán y mientras esperan que su expatrón les pague el dinero que les debe, se han incorporado a otras maquiladoras. Desconocen el nombre de la fábrica, pero César asegura que le trabaja a Top Jean, una empresa de Grupo Navarra que confecciona pantalones de mezclilla para firmas como Guess, Wrangler, Gap, Levi Strauss, Polo Ralph Lauren y Tommy Hilfiger, de acuerdo con el informe de la CDHLVT.

En su nuevo trabajo, César trabaja de las 8:30 horas a las 18:30 horas. Cose de 1 mil 200 a 1 mil 500 prendas al día, y si no cumple con su tarea a la hora de la salida, tiene que quedarse hasta terminar.

Mientras que en una tienda departamental de la ciudad de México un pantalón de la marca Levi Strauss se vende en 700 pesos, obreros como César, Eva e Irma sólo pueden adquirirlos cuando salen defectuosos: el patrón los obliga a quedárselos, descontándoles 100 pesos de su salario por cada prenda mal hecha que decidan conservar, aun cuando no sea de su talla o no la puedan vender porque está defectuosa.

El informe de la CDHLVT, realizado en colaboración con la organización canadiense Red de Solidaridad de la Maquila, también refiere que los accidentes son comunes en las plantas de ensamble y lo atribuye al ritmo de producción, las largas jornadas de trabajo y la presión para completar las cuotas diarias de producción. Las pinchaduras de dedos con agujas, las cortaduras en dedos o manos y las quemaduras con la plancha son los accidentes más comunes; también, enfermedades respiratorias por la inhalación intensa de la pelusa de mezclilla, dolor constante en los riñones y en la columna vertebral por permanecer mucho tiempo sentado, alergias en la piel por los químicos que tiene el textil, debilitamiento de la vista y estrés permanente.

Aunque su piel cobriza resalta debajo de un gastado suéter rojo, el rostro de María luce cansado; su delgada figura se encorva como para protegerse del frío. La joven obrera asegura que sí trae una chamarra para cubrirse pero que le estorba para trabajar, así que opta por quitársela, como hace el resto de sus compañeros. En un trabajo donde la movilidad es indispensable para cumplir con la cuota diaria de prendas, es preferible pasar frío que perder agilidad corporal, aun a costa de la salud.

La nave de concreto con techo de lámina de la fábrica Cualquier Lavado, donde trabaja María, no cuenta con sistema de aire acondicionado, de modo que los obreros resienten las vicisitudes del clima no sólo en época invernal, sino también durante el verano, cuando el calor se hace insoportable en la construcción repleta de rollos de mezclilla y las únicas ventanas son los huecos dispuestos en lo más alto de sus paredes, inalcanzables para los obreros.

“Ganas de trabajar”, el único requisito

Sobre el inmenso portón azul de la planta 1 de Cualquier Lavado, resalta una amarillenta cartulina con la leyenda “Se solicitan pretinadores y supervisores de calidad”. A continuación, un listado con los requisitos: Clave Única de Registro de Población o acta de nacimiento, credencial de elector y comprobante de domicilio.

No se requiere experiencia, no hay un límite de edad ni exigencia de nivel de estudios. En un municipio donde la escolaridad promedio es de nivel primaria, la oferta de trabajo se antoja atractiva. Pero también puede derivar en abusos, pues como en muchos lugares, a los obreros no les piden papeles, tampoco les dan un contrato por escrito. “Es así de ‘¿tienes ganas de trabajar? Pásale’”, simplifica Eva.

César dice que ellos no firmaron un contrato con la empresa de la que fueron despedidos, sólo tienen las solicitudes de empleo y es lo único que los ampara.

Eva tiene siete años trabajando en la maquila. Al igual que su hermana Érika, comenzó a trabajar antes de alcanzar la mayoría de edad. Ante el asombro, la joven explica que “no es de admirarse que haya niños en las maquiladoras; normalmente en todas las maquiladoras hay”, y hacen las mismas tareas que los adultos, incluso a operar máquinas. Lo único que los hace diferentes al resto de los obreros es el salario que reciben, pues los patrones suelen pagarles menos.

Eva fue a la escuela hasta tercer grado de primaria, luego estudió en el sistema abierto, con clases de siete a nueve de la noche. Pero en la maquiladora donde trabajaba no la dejaban salir hasta las siete u ocho de la noche, aun cuando la hora de salida era a las seis y media de la tarde, y la amenazaban diciéndole que si no terminaba su producción diaria, el sábado no le pagarían. La joven consideró abandonar el trabajo para seguir estudiando, pero la necesidad económica se lo impedía. “Ya no aguanté más. Sale uno bien cansado de la espalda y te vas a la escuela a estar ahí sentada escribiendo. Ya ni le ponía atención al profesor por lo mismo de que mi mente estaba en otra cosa. Igual si te salió algo mal en el trabajo lo llevas en la mente y ya no te puedes concentrar en ninguna de las dos cosas”. Al final, Eva dejó de estudiar; llegó hasta el segundo año de secundaria. Cuando se le pregunta si quiere regresar a la escuela, bromea: “Si volviera a nacer, yo creo que sí. Pero ahorita volver a como estaba, de seguir trabajando y estudiando, ya no: es bien cansado”.

Trabajo vulnerable

El informe Tehuacán: del calzón de manta a los blue jeans señala que la crisis económica mundial ha acentuado las ya de por sí precarias condiciones laborales de los trabajadores maquileros, pues “los despidos masivos que produjo la desaceleración económica en la región han sido utilizados por los empresarios maquileros como una estrategia para bajar el importe de los salarios y para uniformarlos o estandarizarlos”. De esta manera, un obrero manual que llegó a ganar hasta 1 mil pesos a la semana durante la bonanza de las maquiladoras, ahora no puede aspirar a recibir más de 500 pesos.

Martín Barrios Hernández, de la CDHLVT, considera que actualmente se vive una “resaca” tras un periodo de auge en la industria maquiladora, en el que si bien hubo mucho empleo, “no significaba que los trabajadores estuvieran en mejores condiciones o a la par de lo que estaban ganando los patrones”.

Barrios Hernández y Rodrigo Santiago Hernández señalan en el informe que con la liberalización económica, “el Estado mexicano ha dejado las manos libres a las empresas para la aplicación de políticas de flexibilización laboral, y las instancias gubernamentales de regulación de conflictos laborales han jugado un papel a favor de las empresas. Así, la situación de los derechos humanos y laborales de los trabajadores y las trabajadoras de la industria del vestido local es de constante y sistemática violación”.

A decir del presidente de la Junta Especial 7 de Conciliación y Arbitraje de Tehuacán, Alejandro Conde Hernández, los derechos de los trabajadores maquileros no son vulnerados, porque en la región, “la gente tiene una cultura del trabajo, la gente no se deja”, además de que “hay muchas instancias y muchas organizaciones dedicadas a proteger los intereses de los trabajadores”.

Una de esas instancias es la Procuraduría de la Defensa del Trabajo, que brinda asesoría jurídica no únicamente a trabajadores y representantes sindicales, sino también a su contraparte patronal, como reconoce su titular, María del Carmen Manzano Aguilar. “El hecho de que demos asesoría a los trabajadores no quiere decir que no demos asesoría a los patrones”, afirma la abogada.

Tarrant, una batalla insuficiente

En agosto de 2003, el Consorcio de los Derechos de los Trabajadores documentó las quejas de un grupo de trabajadores que fueron despedidos de forma ilegal de la fábrica Tarrant Ajalpan, perteneciente a la empresa estadunidense Tarrant Apparel Group, que producía prendas de vestir para firmas como Levi Strauss, Tommy Hilfiger, Federated Department Stores, The Limited, Wet Seal y Charming Shoppes/Lane Bryant.

La investigación de la organización concluye que la empresa violó “de manera inusualmente descarada” la ley mexicana y los códigos de conducta de sus marcas clientes al despedir a ocho líderes obreros que buscaban mejorar las condiciones de trabajo en la fábrica y organizar un sindicato independiente, y a otros 150 trabajadores para “prevenir que ejercieran su derecho de asociación”.

Además de denunciar el despido ilegal de los trabajadores, la queja que recibió el Consorcio de los Derechos de los Trabajadores también refería violaciones laborales como horas extra no pagadas, acoso verbal y trabajo infantil.

De acuerdo con el documento de Barrios Hernández y Santiago Hernández, el empresario Kamel Nacif, de origen libanés, era accionista de la empresa e incluso fue presidente de Tarrant México.

A pesar de la resonancia internacional que tuvo el conflicto de Tarrant y de que los trabajadores organizados lograron que la empresa les pagara una liquidación justa, Barrios Hernández considera que, de entonces a la fecha, las condiciones de trabajo para los obreros maquiladores han empeorado. En parte, eso se debe a que muchas fábricas han cerrado por la crisis o han emigrado a países donde la mano de obra es aún más precaria. Pero Barrios Hernández también señala que tras el conflicto de Tarrant se creó la primera lista negra por preferencia sindical, una práctica que la autoridad laboral no reconoce abiertamente, pero que ha mermado en la posibilidad de muchos obreros de conseguir empleo.

Al respecto, el licenciado Conde Hernández señala: “Cuando llegamos a un acuerdo, siempre les exhortamos (a los patrones) y le anotamos en el convenio que no se boletine a los trabajadores para que ellos puedan acceder a otra fuente de trabajo. En el caso de las listas negras, la autoridad está en desacuerdo, si es que existen… La autoridad no puede permitir eso, sin embargo tampoco podemos impedir que los trabajadores se comuniquen entre sí, porque es una cuestión subjetiva. Nosotros respetamos el derecho de la libertad de expresión que tiene toda la gente, tanto trabajadores como patrones”.

Barrios Hernández no avizora un panorama de mejoría en las condiciones laborales de los trabajadores de la maquila. El defensor de los derechos humanos y laborales considera que las condiciones de explotación se acentuarán en los talleres nacionales, que permanecen fuera de los ojos de las marcas extranjeras y de la opinión pública internacional, pues al no depender de los flujos de importación, pueden seguir fabricando para el consumo local a través de tiendas como Chedraui, García, Wal Mart, así como para mercados de la región. “Esos talleres son los que no tienen un contrapeso. Ellos van a imponer sus condiciones de flexibilidad laboral, bajos salarios, y con los sindicatos de su lado se vuelve un escenario muy difícil”.

La filosofía de Grupo Navarra


Mientras otras empresas textiles han desarrollado códigos de conducta para mejorar las condiciones laborales en sus fábricas y “limpiar su imagen”, Grupo Navarra realiza “talleres de capacitación” para los trabajadores de sus empresas, pero con contenidos de superación personal y temas afines. La Ley Federal del Trabajo o los códigos de conducta que están obligados a cumplir no están contemplados en esos talleres, que concluyen con el siguiente acróstico empresarial:

Gente positiva en cualquier lugar tiene cabida

Rapidez para la solución de problemas

Unificada en la misión, filosofía y valores de la empresa

Permanentemente comprometida con su trabajo

Ofreciendo día con día lo mejor de sí

No esperes la vigilancia para trabajar, se trabaja más tranquilo sin ella, ya nadie trabaja a base de látigo o castigo

Al aceptar un trabajo, pon siempre el alma en él, no lo ejecutes pensando en la retribución, sino en el éxito

Ve perfeccionándote en tu trabajo para hacerlo cada vez más y mejor. Si algún error cometes en tu encargo, no busques una excusa, sino un remedio. Se nos paga por los problemas que resolvemos no por los que podamos crear

Responde en el trabajo, los ascensos en el mismo no se obtienen por suerte y por obra y gracia de la providencia, los ascensos se conceden a quien más los merece y menos los solicita

Reprime tus críticas y calumnias a la exitosa labor de tus compañeros o superiores, procura imitarlos, que es la mejor forma de llegar a su altura

Ahora graba en tu mente estos pensamientos y haz de ellos un objetivo, una meta o un ideal, el tiempo te demostrará lo acertado que fuiste al obedecerlos

Fuente: CDHLVT, (2003), Tehuacán: del calzón de manta a los blue jeans.

(El acróstico original omite la segunda letra A en la palabra NAVRRA)

Contralínea 171 / 28 de Febrero de 2010