Bajo la tutela del presidente Ronald Reagan circuló en 1988 en el Congreso de EE.UU. un proyecto para realizar estudios de factibilidad e iniciar las transmisiones de televisión hacia Cuba como otro elemento de agresión política, propagandística e ideológica.

En el aciago día del tercer mes del calendario, pero de 1990, la idea cobró cuerpo y se inició la primera transmisión de la ilegal televisora contra la Isla.

Dicha TV envía su señal hacia el territorio insular como parte de su programación televisiva, repleta de injurias desestabilizadoras, tergiversaciones de la historia y de la realidad actual cubanas; y es profundamente ofensiva a la determinación de independencia y justicia de la Antilla Mayor.

Utiliza ese servicio con fines de hostilidad, con lo cual hace caso omiso de la formulación que dictan el papel y las reglamentaciones internacionales acerca de las telecomunicaciones como salvaguarda de la paz.

En 1989, la Cámara y el Senado norteamericanos aprobaron sendas resoluciones que daban luz verde a la futura estación. La variante técnica escogida fue la de un globo cautivo, dotado a bordo de transmisores cuya potencia radiada superaba los 30 mil watts y el cual se mantendría a alturas de l0 a l5 mil pies en la zona de Cudjoe Key, Cayo Hueso, sur de la Florida.

La señal de televisión se generaría en Washington (posteriormente pasó a Miami) y sería enviada a la estación terrena y desde ahí hacia la góndola del aerostato, cuyo transmisor la rebotaría hacia Cuba.

Con suficiente anticipación, y en todos los escenarios internacionales, Cuba denunció el injerencista e ilegal plan, incluida una carta al Presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con el objetivo de acusar al gobierno de la Unión por su nueva escalada agresiva en materia de telecomunicaciones.

Incluso, las autoridades cubanas expresaron su disposición para conversar sobre el intercambio bilateral de programas y transmisiones de televisión. Finalmente, triunfó la insensatez ese 27 de marzo de 1990.

En sus 20 años de injerencia y subversión, la señal de TV Martí no ha entrado en los telerreceptores de la Isla, gracias a la eficaz labor de sus especialistas y técnicos. Se trata de la TV que no se ve, como se le califica en los propios Estados Unidos.

Se calcula que, desde los inicios de la agresión radioelectrónica, Washington gastó cerca de mil millones de dólares de los contribuyentes, sin contar otras erogaciones para sostener la logística de esta TV, que no es observada siquiera por los propios norteamericanos.

Compañera de infortunios de la televisora, aunque desde hace 25 años (vio la luz el 20 de mayo de 1985), es la también mal nombrada Radio Martí, pionera de esta modalidad agresiva contra La Habana a través del éter.

Sin embargo, en jugarreta propia de los políticos estadounidenses, Radio Martí, desde hace pocos días –según despachos de prensa— empezó a utilizar los estudios de la Voz de las Américas (VOA) para elaborar programas conjuntos.

Algunos medios de Miami se cuestionan si la decisión de fusionar ambas emisoras constituye una jugarreta para comenzar a reducir las transmisiones hacia la Isla.

Agencia Cubana de Noticias